Por un decrecimiento ecosocialista

Claude Monet, Waterloo Bridge, London
Michael Löwy
Bengi Akbulut
Sabrina Fernandes
Giorgos Kallis

El decrecimiento y el ecosocialismo son dos de los movimientos -y propuestas- más importantes del lado radical del espectro ecológico. Por supuesto, no todos los miembros de la comunidad del decrecimiento se identifican como socialistas, y no todos los ecosocialistas están convencidos de la conveniencia del decrecimiento. Pero se observa una tendencia creciente de respeto mutuo y de convergencia. Intentemos trazar un mapa de las grandes áreas de acuerdo entre nosotros, y enumeremos algunos de los principales argumentos a favor de un decrecimiento ecosocialista:

1. El capitalismo no puede existir sin crecimiento. Necesita una expansión permanente de la producción y el consumo, la acumulación de capital, la maximización del beneficio. Este proceso de crecimiento ilimitado, basado en la explotación de los combustibles fósiles desde el siglo XVIII, está conduciendo a la catástrofe ecológica, al cambio climático, y amenaza con la extinción de la vida en el planeta. Las veintiséis Conferencias de la ONU sobre el Cambio Climático de los últimos treinta años manifiestan la total falta de voluntad de las élites gobernantes para detener el rumbo hacia el abismo.

2. Cualquier alternativa real a esta dinámica perversa y destructiva tiene que ser radical, es decir, debe enfrentarse a las raíces del problema: el sistema capitalista, su dinámica explotadora y extractiva, y su búsqueda ciega y obsesiva del crecimiento. El decrecimiento ecosocialista es una de esas alternativas, en confrontación directa con el capitalismo y el crecimiento. El decrecimiento ecosocialista requiere la apropiación social de los principales medios de (re)producción y una planificación democrática, participativa y ecológica. Las principales decisiones sobre las prioridades de producción y consumo serán decididas por las propias personas, con el fin de satisfacer las necesidades sociales reales respetando los límites ecológicos del planeta. Esto significa que las personas, a distintas escalas, ejercen un poder directo para determinar democráticamente qué se debe producir, cómo y cuánto; cómo remunerar los distintos tipos de actividades productivas y reproductivas que nos sostienen a nosotros y al planeta. Garantizar un bienestar equitativo para todos no requiere un crecimiento económico, sino cambiar radicalmente la forma en que organizamos la economía y distribuimos la riqueza social.

3. Es ecológicamente indispensable un decrecimiento significativo de la producción y el consumo. La primera y urgente medida es la eliminación gradual de los combustibles fósiles, así como del consumo ostentoso y despilfarrador de la élite rica del 1%. Desde una perspectiva ecosocialista, el decrecimiento debe entenderse en términos dialécticos: muchas formas de producción (como las instalaciones de carbón) y servicios (como la publicidad) no sólo deben reducirse, sino suprimirse; algunas, como los coches privados o la ganadería, deben reducirse sustancialmente; pero otras necesitarían desarrollarse, como la agricultura agroecológica, las energías renovables, los servicios sanitarios y educativos, etc. En sectores como la sanidad y la educación, este desarrollo debería ser, ante todo, cualitativo. Incluso las actividades más útiles tienen que respetar los límites del planeta; no puede existir una producción “ilimitada” de ningún bien.

4. El “socialismo” productivista, tal como lo practicaba la URSS, es un callejón sin salida. Lo mismo ocurre con el capitalismo “verde” que defienden las empresas o los principales “partidos verdes”. El decrecimiento ecosocialista es un intento de superar las limitaciones de los experimentos socialistas y “verdes” del pasado.

5. Es bien sabido que el Norte Global es históricamente responsable de la mayor parte de las emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera. Por tanto, los países ricos deben asumir la mayor parte del proceso de decrecimiento. Al mismo tiempo, no creemos que el Sur Global deba intentar copiar el modelo productivista y destructivo de “desarrollo” del Norte, sino que debe buscar un enfoque diferente, haciendo hincapié en las necesidades reales de las poblaciones en términos de alimentación, vivienda y servicios básicos, en lugar de extraer más y más materias primas (y combustibles fósiles) para el mercado mundial capitalista, o producir más y más coches para las minorías privilegiadas.

