Al borde del precipicio: el escenario que no modela el IPCC

(Daniel Tanuro)

El Grupo de Trabajo 1 del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio climático en inglés) ha presentado su informe sobre la base física, una contribución al Sexto Informe de Evaluación del Clima, previsto para principios de 2022. El informe y su resumen están redactados con el estilo y el vocabulario precisos de las publicaciones científicas que realizan afirmaciones objetivas. Sin embargo, nunca antes un informe de expertos en calentamiento global había provocado semejante angustia a partir del análisis de los hechos a la luz de las ineludibles leyes de la física.

Terribles perspectivas…

La angustia proviene, en primer lugar, del contexto: las terribles inundaciones e incendios que están sembrando la desolación, la muerte y el miedo en los cuatro rincones del planeta son precisamente lo que el IPCC lleva advirtiendo desde hace más de treinta años, y ante lo que los gobiernos han hecho poco o nada. También se debe al hecho enorme de que, incluso si la COP26 (que se celebrará en Glasgow en noviembre) decidiera poner en práctica el más radical de los escenarios de estabilización estudiados por los científicos del clima, es decir, el que garantiza la reducción más rápida de las emisiones de CO2 y anula las emisiones globales netas a más tardar en 2060, reduciendo también las emisiones de otros gases de efecto invernadero), la humanidad seguiría enfrentándose a unas perspectivas terribles. En resumen:

  • Se superaría el tope de París. La temperatura media global de la superficie aumentaría probablemente 1,6°C (+/-0,4) entre 2041 y 2060 (en comparación con la era preindustrial) y luego disminuiría entre 2081 y 2100 a 1,4°C (+/-0,4).
  • Obsérvese que sólo se trata de promedios: es casi seguro que la temperatura en la tierra aumentará más rápido que en la superficie del océano (probablemente entre 1,4 y 1,7 veces más rápido). También es casi seguro que el Ártico seguirá calentándose más rápido que la media mundial (muy probablemente más del doble).
  • Algunas regiones de latitudes medias y semiáridas, y la región de los monzones en Sudamérica, tendrán los mayores aumentos de temperatura en los días más calurosos (de 1,5 a 2 veces la media mundial), mientras que el Ártico tendrá los mayores aumentos de temperatura en los días más fríos (3 veces la media mundial).
  • En tierra, las olas de calor que solían producirse una vez cada diez años se producirán cuatro veces cada diez años, y las que solían producirse sólo una vez cada cincuenta años se producirán casi nueve veces en el mismo periodo.
  • Es muy probable que el calentamiento adicional (en comparación con los 1,1 °C actuales) intensifique los fenómenos de precipitación extrema y aumente su frecuencia (globalmente, un 7% más de precipitaciones por 1 °C de calentamiento). También aumentarán la frecuencia y la fuerza de los ciclones tropicales intensos (categorías 4-5). Se espera que las precipitaciones intensas y las inundaciones asociadas se intensifiquen y sean más frecuentes en la mayor parte de África y Asia, América del Norte y Europa. Las sequías agrícolas y ecológicas también serán más graves y frecuentes en algunas zonas (en todos los continentes excepto en Asia), en comparación con 1850-1900.
  • Ni que decir tiene que este calentamiento adicional (de 0,5 °C+/-0,4 respecto a la actualidad) seguirá amplificando el deshielo del permafrost y, por tanto, la liberación de metano. Esta retroalimentación positiva del calentamiento no está totalmente incorporada en los modelos (que, a pesar de su creciente sofisticación, siguen subestimando la realidad).
  • Es probable que el calentamiento del océano durante el resto del siglo XXI sea de 2 a 4 veces mayor que entre 1971 y 2018. La estratificación, la acidificación y la desoxigenación del océano seguirán aumentando. Los tres fenómenos tienen consecuencias negativas para la vida marina. Tardarán milenios en revertirse.
  • Es casi seguro que los glaciares de las montañas y de Groenlandia seguirán derritiéndose durante décadas, y es probable que el deshielo también continúe en la Antártida;
  • También es casi seguro que el nivel del mar subirá entre 0,28 y 0,55 m en el siglo XXI, en comparación con el período 1995-2014. En los próximos 2.000 años, es probable que siga subiendo, entre 2 y 3 metros, y luego el movimiento continuará. Como resultado, en la mitad de los lugares con mareógrafos, los eventos de marea excepcionales que se observaban una vez por siglo en el pasado reciente se observarán al menos una vez al año, aumentando la frecuencia de las inundaciones en las zonas bajas.
  • Podrían producirse eventos poco probables pero de muy alto impacto a nivel global y local, incluso si el calentamiento se mantiene dentro del rango probable en el escenario radical (+1,6 ° +/-0,4 °C). Incluso con este escenario de 1,5 °C, no se pueden descartar respuestas abruptas y puntos de inflexión, como el aumento del deshielo en la Antártida y la muerte de los bosques.
  • Uno de esos acontecimientos, improbable pero posible, es el colapso de la Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC). Su debilitamiento es muy probable en el siglo XXI, pero la magnitud del fenómeno es una incógnita. Lo más probable es que un colapso provoque cambios bruscos en los climas regionales y en el ciclo del agua, como un desplazamiento hacia el sur del cinturón de lluvias tropicales, el debilitamiento de los monzones en África y Asia, el fortalecimiento de los monzones en el hemisferio sur y la desecación de Europa.

… en el mejor de los casos?

Este informe nos obliga a enfrentarnos a la realidad: estamos literalmente al borde. Más aún debido a que, repitámoslo e insistamos en ello: 1) las proyecciones de subida de los océanos no incluyen los fenómenos de ruptura de los casquetes polares, que no son lineales y, por tanto, no pueden modelizarse, y que tienen el potencial de convertir la catástrofe en cataclismo de forma rápida; 2°) todo lo anterior es lo que el GIEC cree que ocurrirá si los gobiernos del mundo deciden poner en práctica el más radical de los escenarios de reducción de emisiones estudiados por los científicos, el destinado a no superar los 1,5 °C (demasiado).

Detallar los impactos de los otros escenarios haría este texto innecesariamente pesado. Contentémonos con una indicación, relativa al nivel del mar: en la hipótesis de mantenimiento del statu quo, «no se excluye» una subida de 2 metros en 2100 y de 5 metros en 2150. Y a largo plazo, a lo largo de dos mil años, para un calentamiento de 5 °C, los mares subirían inevitable e irreversiblemente (en la escala de tiempo humana) de… ¡19 a 22 metros!)

Empecemos de nuevo. Los gobiernos no aplican el más radical de los escenarios que se les propone. Sus planes climáticos (las «contribuciones determinadas a nivel nacional») nos llevan actualmente a un calentamiento de 3,5 °C. A cien días de la COP26, sólo unos pocos socios han «aumentado sus ambiciones»… pero ni mucho menos hasta los niveles necesarios de reducción de emisiones. La UE, campeona del clima, ha fijado un objetivo de reducción del 55% para 2030, cuando se necesita un 65%.

Una simple cuestión matemática, y su conclusión política

Greta Thunberg dijo en una ocasión que «la crisis climática y ecológica simplemente no puede resolverse dentro de los sistemas políticos y económicos actuales. Esto no es una opinión, es simplemente una cuestión de matemáticas”. Tenía toda la razón. Basta con mirar las cifras para darse cuenta de ello:

1°) el mundo emite unas 40GT de CO2 al año;

2°) el presupuesto de carbono (la cantidad de CO2 que aún puede emitirse a nivel mundial para no superar los 1,5 °C) es sólo de 500Gt (para una probabilidad de éxito del 50%; para el 83%, es de 300Gt);

3°) según el informe especial del IPCC sobre 1,5 °C, para lograr cero emisiones netas de CO2 en 2050 es necesario reducir las emisiones mundiales en un 59% antes de 2030 (65 % en los países capitalistas desarrollados, dada su responsabilidad histórica)

4°) El 80 % de estas emisiones se deben a la combustión de combustibles fósiles que, a pesar del bombo político y mediático sobre la irrupción de las renovables, todavía cubrían en 2019… el 84 % (!) de las necesidades energéticas de la humanidad;

5°) las infraestructuras fósiles (minas, oleoductos, refinerías, terminales de gas, centrales eléctricas, fábricas de automóviles, etc.) -cuya construcción no se ralentiza, o apenas se ralentiza- son equipos pesados, en los que se invierte capital durante unos cuarenta años. Su red ultracentralizada no puede adaptarse a las renovables (necesitan otro sistema energético descentralizado): debe ser destruida antes de que los capitalistas la amorticen, y las reservas de carbón, petróleo y gas natural deben permanecer bajo tierra.

Por tanto, sabiendo que 3.000 millones de seres humanos carecen de lo esencial y que el 10 % más rico de la población emite más del 50 % del CO2 mundial, la conclusión es inevitable: cambiar el sistema energético para mantenerse por debajo de 1,5 °C, dedicando al mismo tiempo más energía a la satisfacción de los derechos legítimos de los pobres, es estrictamente incompatible con la continuación de la acumulación capitalista que genera destrucción ecológica y crecientes desigualdades sociales.

La catástrofe sólo puede detenerse de forma digna para la humanidad mediante un doble movimiento consistente en reducir la producción mundial y reorientarlo radicalmente para que sirva a las verdaderas necesidades humanas, las de la mayoría, determinadas democráticamente. Este doble movimiento pasa necesariamente por la supresión de la producción inútil o nociva y por la expropiación de los monopolios capitalistas, en primer lugar de la energía, las finanzas y la agroindustria. También requiere una reducción drástica de las extravagancias de consumo de los ricos. En otras palabras, la alternativa es dramáticamente simple: o la humanidad liquida el capitalismo, o el capitalismo liquida a millones de personas inocentes para continuar su curso bárbaro en un planeta mutilado y tal vez invivible.

Bandidos unidos a favor de las tecnologías de emisiones negativas

Ni que decir tiene que los amos del mundo no quieren liquidar el capitalismo… Entonces, ¿Qué harán? Dejemos de lado a los negacionistas del clima como Trump, esos seguidores de Malthus que apuestan por un neofascismo de los combustibles fósiles, una inmersión en la barbarie planetaria a costa de los pobres. Dejemos también de lado a los Musk y a los Bezos, esos obscenos multimillonarios que sueñan con abandonar la nave Tierra convertida en invivible por sus codiciosos roedores capitalistas. Centrémonos en los otros, más astutos, aquellos -los Macron, Biden, Von der Leyen, Johnson, Xi Jiping…- que lucharán como bandidos por un acuerdo en Glasgow que les de ventaja sobre los competidores, pero se pegarán ante los medios de comunicación para intentar persuadirnos de que todo está bajo control.

Para escapar de esa alternativa que hemos citado más arriba ¿qué proponen estos señores? En primer lugar, por supuesto, hacen que los consumidores se sientan culpables y pidiéndoles que cambien su comportamiento, so pena de sanciones. A continuación, un conjunto de trucos: algunos, francamente burdos (el hecho de no tener en cuenta las emisiones del transporte aéreo y marítimo internacional, por ejemplo) y otros, más sutiles, pero no más eficaces (por ejemplo, la afirmación de que la plantación de árboles -en el Sur global- permitiría absorber suficiente carbono para compensar de forma sostenible las emisiones fósiles de CO2 del Norte). Pero más allá de estos trucos, todos estos gestores políticos del capital creen ahora (o fingen creer) en una solución milagrosa: aumentar la cuota de las tecnologías de baja emisión de carbono (nombre en clave de la energía nuclear, sobre todo de las microcentrales) y, sobre todo, desplegar las llamadas tecnologías de emisiones negativas (RTE o CDR, por sus siglas en inglés), que supuestamente enfriarán el clima eliminando enormes cantidades de CO2 de la atmósfera para almacenarlo bajo tierra. Esta es la hipótesis de la superación temporal del umbral de peligro de 1,5 °C.

No es necesario insistir en la energía nuclear después de Fukushima. En cuanto a las tecnologías de emisiones negativas, la mayoría de ellas sólo están en fase de prototipo o demostración, y sus efectos sociales y ecológicos prometen ser formidables (más adelante hablaré de ello). Sin embargo, se nos hace creer que salvarán el sistema productivista/consumista y que el libre mercado se encargará de desplegarlos. En realidad, este escenario de ciencia ficción no tiene como objetivo principal salvar el planeta: tiene como objetivo principal salvar la vaca sagrada del crecimiento capitalista y proteger los beneficios de los principales responsables del desorden: las multinacionales del petróleo, el carbón, el gas y la agroindustria.

El IPCC: entre la ciencia y la ideología

¿Y qué piensa el GIEC de esta locura? Las estrategias de adaptación y mitigación no forman parte de las competencias del Grupo de Trabajo 1 [GT1, que ha emitido el informe hecho público]. Sin embargo, hace consideraciones científicas que deberían ser tenidas en cuenta por los demás Grupos de Trabajo del GIEC. En cuanto a las RTE, el IPCC tiene cuidado de no precipitarse. El resumen para los responsables políticos afirma:

«La eliminación del CO2 antropogénico de la atmósfera (eliminación del dióxido de carbono, CDR) tiene el potencial de eliminar el CO2 de la atmósfera y almacenarlo de forma sostenible (sic) en depósitos (alta confianza)». El texto continúa diciendo que «el CDR tiene como objetivo compensar las emisiones residuales para lograr cero emisiones netas de CO2 o, si se aplica a una escala en la que las eliminaciones antropogénicas superen las emisiones antropogénicas, para reducir la temperatura de la superficie».

Evidentemente, el resumen del GT1 respalda la idea de que las tecnologías de emisiones negativas no sólo podrían desplegarse para capturar las «emisiones residuales» de los sectores en los que la descarbonización es técnicamente difícil (por ejemplo, la aviación): también podrían aplicarse a gran escala, para compensar el hecho de que el capitalismo mundial, por razones que no son técnicas sino de beneficio, se niega a abandonar los combustibles fósiles. El texto continúa exaltando los beneficios de este despliegue masivo como medio para lograr emisiones netas negativas en la segunda mitad del siglo:

«La CDR que conduce a emisiones globales netas negativas reduciría la concentración atmosférica de CO2 y revertiría la acidificación de la superficie del océano (confianza alta)».

El resumen hace una advertencia, pero es críptica: «Las tecnologías CDR pueden tener efectos potencialmente generalizados sobre los ciclos biogeoquímicos y el clima, que pueden debilitar o aumentar el potencial de estos métodos para eliminar el CO2 y reducir el calentamiento, y también pueden influir en la disponibilidad y calidad del agua, la producción de alimentos y la biodiversidad (confianza alta).»

Evidentemente, no está claro que las RTE sean tan eficaces, ya que algunos «efectos» podrían «debilitar (su) potencial para eliminar el CO2». La última parte de esta frase se refiere a los impactos sociales y ecológicos: la bioenergía con captura y secuestro de carbono (la RTE más madura en la actualidad) sólo podría reducir significativamente la concentración de CO2 en la atmósfera si se utilizara una superficie equivalente a más de una cuarta parte de las tierras cultivadas permanentemente en la actualidad para producir energía a partir de biomasa, a costa de los suministros de agua, la biodiversidad y/o la alimentación de la población mundial1.

Así, por un lado, el GT1 del IPCC se basa en las leyes físicas del sistema climático para decirnos que estamos al borde del abismo, a punto de volcar irreversiblemente en un cataclismo inimaginable; por otro lado, objetiviza y banaliza la carrera político-tecnológica por la que el capitalismo intenta, una vez más, posponer ante sí el antagonismo irreconciliable entre su lógica de acumulación ilimitada de beneficios y la finitud del planeta. «Nunca antes un informe de expertos en calentamiento global había provocado semejante angustia a partir del análisis de los hechos a la luz de las ineludibles leyes de la física», hemos escrito al principio de este artículo. Nunca antes un informe de este tipo había ilustrado tan claramente que un análisis científico que considera la naturaleza como un mecanismo y las leyes del beneficio como leyes de la física no es realmente científico sino cientifista, es decir, al menos parcialmente ideológico.

Por tanto, el informe del GT1 del IPCC debe leerse teniendo en cuenta que es tanto lo mejor como lo peor. Lo mejor, porque proporciona un diagnóstico riguroso del que extraer excelentes argumentos para acusar a los gobernantes y a sus representantes políticos. Lo peor, porque siembra tanto el miedo como la impotencia… ¡de la que se benefician los pudientes, los ricos, aunque el diagnóstico les acuse! Su ideología cientificista ahoga el espíritu crítico en la avalancha de datos. Así, desvía la atención de las causas sistémicas, con dos consecuencias: 1°) la atención se centra en el «cambio de comportamiento» y en otras acciones individuales, llenas de buena voluntad pero patéticamente insuficientes; 2°) en lugar de ayudar a salvar la brecha entre la conciencia ecológica y la social, el cientificismo la mantiene.