6. El decrecimiento ecosocialista implica también la transformación, mediante un proceso de deliberación democrática, de los modelos de consumo existentes -por ejemplo, el fin de la obsolescencia planificada y de los bienes no reparables-; de los modelos de transporte, por ejemplo, reduciendo en gran medida el transporte de mercancías en barcos y camiones (gracias a la relocalización de la producción), así como el tráfico aéreo. En definitiva, es mucho más que un cambio en las formas de propiedad, es una transformación civilizatoria, una nueva “forma de vida” basada en valores de solidaridad, democracia, igualdad-libertad y respeto a la Tierra. El decrecimiento ecosocialista señala una nueva civilización que rompe con el productivismo y el consumismo, a favor de la reducción del tiempo de trabajo y, por tanto, de más tiempo libre dedicado a actividades sociales, políticas, recreativas, artísticas, lúdicas y eróticas.

7. El decrecimiento ecosocialista sólo puede ganar a través de una confrontación con la oligarquía fósil y las clases dominantes que controlan el poder político y económico. ¿Quién es el sujeto de esta lucha? No podemos superar el sistema sin la participación activa de la clase trabajadora urbana y rural, que constituye la mayoría de la población y ya está soportando el peso de los males sociales y ecológicos del capitalismo. Pero también tenemos que ampliar la definición de la clase obrera para incluir a las que se encargan de la reproducción social y ecológica, las fuerzas que ahora están al frente de las movilizaciones ecosociales: las jóvenes, las mujeres, los pueblos indígenas y las campesinas. Una nueva conciencia social y ecológica surgirá a través del proceso de autoorganización y resistencia activa de las explotadas y oprimidas.

8. El decrecimiento ecosocialista forma parte de la familia más amplia de otros movimientos ecologistas radicales y antisistémicos: el ecofeminismo, la ecología social, el Sumak Kawsay (el “Buen Vivir” indígena), el ecologismo de los pobres, la Blockadia, el Green New Deal (en sus versiones más críticas), entre muchos otros. No buscamos ninguna primacía, sólo pensamos que el ecosocialismo y el decrecimiento tienen un marco diagnóstico y pronóstico compartido y potente que ofrecer junto a estos movimientos. El diálogo y la acción común son tareas urgentes en la dramática coyuntura actual.

1 de abril 2022

Michael Löwy, director de investigación emérito, CNRS, París, autor de Qu’est-ce que l’Ecosocialisme? (París, Le Temps des Cérises, 2020); Bengi Akbulut, Universidad de Concordia, Montreal; Sabrina Fernandes, doctora en sociología, organizadora ecosocialista, becaria posdoctoral en la Rosa Luxemburg Stiftung y productora de Tese Onze. Giorgos Kallis, profesor del ICTA-Barcelona, y autor de The Case for Degrowth (Polity Press, 2020).

Traducción: viento sur de Monthly Review

COP26: Basta de blablabla, sólo la lucha pagará

(Daniel Tanuro)