Ecologizar lo social y socializar la ecología es la única estrategia que puede detener la catástrofe y reavivar la esperanza de una vida mejor. Una vida de cuidado de las personas y los ecosistemas, ahora y a largo plazo. Una vida sobria, alegre y con sentido. Una vida que los escenarios del GIEC nunca modelan, en la que la producción de valores de uso para la satisfacción de necesidades reales, determinadas democráticamente en el respeto a la naturaleza, sustituye a la producción de bienes para el beneficio de una minoría.

10 de agosto 2021

Antikapitalistak ante el debate republicano

En el debate del 15º Congreso de ELA, a celebrar en noviembre de este año, la dirección del sindicato apuesta por un Estado independiente y por la república. Desde Antikapitalistak siempre hemos tenido claro que éste es un debate importante para la izquierda política y sindical de Euskal Herria. Pero desde nuestro punto de vista este debate es fundamental en la situación actual pero ha de hacerse desde el marco de una estrategia que permita hacer realidad la soberanía social y nacional.

No se trata de hacer brillantes declaraciones de las ansias de libertad que como pueblo o como clase tengamos. Tampoco se trata de un debate basado en la definición de la que sería la posición de quienes desde la ecuación soberanía nacional igual a constitución de estado independiente no se plantean el camino para lograr esa soberanía nacional y social.

Compartimos las posiciones de algunas personas que están participando en este debate, que sitúan la respuesta de nuestra lucha antineoliberal y de ruptura con el capitalismo, pero que asumen que esto no puede llevarnos a ignorar el papel de la correlación de fuerzas en la estrategia de ruptura con un Estado Centralista, como en experiencias cercanas como las declaraciones de la Republica Catalana y las dificultades que el pueblo catalán con una importante mayoría social posicionada por dicha república encontró en el enfrentamiento con el Estado.

No se trata de simplificar las características del Estado Español como fascista, liberal o irreformable, como si los pueblos del Estado fuesen intrínsecamente antisociales e incapaces de unir su lucha con los pueblos vasco, catalán, andaluz, gallego y otros pueblos de España por un estado social y reconocimiento de las realidades nacionales y sus derechos.

Hacer declaraciones por la Republica Vasca socialista sin plantear la estrategia para lograrlo no es diferente a aquellas declaraciones que oímos desde el partido mayoritario en Euskal Herria hablándonos de la nación vasca, pero que se quedan en meras referencias históricas.

Las fuerzas de izquierda alternativa, sindicatos, activistas y un largo etcétera, repetimos una y otra vez que ese mantra de que Euskal Herria es un oasis es mentira. Pero debemos poner los pies en suelo firme y aceptar que Euskal Herria tampoco es una isla y que la lucha por unas condiciones dignas de vida, de unos derechos laborales justos, de un reparto justo de la riqueza que fortalezca todo el sistema público de salud sin olvidarnos de la educación, RGI y servicios y prestaciones públicos, hoy también se juegan en el ámbito territorial español.

La apuesta de Antikapitalistak por la construcción nacional soberana de Euskal Herria es clara. Que cada nación del actual Estado ejerza libremente el derecho a decidir su futuro y su posterior relación con el resto de los pueblos libres de la península en pro de una confederación de Repúblicas socialistas de trabajadoras y trabajadores.

Coincidimos con aquellas personas que en este debate cuando hablamos de República estamos hablando de una alternativa a los Estados opresores de nacionalidades, pero también a los estados nación que hemos conocido; queremos una comunidad de mujeres y hombres libres, soberana/os para definir todo lo relacionado con su pueblo y sus gentes; soberano para decidir la relación con las otras naciones, en pie de igualdad y sin injerencia Y defendemos la soberanía no sólo en lo político, sino también en lo económico y en lo organizativo. Por lo tanto, soberanía plena no sólo en relación al modelo de estado.

Para nosotras y nosotros, ser anticapitalista y soberanista, no significa asumir una postural moral ante las injusticias del sistema capitalista y plantear lo que supuestamente nos reportaría un estado independiente vasco. Se trata de construir una alternativa real de soberanía y democracia en todos los terrenos, social, política y económica. Se trata de buscar una estrategia que nos abra las alamedas para ser un sujeto propio de decisión. Pero esto no implica que la libertad suponga no buscar formas de estado con sujetos políticos nacionales libres que se ayuden y tejan alianzas para la libertad de los pueblos y las/os trabajadoras.

Queremos una república vasca y una república que luche con el resto de los pueblos del Estado Español por la soberanía y los derechos de los pueblos, tendrá que ser una República construida desde abajo y para los de abajo, desde el pueblo. tengan la justicia social como bandera, el feminismo como estandarte y que, poniendo el derecho a la vida y a los cuidados en el centro Una República Vasca libre y confederada con el resto de las Repúblicas de los pueblos del Estado.

Repúblicas que nacionalicen la banca y todas las empresas privatizadas, estratégicas y de servicios esenciales y las ponga al servicio de las clases populares.

Por lo tanto, se trata de poner las condiciones de que la ciudadanía de los pueblos del Estado Español teja redes y sentimientos de solidaridad y acuerdo para cambiar el modelo y régimen que nos, les gobierna. Tenemos que buscar la forma de afianzar nuestra soberanía nacional a la vez que tejemos alianzas de clase, de lucha, de confraternidad con los demás territorios de Estado español. La soberanía de los pueblos se va a enfrentar con el modelo instaurado en 1978 y sólo la lucha común y solidaria de los pueblos del Estado Español será capaz de romper el modelo nacional-centralista. las instituciones monárquicas y todo el entramado heredero de la dictadura. Y se van a enfrentar a aquellos que han sido y son muletas del régimen actual

Llega el momento de emplazarnos en los próximos meses a un debate abierto a fuerzas políticas y sindicatos de Euskal Herria en aras de construir una alternativa republicana en la que compartamos el mínimo consenso como el derecho a decidir.  Desde Antikapitalistak pondremos todo nuestro empeño y trabajo en abrir dicho debate y poner las bases para avanzar en la constitución de ese frente republicano, soberanista y anticapitalista.

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ELAren 15. kongresuari begira, Estatu independente baten eta errepublikaren aldeko apustua egin du sindikatuaren zuzendaritzak. Antikapitalistak beti argi izan dugu hau eztabaida garrantzitsua dela Euskal Herriko ezker politiko eta sindikalarentzat. Baina gure ikuspuntutik, eztabaida burujabetza soziala eta nazionala gauzatzeko estrategia baten esparrutik egin behar da.

Kontua ez da herri edo klase gisa ditugun askatasun-grinen adierazpen distiratsuak egitea. Ez da, ezta ere, subiranotasun nazionala estatu baten eraketan parekatzen dutenen artean ez dute subiranotasun spzial eta nacional hori lortzeko bidea plantetazen.

Bat gatoz eztabaida honetan parte hartzen ari diren pertsona batzuen jarrerarekin; izan ere, gure borrokaren erantzuna aurkakotasunean eta kapitalismoarekiko hausturan kokatzen da, baina onartu behar dugu horrek ezin gaituela baztertu indar-korrelazioak estatu zentralista batekiko haustura-estrategian duen garrantzia Adibide bezala, hurbileko esperientzietan, Kataluniako Errepublikaren adierazpenetan eta Kataluniako herriak, gehiengo sozial garrantzitsu bat izanik ere, Estatu horrek aurrez aurre jarritako zailtasunak ditugu izpide.

Kontua ez da Espainiako Estatuaren ezaugarriak faxista, neoliberal edo erreformaezin bezala sinplifikatzea, Estatuko beste hainbat Herri berez antisozialak izango balira bezala eta beren borroka Euskal Herriarekin, Katalunyarekin, Andaluziarekin, Galiziarekin eta Espainiako beste herri batzuekin gizarte-egoera baten eta errealitate nazionalen eta haien eskubideen onarpenaren alde batzeko gai ez balira bezala,.

Euskal Errepublika Sozialistaren aldeko adierazpenak egitea, hori lortzeko estrategia planteatu gabe, ez da Euskal Herrian gehiengoa duen alderdiak euskal nazioaz erreferentzia historiko hutsetan geratzen diren adierazpenak egiten duenaren desberdina.

Ezker alternatiboko indarrek, sindikatuek, ekintzaileek eta abar, behin eta berriz esaten dugu Euskal Herria oasi bat dela dioen mantra hori gezurra dela. Baina oinak lurrean jarri behar ditugu, eta onartu behar dugu Euskal Herria ere ez dela uharte bat, eta bizi-baldintza duinen, lan-eskubide zuzenen, aberastasunaren bidezko banaketaren aldeko borroka, osasun-sistema publiko osoa indartuko duena, hezkuntza, DSBE eta zerbitzu eta prestazio publikoak ahaztu gabe, gaur egun Espainiako lurralde-eremuan ere jokatzen direla.

Antikapitalistaken apustua Euskal Herriaren eraikuntza nazional subiranoaren aldekoa da. Egungo estatuko nazio bakoitzak askatasunez egikaritzea bere etorkizuna erabakitzeko eskubidea eta, ondoren, penintsulako gainerako herri askeekin duen harremana, langile sozialisten errepubliken konfederazio baten alde.

Bat gatoz eztabaida honetan, Errepublikari buruz hitz egiten dugunean, nazionalitateak zapaltzen dituzten estatuei, baina baita ezagutu ditugun nazio-estatuei ere, alternatiba batez hitz egiten ari garela; emakume eta gizon askeen komunitate bat nahi dugu, subiranoa, beren herriarekin eta jendearekin zerikusia duen guztia definitzeko; subiranoa, beste nazioekiko harremana erabakitzeko, berdintasunez eta esku-sartzerik gabe. Eta subiranotasuna defendatzen dugu, ez bakarrik arlo politikoan, baita arlo ekonomikoan eta antolatzailean ere. Beraz, subiranotasun osoa ez soilik estatu-ereduari dagokionez.

Guretzat, antikapitalista eta subiranista izateak ez du esan nahi sistema kapitalistaren bidegabekerien aurrean jarrera morala izatea eta euskal estatu independente batek ustez ekarriko ligukeena planteatzea. Subiranotasunaren eta demokraziaren benetako alternatiba bat eraiki nahi da arlo guztietan, soziala, politikoa eta ekonomikoa. Kontua da estrategia bat bilatzea, erabakitzeko subjektu propio bat izateko. Baina horrek ez du esan nahi askatasunak ez duenik bilatzen nazio anitzeko estatu-formarik, herrien eta/edo langileen askatasunerako lagungarri eta aliantzak egiten dituztenik.

Beraz, Espainiako Estatuko Herrietako herritarrek elkartasun- eta akordio-sareak eta -sentimenduak ehundu behar dituzte gobernatzen gaituen eredua eta erregimena aldatzeko. Gure subiranotasun nazionala sendotzeko modua bilatu behar dugu, eta, aldi berean, klase-aliantzak, borroka-aliantzak eta estatu espainiarreko gainerako lurraldeekin bat egiteko aliantzak ehundu behar ditugu.

Euskal Errepublika eta Espainiako Estatuko gainerako Herriekin herrien subiranotasunaren eta eskubideen alde borrokatuko duen errepublika nahi badugu, behetik eraikitako Errepublika izan beharko du, herritik eraikitakoa. Euskal Errepublika aske eta konfederatua Estatuko gainerako herriekin. Lehenik eta behin, gutxi batzuk baino ordezkatzen ez dituzten egungo erakunde guzti-guztiak eraistea, eta herritarrak etorkizun hobea eta bidezkoagoa asmatuko duten beste batzuk eraikitzen hastea.

Datozen hilabeteetan Euskal Herriko indar politiko eta sindikatuei irekita egongo den eztabaidarako deia egiteko unea iritsi da, erabakitzeko eskubidea bezalako gutxieneko adostasuna partekatuko duen alternatiba errepublikano bat eraikitzeko. Antikapitalistak gure ahalegin eta lan guztia jarriko dugu eztabaida hori irekitzeko eta fronte errepublikano, subiranista eta antikapitalista horren eraketan aurrera egiteko oinarriak jartzeko.

Francia : Contra el autoritarismo, por una verdadera política de salud: ¡no hay tregua estival!

(Nota del traductor: Los sindicatos SUD y CGT han convocado al personal de los sectores sanitario, médico-social y social a una huelga nacional contra la obligación de vacunación y el pase de salud. «Emitimos un aviso de huelga ilimitada a partir del 9 de agosto y llamamos a los sindicatos de CGT a organizarse y movilizarse en sus territorios», anunció la federación el miércoles 4 de agosto, en un comunicado invitando a «todas las organizaciones sindicales a la unidad más amplia posible».)

(Redacción de l´Anticapitaliste hebdo)
Esta llamada está motivada en particular por la oposición de la CGT «al pase sanitario, la obligación de vacunación y las sanciones salariales». La organización sindical también exige el levantamiento de las patentes de vacunas contra el Covid-19 y «recursos humanos y materiales acordes con las necesidades de la población».

Desde los anuncios de Emmanuel Macron el 12 de julio, el desafío a los proyectos gubernamentales, y en particular al pase sanitario, no se ha debilitado. Hay que decir que una vez más, la Macronia ha elegido la imposición y la coacción, en continuidad con lo que ha estado practicando durante 18 meses, siempre con el mismo principio: coaccionar en lugar de convencer.

Con el paso del tiempo, nos damos cuenta de cómo un pase sanitario es una aberración. Ejemplo especialmente significativo, entre muchos otros, del carácter absurdo, peligroso y discriminatorio de las medidas gubernamentales, con el requisito de presentar un pase sanitario que acredite una vacunación completa, una prueba de PCR negativa o un certificado médico de recuperación de covid para cualquier persona que acuda a una institución sanitaria, social o médico-social, excepto para una urgencia. En otras palabras, la potencial privación de la atención médica en nombre de argumentos… de salud pública. Como explica la Union syndicale de la psychiatrie (USP): «Este es un ataque extremadamente grave al acceso a la atención para las personas enfermas, al acceso a los servicios sanitarios o a los servicios sociales, creando discriminación entre quienes tienen acceso o no a vacunas. Sin embargo, como bien sabemos, aparte de las personas reacias u opuestas a la vacunación, parte de la población no tiene acceso a esta vacunación. ”

Lógica peligrosa

Si el ejemplo de acceso a las estructuras médicas y médico-sociales puede parecer «fuera de lo común», en realidad es una ilustración de la peligrosa lógica del autoritarismo gubernamental, que se observa en muchos otros casos. Así, si en estos momentos ya no es actual el principio de despido sine die, y sin ningún otro motivo, de un trabajador sin pase sanitario, estamos hablando, no obstante, de suspensiones salariales y del mantenimiento de una posibilidad de despido. Y si el gobierno dice que los controles de identidad no serán sistemáticos, sin embargo se está extendiendo una vigilancia generalizada, por no mencionar, como señala La Quadrature du net, que «los datos del pase sanitario pueden ser secuestrados por cualquiera que escanea un pase sanitario». Por último, en un momento en que los hospitales tienen una escasez de personal y se está desarrollando la cuarta ola, ¿imaginamos que las y los sanitarios que se niegan a someterse a la obligación de vacunación tendrán prohibido de forma autoritaria ejercer su profesión, lo que seguramente profundizará el caos en los hospitales?

Cuando las y los héroes se convierten en traidores

Hace un año, las y los sanitarios eran «héroes», a los que Macron quería hacer desfilar el 14 de julio y a los que quería poner medallas. Hoy, quienes dudan se han convertido casi en traidores, culpables de hacer circular la enfermedad y se ven con la amenaza de la privación de salario y luego de empleo. Hace un año, el gobierno tenía pocos escrúpulos sobre los riesgos de contagio cuando envió a las y los cuidadores «al frente», sin máscaras apropiadas, con bolsas de basura como protección por falta de ropa adecuada, y cuando la administración del hospital requería que el personal sanitario que estaba contagiado regresara al trabajo si ya no tenía síntomas. Al estigmatizar a las y los trabajadores de hospitales y, más ampliamente, a las personas reacias a vacunarse y/o al pase sanitario, el ejecutivo espera desviar la atención de sus propias responsabilidades en el nuevo aumento de la epidemia y en el deterioro de un sistema hospitalario que será aún menos capaz de hacer frente, por falta de personal y recursos, a la cuarta ola. Las promesas de recursos adicionales para el hospital y las residencias de tercera edad han sido humo, las condiciones de trabajo y acogida de pacientes siguen deteriorándose y la gestión autoritaria y represiva de la gestión se ha disparado, causando desmoralización y dimisiones.

Democracia sanitaria18:42

 
 

Contrariamente a lo que muchas y muchos editorialistas y políticos quisieran hacer creer, las decenas de miles de personas que se han movilizado desde el 12 de julio, y que continuarán haciéndolo, no son una manada de terribles reaccionarios contra las vacunas. Y si encontramos entre las y los manifestantes ciertas franjas de la extrema derecha y gente adepta de las teorías de complot/conspiración, que debemos repetir nunca serán nuestras aliadas y cuya influencia dañina pretendemos seguir combatiendo, estamos entre quienes consideran que la izquierda social y política no puede seguir desmovilizada ante la peligrosa política del gobierno.

Repitamos: la vacunación general a escala mundial es la mejor manera de frenar la pandemia; la relación beneficio-riesgo, ahora que tenemos la experiencia de más de 2.500 millones de dosis inyectadas, argumenta absolutamente en esta dirección. Pero digámoslo también: es a través del levantamiento de patentes y con políticas sanitarias ambiciosas que involucren a la población como la pandemia será derrotada, no mediante la coacción y la extensión de la vigilancia. Este es el significado de la firma del NPA del llamamiento unitario «Rechacemos el proyecto de ley de salud y las regresiones sociales» (https://nouveaupartianticapitaliste.org/arguments/politique/refusons-le-projet-de-loi-sanitaire-et-les-regressions-sociales-tribune), que establece en particular que «en nombre de la eficacia a largo plazo contra la epidemia y para preservar nuestras libertades, nos oponemos a la nueva ley [aprobada] en la Asamblea, así como a las medidas antisociales que tienen como objetivo hacer que el mundo del trabajo pague la crisis social”. Esto es lo que seguiremos defendiendo en los próximos días y semanas, también uniéndonos a iniciativas de movilización allí donde sea posible.

28/07/2021

https://lanticapitaliste.org/actualite/politique/contre-lautoritarisme-pour-une-vraie-politique-sanitaire-pas-de-treve-estivale

Traducción: F.E. para antikapitalistak.org

Ante las movilizaciones populares en Cuba y las agresiones imperialistas

Declaración del Buró ejecutivo de la Cuarta Internacional

  • ¡Fin inmediato del bloqueo económico imperialista a Cuba!
  • ¡Por una Cuba libre y soberana!
  • ¡Abajo la injerencia imperialista en Cuba!
  • ¡Por una democracia socialista en Cuba!

El pasado 11 de julio asistimos a unas protestas impulsadas por la tremenda carestía que sufre Cuba desde que Trump la situó en la lista de países terroristas, cortando las remesas de los EEUU a la isla, lo que se acrecentó con la pandemia y cortó en seco los ingresos procedentes del turismo.

Esto se da en una isla que tiene que importar gran parte de los productos que consume, sin ningún apoyo internacional (las enormes dificultades que atraviesa Venezuela también han repercutido negativamente en Cuba), algo que en algunos aspectos recuerda a los peores tiempos del “periodo especial”. Este bloqueo también impide la producción de vacunas contra la Covid-19 para los cubanos a pesar de la ayuda que Cuba ha aportado a otros países durante la pandemia.

A esto se le suman malestares de hondo calado en la isla: la diferenciación social que ha aumentado mucho en los últimos treinta años, durante los cuales el gobierno ha tratado de atraer inversiones extranjeras y ha desarrollado el sector turístico permitido un aumento de la iniciativa privada que emplea mano de obra asalariada. En una situación de escasez de bienes, la desigualdad en el acceso a los dólares estadounidenses ha amplificado aún más las desigualdades, que, sin embargo, se han mantenido mucho más bajas que en los países que han restaurado el capitalismo, como China, Vietnam y el antiguo bloque de Europa del Este. En Cuba no se ha desarrollado un importante sector capitalista local autorizado a explotar el trabajo asalariado. El sector capitalista local está ciertamente creciendo, pero no en la misma medida que en los países mencionados anteriormente. Las enmiendas de 2019 a la constitución han dejado claro que todavía existen barreras legales para el libre desarrollo del sector capitalista, en particular la limitación del número de asalariadas que puede contratar el sector privado local.

A los preocupantes efectos del aumento de la desigualdad, del bloqueo y del aumento de la producción nacional para satisfacer las necesidades de la población, se suma el desarrollo de sectas religiosas evangélicas que presionan al gobierno para limitar, por ejemplo, el pleno reconocimiento de los derechos de los LGBTQI+.

También cabe destacar la actividad de nuevas generaciones, muy conectadas a las redes sociales globales, entre las que se desarrolló una nueva generación de artistas, que no se siente en absoluto concernida por el legado de la revolución. Al mismo tiempo, va muriendo una parte importante de la generación que participó directamente en el proceso revolucionario del tercer cuarto del siglo pasado.

Este cóctel está estallando en un contexto en el que el gobierno tiene un margen de actuación muy escaso para mitigar los efectos a corto plazo de la carestía y mucha resistencia en abrir un proceso democrático de toma de decisiones que vuelva a atraer a las nuevas generaciones (el proceso constituyente del 2018-2019 fue un intento en este sentido, pero ha sido claramente insuficiente). Al favorecer métodos burocráticos, el gobierno no está haciendo ningún esfuerzo por incrementar la participación de los trabajadores, en particular para el desarrollo del control obrero en las empresas y del control ciudadano en la sociedad.

Esto explica el recurso a la represión y a la movilización de los sectores que les continúan siendo fieles para detener las protestas y el intento de recuperar al menos en la temporada de verano un cierto ingreso turístico que les aporte margen de mejora para combatir ciertos aspectos de la desafección popular. El discurso del presidente Miguel Díaz Canel el domingo 11 de julio, tras la ola de protestas que han afectado a más de una decena de ciudades del país del Este al Oeste, no es una respuesta adecuada a la situación. Aunque Díaz Canel reconozca que gran parte de los manifestantes estaba sinceramente preocupada por las dificultades de las condiciones de vida, no hizo ninguna autocrítica de su manejo de la situación haciendo únicamente hincapié en las manipulaciones del sector contrarrevolucionario que está claramente a favor de la intervención de Estados Unidos – lo que de manera evidente debe ser condenado. El llamamiento gubernamental a los revolucionarios para movilizarse en las calles en respuesta a las amenazas de los contrarrevolucionarios corre el riesgo de provocar enfrentamientos y un aumento de la represión.

No podemos desligar las protestas en Cuba de lo que está ocurriendo en otros países de América Latina en donde, con motivaciones diversas, la carestía de la vida agravada por la pandemia y medidas ultraliberales, está detrás de estallidos sociales como el colombiano reciente, como lo fueron los de Ecuador y Chile en 2019. Sin duda la pandemia ha agudizado todas las contradicciones sociales a nivel internacional y en América Latina en particular, conduciendo a una creciente exclusión social y a desigualdades cada vez mayores. A pesar de contar con una atención sanitaria ejemplar en muchos aspectos, Cuba tampoco logra escapar a los efectos económicos y sociales más perversos de la crisis global y de la pandemia. Sin embargo, las igualmente crecientes resistencias sociales latinoamericanas, al enfrentarse a los planes económicos y políticos del imperialismo para la región, juegan en favor de la quiebra del aislamiento y la preservación de la independencia política de Cuba.

Desgraciadamente, importantes sectores de la izquierda no hacen ningún análisis crítico de la situación que vive Cuba, del desgaste de su sistema político y de la desesperanza de las generaciones más jóvenes. Por el contrario, vemos en muchos países un cierre de filas acrítico en el que todo son conspiraciones imperialistas, donde no se reconoce la legitimidad de la movilización popular y se la atribuye exclusivamente a “agentes del imperialismo”. Es una obviedad que el imperialismo busca disputar el sentido de las protestas sociales al servicio de sus intereses en los diferentes conflictos internacionales de un mundo cada vez más convulso, aún más en un país que se mantiene como ejemplo de resistencia soberana para toda la región… Y que lo haga cada vez más mediante intensas campañas en las redes sociales, por las cuales intenta conducir desde afuera el descontento social, para encauzarlo hacia el derrumbe del gobierno cubano. Pero que todo sea producto de la injerencia de las grandes potencias es una postura alejada de la compleja y contradictoria realidad. Es más, esta respuesta desprecia el concurso de los sectores populares en los conflictos sociales, como si todo fuera una partida de ajedrez a la cual el pueblo nunca está invitado y donde se le considera una especie de menor de edad incapaz de tomar consciencia de sus intereses y de defenderlos.

Si bien la situación es compleja y contradictoria, desde la Cuarta Internacional, que desde los primeros tiempos ha apoyado incondicionalmente la Revolución Cubana, defendemos algunas ideas fundamentales:

– En primer lugar, condenamos y exigimos el cese inmediato del bloqueo ilegal e inhumano al que se somete al pueblo cubano. 

– Llamamos a la movilización solidaria para paliar la situación de desabastecimiento de productos básicos que sufre la isla y oponernos al bloqueo decretado por EE.UU.

– Exigimos que la administración Biden retire a Cuba de su lista de países que amparan y favorecen al terrorismo, algo fundamental, por motivos obvios, para aliviar la situación económica del país. Repudiamos las amenazas de intervención con que Biden busca alabar a la ultraderecha cubana en el exilio y los sectores republicanos más reaccionarios.

– Denunciamos la campaña de los grandes medios de comunicación internacionales que afirman falsamente que todo el pueblo cubano se levanta contra el gobierno y que éste respondería con gran brutalidad, mientras hacen la vista gorda ante las formas represivas antipopulares mucho más violentas utilizadas en países como Francia frente a los Chalecos Amarillos en 2018-2019, en Estados Unidos durante las protestas de Black Lives Matter en 2020, o en Colombia en 2021, por citar solo algunos ejemplos de una larga lista.

– Exigimos a las autoridades cubanas que respeten el derecho democrático a la protesta, el desarrollo de movimientos sociales independientes, el pluralismo político y el debate democrático, único camino para impedir que la Revolución deje de ser un ejemplo para los pueblos de América Latina y del mundo.

– Pedir la verdad acerca de las condiciones de detención y represión con el fin de detener el abuso de la fuerza y de encausar a los responsables de abusos.

– Pedimos la liberación inmediata de los detenidos en las manifestaciones del 11 de julio; siempre y cuando no hayan cometido acciones que hayan atentado contra la vida de otras personas. 

– Defendemos una Cuba soberana, independiente y con verdadera participación democrático-popular de los trabajadores en los destinos de la isla. Por una Cuba socialista y democrática.

Pensar el pasado para ir más allá del presente

Enzo Traverso

Entrevista a Enzo Traverso.

Ante las reacciones desordenadas que ha provocado la indigna redada parisina del 28 de abril de 2021, hemos pedido al historiador Enzo Traverso repensar con nosotros la temporada de conflictos entre historia, memoria, política y justicia. Entre estos términos, la gran convidada de piedra es de hecho la historia, es decir, la labor de comprensión de los acontecimientos del pasado. ¿De qué manera la detención de un puñado de hombres y mujeres de cabello cano puede ayudar a Italia a “ajustar cuentas con su historia” –si no con el propio siglo XX–, como se ha escrito?

Por un lado, tratan a estos antiguos militantes políticos como criminales comunes según los dictados de una ideología presentista de lo más tosco e ignorante. Por otro lado, convocan (impropiamente) toda la panoplia de estudios sobre la memoria (memory studies) para imponer un relato de traumatismo, basado en el paradigma de la víctima. ¿Sobre qué base se puede plantear la idea de que existe en la sociedad italiana una herida abierta en relación con la década de 1970? Como en Francia con respecto a la ocupación de Argelia, parece más bien que se trata de una utilización política explícita de la historia, que no tiene nada que ver con los verdaderos procesos sociales de elaboración de la memoria.

Esta entrevista la ha realizado Andrea Brazzoduro para la revista Zapruder con motivo de la detención, el pasado 28 de abril, de siete antiguos y antiguas militantes de la izquierda revolucionaria italiana refugiadas en Francia desde hace más de 40 años.

***

Hombres y mujeres de cabello cano, de 60 a 78 años de edad, con las manos esposadas, ingresan en celdas de seguridad antiterrorista. “Sombras rojas” es el nombre elegido para la redada que comportó, el 28 de abril de 2021, la detención de siete antiguos y antiguas militantes de la izquierda revolucionaria italiana, refugiadas en Francia desde hace años, acusadas por la justicia italiana de una serie de crímenes que van de la asociación subversiva al asesinato, cometidos, según la acusación, entre 1972 y 1982. ¿Se trata de “clausurar el siglo XX”, como escribe el diario la Repubblica?

El siglo XX está cerrado desde 1989, fecha de la caída del muro de Berlín y del final de la guerra fría. Desde entonces, el mundo ha cambiado, y junto con él, también Italia, que ya no es la que era hace 32 años. En varios aspectos, se trata de algo bastante peor: lo que los medios suelen llamar la segunda y la tercera república nos hacen lamentar la primera, fundada por hombres y mujeres que habían combatido el fascismo y creado un país nuevo. Sin embargo, la herencia del siglo XX sigue siendo aplastante y numerosos males estructurales siguen afligiendo a nuestro país. Basta pensar en la mafia, en la cuestión del Sur, en el racismo y en la corrupción. Algunos se han agravado, si pensamos en el paro juvenil y en el racismo poscolonial, mucho más fuerte desde que el país se ha convertido en tierra de inmigración.

En la segunda mitad del siglo XX, Italia accedió al mundo occidental más rico; en el transcurso de los últimos 30 años, se ha alejado de él: experimenta un declive demográfico constante, pero no quiere integrar a la inmigración y ni siquiera concede la ciudadanía a sus descendientes de segunda generación, que han nacido y viven en Italia; sus elites envejecen, pero la juventud está excluida, y la península conoce una impresionante diáspora intelectual, parecida a la de los países del Sur; las élites económicas se han enriquecido enormemente sin generar desarrollo. El diario la Repubblica es uno de los espejos más fieles de la situación, dado que ahora es el presidente de Fiat quien anuncia públicamente el nombramiento de los directores de este periódico. “Clausurar el siglo XX” significa afrontar este nudo de problemas, mientras que para la Repubblica, esto pasa más bien por la extradición de Marina Petrella, de Giorgio Pietrostefani y de algunas otras personas refugiadas.

En el ámbito de la política institucional, como en la prensa italiana, las reacciones han sido, como era de prever, unánimes: “El deber de asumir el pasado” (Ezio Mauro [periodista exdirector del diario La Stampay de la Repubblica]) “tras las heridas particularmente dolorosas” (Marta Cartabia [ministra italiana de Justicia]), etc. Tú trabajas desde hace muchos años sobre las relaciones entre historia, memoria, justicia y política (véase en particular tu utilísimo libro El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política). ¿Qué piensas de este lenguaje y de este uso de la memoria? ¿Existe realmente una herida que suturar?

Para las gentes de mi generación que han vivido aquellos años, no cabe ninguna duda de que se trata de heridas dolorosas que todavía no se han curado. Las personas exiliadas en Francia son las primeras en reconocerlo. El problema radica en saber cómo ajustar cuentas con la historia. Mario Calabresi, hijo del comisario de policía asesinado en 1972, ha declarado que la noticia de la detención de Giorgio Pietrostefani no le ha causado ningún sentimiento de alivio, de satisfacción, de reparación o de justicia, sino tan solo de pena y de vergüenza. En Italia, los medios y la cultura oficiales –eso que Althusser llamaba “los aparatos ideológicos del Estado”– no han sabido y, sobre todo, no han querido elaborar la memoria de los años de plomo. No han hecho más que acompañar las sucesivas olas de leyes especiales y de detenciones, tratando como monstruos a los enemigos del Estado.

Los arrepentidos han desempeñado sin duda su papel en este dispositivo. Los exterroristas, así como algunos historiadores, entre ellos Giovanni De Luna, figuran probablemente entre los pocos que han hecho una contribución real al conocimiento, la comprensión y, por consiguiente, a la construcción de una memoria crítica de aquellos años. Los exbrigadistas han reconocido sus delitos, a veces sus crímenes, han reflexionado sobre sus errores, se han interrogado y han intentado comprender y explicar las razones de sus decisiones. La entrevista de Rossana Rossanda y Carla Mosca a Mario Moretti (1994) es mucho más útil, a este respecto, que todos los artículos publicados por la Repubblica e Il Corriere della Sera durante medio siglo.

No son arrepentidos –una categoría jurídica monstruosa que ha tenido efectos catastróficos en la vida política y judicial italiana–, pero pasaron página hace décadas. No he leído el artículo de Ezio Mauro, pero quien posea un mínimo de honestidad intelectual debería reconocer que el deber de asumir el pasado significa algo muy distinto de una represión diferida, más de dos generaciones después de los hechos.

Estos días conmemoramos el aniversario de la Comuna de París. Tengo la impresión de que los medios y el mundo político, en Italia, continúan, 50 años después, exorcizando el terrorismo, como la cultura francesa lo hizo con la Comuna en la década de 1870. La Comuna no fue una revolución ni el producto de una crisis social y política, fue una epidemia, la propagación de un virus contagioso al que había que vencer con los métodos más drásticos. La gente comunera no tenía proyecto político, eran bestias feroces, locos sanguinarios, enemigos de la civilización, pirómanos excitados por el alcohol. La represión fue brutal, pero diez años después la Tercera República decretó una amnistía y quienes se habían exiliado o habían sido deportados pudieron volver. La Comuna incluso fue reivindicada como experiencia fundacional de la República. Me parece que en Italia el terrorismo y la violencia política de la década de 1970 siguen contemplándose con la misma mirada miope y vengativa que hace 50 años. Los terroristas son monstruos que deben pagar su deuda a la justicia. Si este es el mensaje que desean transmitir a quienes no han vivido aquellos años, a mi juicio es la peor manera de asumir el pasado.

Otro capítulo de tu ensayo sobre la historia, la memoria y la política está consagrado a la relación entre verdad y justicia. La “judicialización del pasado” (Henry Rousso) es un fenómeno inversamente proporcional al hundimiento de las expectativas, al estribillo del “fin de las ideologías”, que es el dintel teórico en que se fundamenta el realismo capitalista del que habla Mark Fisher. ¿Es esta la clave para interpretar la redada parisina?

Pensar que hoy se pueda responder, en el plano jurídico, al asesinato de Aldo Moro y de su escolta, así como al del comisario Calabresi, encarcelando a las últimas personas exiliadas, es sobre todo expresión de la ceguera y de la incomprensión a las que me refería. Pero esta ceguera y esta incomprensión no son, evidentemente, un signo de ingenuidad, ya que han estado perseguidas durante décadas. Resulta anacrónico pensar que en 2021 podemos responder judicialmente a hechos políticos que tuvieron lugar en la década de 1970. Si aceptamos el principio de su imprescriptibilidad, asimilando por consiguiente aquellos hechos a crímenes contra la humanidad, entramos en un entramado de contradicciones muy difícil de desentrañar. ¿Pietrostefani y Petrella son equiparables a Eichmann? En 1946, Palmiro Togliatti, ministro de Gracia y Justicia del primer gobierno republicano y secretario del Partido Comunista Italiano (PCI), promulgó una amnistía para personas que se habían declarado culpables de los peores crímenes fascistas durante la guerra civil de los años 1943 a 1945. ¿Cómo justificar el encarnizamiento persecutorio, décadas después, con los y las protagonistas de los años de plomo que se refugiaron en Francia?

Desde la Antigüedad –pensemos en las guerras del Peloponeso–, la amnistía siempre ha puesto fin a las guerras civiles y a las crisis políticas marcadas por la violencia. La ley de amnistía promulgada por Togliatti en 1946 se inscribía en una tendencia general y tenía equivalentes en toda Europa. Colaboracionistas y exfascistas ocupaban jefaturas de policía, comisarías y oficinas gubernamentales en todo el continente hasta la década de 1970. En Italia, como ha subrayado el historiador Paul Ginsborg, a comienzos de la década de 1960, todos los delegados territoriales del gobierno habían sido altos cargos del régimen fascista. En España, durante la transición democrática que tuvo lugar 40 años después del final de la guerra civil, la amnistía benefició tanto a antifascistas en el exilio como a responsables del régimen franquista.

El final del siglo XX vio nacer en Sudáfrica una nueva mirada, diferente, para tratar de hacer frente al pasado y curar sus heridas. Finiquitada la apartheid, este país creó unas comisiones de la verdad y la justicia que descartan las investigaciones judiciales y las condenas penales a cambio del establecimiento de la verdad. El ejemplo sudafricano ha sido emulado por numerosos países, especialmente en América Latina, desde Perú hasta Colombia. Estas experiencias históricas no son iguales, está claro, pero el principio sí es fecundo para salir de una crisis y asumir el pasado.

En Italia, este principio jamás se ha debatido. La paradoja italiana es que las únicas personas que han contado sus experiencias son exbrigadistas y exmiembros de organizaciones armadas, no sus enemigos. El Estado no ha hecho nada, o casi nada, por dilucidar las tentativas de golpe de Estado, las infiltraciones neofascistas, las desviaciones de los servicios secretos, la práctica de la estrategia de la tensión, la violencia neofascista que se benefició de protección por parte de los aparatos de Estado y que causó muchas más víctimas que el terrorismo de izquierda. Nadie ha reclamado jamás al Estado que explique los cientos de muertes (militantes, jóvenes, estudiantes, trabajadoras y trabajadores) que hubo aquellos años a manos de la policía. Quienes reivindican el deber de asumir el pasado deberían plantearse estas cuestiones.

De todos modos, esta patología italiana tiene una explicación. El Estado es inflexible contra sus enemigos, pero muy acomodaticio o complaciente con la violencia ejercida por sus propios agentes y representantes. Hay que ocultar los intentos de golpe de Estado y la colusión del aparato de Estado con los grupos neofascistas que ponen bombas en los trenes; la persecución de las y los terroristas de izquierda, por el contrario, refuerza la solidez de las instituciones. Esto no solo ocurre en Italia. Numerosos estudios han mostrado cómo, en la República Federal de Alemania, las penas infligidas a miembros de la Rote Armee Fraktion (RAF) sobrepasan de lejos las que se pronunciaron entre 1949 y 1979 contra exnazis.

Cuando hablamos de memoria, siempre simplificamos: la memoria es compleja, heterogénea, dividida. Hay la memoria de exterroristas y la de sus víctimas (y la posmemoria de sus descendientes); hay la memoria colectiva de los movimientos sociales, hoy dormida o extinguida; hay la memoria cultural que configura la esfera pública; y hay también la memoria de las instituciones, la memoria del Estado, que en todo este asunto es probablemente la más reticente. Esto explica también por qué quienes se refugiaron en Francia, hace algunas décadas, no han querido entregarse a una justicia que no ocultaba su voluntad perseguidora y ofrecía muy pocas garantías de imparcialidad. Una justicia que no parecía creíble, como demostró Carlo Ginzburg en un célebre ensayo sobre el proceso Sofri. Basta pensar en el papel desempeñado por los arrepentidos en numerosos procesos. No creo que se pueda decir simplemente que las personas que se refugiaron escaparon de la justicia.

En las últimas líneas de la introducción de otro de tus ensayos fundamentales (2007), mencionas brevemente tu experiencia de “militante revolucionario” en la segunda mitad del siglo XX, cuando el mundo parecía atravesar una nueva guerra civil. ¿No falta el contexto en el relato entonado a coro tras el anuncio de las detenciones? ¿Contra quién y por qué luchaban estos hombres y mujeres?

Sí, falta el contexto: estamos hablando de hechos que se remontan a más de 40 años atrás, o sea, dos generaciones, pero que todavía no se han historificado. Aún no se han depositado en un pasado común, esclarecido, explicado y sobre todo al que se pueda atribuir un sentido. Las personas refugiadas reconstruyeron su existencia en medio de grandes dificultades; han reflexionado sobre su experiencia; siguen mirando a los ojos a su conciencia. Las víctimas y sus familias se han quedado con su dolor. Pero la historificación –la elaboración del pasado para hacerlo entrar en la historia– significa precisamente ir más allá de los sentimientos. Es la condición para que esos mismos sentimientos puedan ser acogidos en un espacio colectivo, en una conciencia histórica, en la conciencia de que ha concluido un ciclo. Tengo la impresión de que en Italia la justicia ha sido un obstáculo frente a esta elaboración del duelo, a un proceso de reconstrucción del pasado que permita finalmente tener una conciencia histórica del mismo.

La violencia política de los años setenta del siglo pasado formaba parte de una temporada política que concluyó con una derrota de la izquierda, del movimiento obrero, de los movimientos alternativos. Nunca se ha elaborado esa derrota. Ese pasado ha sido rechazado. Algunos decenios más tarde, el congreso en que el PCI decidió cambiar de nombre no aparece como su Bad Godesberg, sino más bien como una ceremonia de exorcismo. Podríamos hablar perfectamente, en términos psicoanalíticos, de rechazo. Los años de plomo quedaron engullidos en este rechazo y han ingresado en un pasado diabolizado, pero aun así confuso (con archivos incompletos o inexplorados), y no en nuestra conciencia histórica.

Sin embargo, no quiero eludir la cuestión personal, aunque totalmente secundaria. Me acuerdo bien de la década de 1970, que fue la de mi juventud. Participé en mi primera manifestación en 1973, cuando tenía 16 años. Nunca me ha tentado el terrorismo y siempre he criticado la opción por la lucha armada, no por principio, sino porque me parecía estratégica y tácticamente equivocada. A partir de 1979, gran parte de mi actividad política ha consistido en participar en asambleas y manifestaciones contra la represión. No me gustaba el eslogan de “ni con las Brigadas Rojas, ni con el Estado”, pues establecía una ecuación entre dos entidades incomparables que no podían combatirse con los mismos métodos.

Retrospectivamente, creo que es evidente no solo que la adopción de la lucha armada fue nefasta y suicida, sino también que contribuyó, en gran medida, a sofocar los movimientos de protesta y a eternizar una conflictividad política difusa. Las Brigadas Rojas habían nacido en un periodo de lucha como componente del movimiento obrero, un grupo que se consideraba vanguardia y practicaba la acción ejemplar o la propaganda por el acto para radicalizar el conflicto social. Desde hacía por lo menos un siglo habían aparecido ya tendencias similares en varios países, especialmente en el seno del anarquismo. Un historiador como Mike Davis ha elaborado un repertorio impresionante al respecto.

En Italia, estas prácticas habían pasado por la criba de la memoria de la Resistencia y de la cultura comunista, de ahí que –y esto no es un detalle– las Brigadas Rojas (al igual que la RAF) no detonaban bombas, sino que seleccionaban sus objetivos. Poco a poco, para escapar de la represión policial, y por tanto por razones prácticas que solo se teorizaron después, las Brigadas Rojas se transformaron en una organización clandestina, separada de los movimientos, que libraba por su cuenta la guerra contra el Estado. Así se vio arrastrada a una espiral cuya salida no podía ser sino su aniquilación por el Estado. Una parte de la izquierda radical se hizo ilusiones de que podía cabalgar o utilizar el terrorismo: las Brigadas Rojas desarticularían el Estado, había que estar preparados para los levantamientos que seguirían. Estos cálculos estaban equivocados y el precio de estos errores ha sido muy alto. Pero esta es una sabiduría retrospectiva.

Yo era trotskista, es decir, formaba parte de un movimiento que criticaba la lucha armada. La practicaba en otras partes, como por ejemplo en América Latina, con resultados a menudo desastrosos, pero este es otro debate. El trotskismo era muy minoritario en Italia, donde fue intelectualmente insignificante en comparación con la creatividad teórica del obrerismo y políticamente marginal con respecto a los movimientos que experimentaban prácticas novedosas, como Lotta Continua. El trotskismo, sin embargo, tenía una conciencia histórica más profunda, que te ponía en guardia frente a determinados riesgos, como una especie de vacuna. Pero constatar esto no supone reivindicar méritos.

En aquellos años, la adhesión a un grupo político, sobre todo entre la gente muy joven, no solo era el resultado de una opción ideológica, sino que dependía de mil circunstancias, a menudo disparatadas (las emociones y las formas de socialización desempeñan un papel muy importante en política) y a veces puramente accidentales. No tengo ningún reparo en admitir que en circunstancias diferentes, pero perfectamente posibles, yo me habría visto no solo con un casco en una manifestación, sino también con un arma en la mochila. Así que no puedo sentirme ajeno a esta historia y pienso que, con un mínimo de honestidad intelectual, decenas de miles de personas de mi generación deberían hacer lo mismo.

Has vivido en Francia durante muchos años antes de volver a emigrar, esta vez a Estados Unidos. La redada del 28 de abril, ¿tiene que ver más con las próximas elecciones presidenciales francesas o forma parte de la lógica interna de la política italiana?

Creo que las personas italianas refugiadas en Francia son objeto de un mercadeo político harto mezquino. Mario Draghi quiere legitimarse como hombre de Estado y demostrar que en pocas semanas ha logrado lo que los gobiernos italianos llevaban reclamando desde hace años. En la perspectiva de su futura elección a la presidencia de la República, la maniobra es astuta. Emmanuel Macron desea confirmar de nuevo el giro autoritario que le lleva ahora, con vistas a una eventual reelección, a mostrarse más represivo que la derecha e incluso la extrema derecha.

Cero indulgencia con las y los terroristas, ni siquiera quienes han dejado de serlo desde hace más de 40 años, que nunca se han escondido, que respetan las leyes del país en que viven legalmente desde hace décadas, donde han echado raíces y donde han gozado de hospitalidad. Nadie, ni siquiera Marine Le Pen, le ha pedido que extradite a las personas refugiadas italianas. Probablemente ha pensado que con esta medida añade credibilidad a su combate contra el islamoizquierdismo. Al igual que la gran mayoría de políticos que nos gobiernan, a Macron le preocupan los sondeos de opinión, y para nada el deseo de afrontar el pasado. Para ganar elecciones, estaría dispuesto a todas las políticas de la memoria.

22/05/2021

https://www.contretemps.eu/italie-histoire-memoire-politique-justice/

Traducción: viento sur

Bibliografía

Davis, Mike (2007), Les héros de l’enfer (con prefacio de Daniel Bensaïd), Textuel, París

Fisher, Mark (2017), Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?, Caja Negra, Buenos Aires

Ginsborg, Paul (2006 [1989]), Storia d’Italia dal dopoguerra a oggi, Einaudi, Turín

Ginzburg, Carlo (1993), El juez y el historiador, Muchnik, Barcelona

Moretti, Mario; Mosca, Carla; Rossanda, Rossana (1994), Brigate rosse una storia italiana, Anabasi, Milán

Rousso, Henry (1998), La hantise du passé. Entretien avec Philippe Petit, Textuel, París

Traverso, Enzo (2009), A sangre y fuego: de la guerra civil europea, Prometeos Libros, Buenos Aires

Traverso, Enzo (2007), El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política, Marcial Pons, Madrid

 

Las sentencias destapan que Tubacex infló las pérdidas para llevar a cabo los despidos

La pericial de ELA, la única propuesta por los sindicatos, ha sido determinante en el resultado de las sentencias que declaran nulos los despidos presentados por la dirección. La empresa ahora dispone de cinco días para reincorporar a los 129 trabajadores y trabajadoras. En caso de que la empresa no adopte dichas medidas, ELA estudiará continuar con la huelga.

Las sentencias de TTI y Acería Alava del TSJPV que declaran nulos los despidos de 129 trabajadores y trabajadoras de Tubacex demuestran que la empresa actuó fraudulentamente; tal como se recoge en el cuerpo de las dos sentencias:

“los datos contables que aporta la empresa no reflejan con veracidad el estado económico de la mercantil (…) lo cierto es que se produce un aumento ficticio de la situación negativa, que no puede tomarse en cuenta para ponderar adecuadamente la situación económica de la empresa en el ejercicio 2020”.

“Las referencias a posibles pérdidas futuras, a medio o largo plazo, tampoco permiten calificar el despido de justificado. En esta materia nos movemos ante meras hipótesis, que no se han planteado, ni mucho menos, con la debida robustez argumentaria y probatoria”

Lo que vienen a decir las sentencias es que Tubacex ha inflado las pérdidas para llevar a cabo los despidos, cuestión de extrema gravedad que vamos a analizar al detalle por si la empresa incurre en algún otro tipo de responsabilidad.

En definitiva, la pericial practicada desmonta todos los argumentos de la empresa, y demuestra que no existen ni causas económicas, ni productivas, ni organizativas, tal como recogen expresamente las sentencias.

El objetivo de Tubacex ha sido claramente aprovecharse de la situación creada por la crisis sanitaria para precarizar las condiciones de trabajo de las plantillas. Cuestión que, desgraciadamente, no es aislada, siendo práctica habitual sobre todo entre las grandes empresas que se ha llenado los bolsillos antes del Covid.

Queremos felicitar a la plantilla de Tubacex, que lleva en huelga desde el 11 de febrero, ya que sin duda ha sido el elemento revulsivo para que hoy tengamos estas sentencias encima de la mesa. La empresa ahora dispone de cinco días para reincorporar a los 129 trabajadores y trabajadoras. Exigimos el cumplimiento inmediato del fallo de las sentencias, que dicen:

“Condena a la empresa demandada a reponer a los trabajadores/as afectados en el trabajo efectivo en su empresa, en las mismas condiciones en que venían desempeñando sus servicios antes del despido colectivo”. En caso de que la empresa no adopte dichas medidas, ELA estudiará continuar con la huelga.

Hoy es más necesaria que nunca la derogación íntegra de las reformas laborales que dan carta blanca a las empresas y facilitan los despidos. Emplazamos a los partidos políticos que se han pronunciado en contra de las reformas laborales a pasar de las palabras a los hechos.

Por ELA Sindikatua