Militante de Gauche Anticapitaliste, sección belga de la Cuarta Internacional

Traducción: Punto de Vista Internacional

Fuente: Escrita para el sitio web de Cuarta Internacional, esta contribución retoma algunos extractos de la introducción del libro » Luttes écologiques et sociales dans le monde. Le rouge s’allie au vert«, editado por Daniel Tanuro y Michael Löwy, Textuel (se publicará a finales de octubre de 2020)
El creciente número de catástrofes climáticas en todo el mundo es el resultado de un calentamiento de 1,1° a 1,2° centígrados «sólo» en comparación con la era preindustrial. De la lectura del informe especial del IPCC[1] sobre 1,5°C, cualquier lector razonable concluirá que hay que hacerlo todo, absolutamente todo, para mantener la Tierra muy por debajo de este nivel de calentamiento. Más allá de eso, los riesgos aumentan muy rápidamente[2].  Existe incluso la posibilidad creciente de que una cascada de retroalimentaciones positivas haga que el planeta se incline irreversiblemente hacia un régimen que acabe por elevar el nivel del mar trece metros o incluso varias decenas de metros por encima del actual[3]. Una distopía inimaginable… ¡ciertamente incompatible con la existencia de siete mil millones de seres humanos en la Tierra!
Dado el tiempo perdido desde la Cumbre de la Tierra (Río, 1992) -y desde París-, no es seguro que el límite de 1,5°C pueda seguir respetándose (al ritmo actual de emisiones, se superará hacia… ¡2030!). Lo que es absolutamente cierto, sin embargo, es que la carrera hacia el abismo no puede detenerse sin salirse del productivismo inherente a la economía de mercado. Como bien dijo Greta Thunberg, «la crisis climática y ecológica simplemente no puede resolverse dentro de los sistemas políticos y económicos actuales. No es una opinión, es simplemente una cuestión de matemáticas»[4].  Dado que la COP26 se mantiene «en el marco de los sistemas económicos y políticos actuales», el pronóstico es claro: la conferencia de Glasgow no detendrá la catástrofe más que las anteriores.
¿Significa esto que podemos ignorar lo que ocurrirá en Escocia? No, hay temas importantes en la agenda de la cumbre. Por ejemplo: ¿cuántos países aumentarán el nivel de sus ambiciones climáticas? ¿en qué medida se reducirá la brecha entre los compromisos de los países y lo que debería hacerse a nivel mundial para salvar el clima?[5] en los compromisos de los principales contaminadores, ¿cuál será la proporción respectiva de las reducciones reales de las emisiones nacionales, la «compensación de carbono» mediante sumideros forestales, la captura-secuestro y las llamadas inversiones limpias en los países del Sur?[6] ¿se pondrá en práctica el «nuevo mecanismo de mercado» para el carbono adoptado en principio por la COP21 y cómo[7]?  ¿Cumplirán por fin estos países su promesa de aportar cien mil millones de dólares anuales al Fondo del Clima para ayudar al Sur global a afrontar el reto climático? ¿Seguirán haciendo oídos sordos a los países pobres que exigen compensaciones por las crecientes «pérdidas por daños» que el calentamiento global está imponiendo a la población? Y así sucesivamente.
Estas cuestiones serán objeto de un intenso pulso entre los representantes de los Estados, en función de sus intereses económicos y rivalidades geoestratégicas. Todo esto tendrá que ser analizado en detalle para sacar lecciones sobre el estado del capitalismo y la agudeza de su crisis sistémica. Sin olvidar que las movilizaciones de los movimientos sociales pueden pesar en el resultado, en ciertos puntos y hasta cierto punto. Esto no carece de importancia. Por ejemplo, no está de más poner obstáculos a la «compensación de carbono», y si se pudiera prohibir este sistema, sería una victoria importante. Sin embargo, no debemos hacernos ilusiones: en general, la COP26 se mantendrá «dentro de los sistemas políticos y económicos actuales», como dice Greta Thunberg. Así que podemos ser categóricos: Glasgow básicamente no resolverá NADA.

Más energías renovables… y más emisiones

A este punto de vista radical, a veces se le objeta que la irrupción de las energías renovables podría ofrecer una salida a la crisis. Este avance es realmente real, principalmente en el sector de la generación de energía. En los últimos veinte años, la proporción de las energías renovables en la combinación energética mundial ha aumentado una media anual del 13,2%. El precio del kWh verde se ha vuelto muy ventajoso (especialmente en la eólica terrestre y la fotovoltaica). Según la AIE, en la próxima década, más del 80% de las inversiones en el sector eléctrico se destinarán a las energías renovables. Pero es completamente erróneo concluir que «el proceso mundial de abandono de los combustibles fósiles ya está muy avanzado», como escribió recientemente la Comisión Europea[8]. De hecho, esta afirmación es una auténtica mentira. En diez años, la cuota de los combustibles fósiles en el mix energético mundial ha disminuido solo de forma imperceptible: del 80,3% en 2009 al 80,2% en 2019; en veinte años, solo la cuota del carbón ha disminuido, pero muy ligeramente (-0,3% de media anual); la del gas natural ha aumentado un 2,6% y la del petróleo un 1,5% (de 2014 a 2019)[9]. ¡No hay el más mínimo indicio del comienzo de una «eliminación global» de los combustibles fósiles! Por eso, las emisiones mundiales de CO2 siguen aumentando inexorablemente (salvo la crisis de 2008 y la pandemia de 2020).
¿Por qué hay más renovables y más emisiones fósiles al mismo tiempo? Porque las renovables no sustituyen a los combustibles fósiles: sólo cubren una parte creciente del consumo energético mundial. Este consumo sigue creciendo al mismo ritmo que la acumulación de capital (la creciente digitalización y la complejización de las cadenas de valor internacionales, en particular, son dos dinámicas muy intensivas en energía[10]). La política climática burguesa tiene, pues, dos caras, como Jano. En el lado de la cancha, los gobiernos capitalistas compiten entre sí con bonitas declaraciones sobre la «transición energética» y la «neutralidad del carbono inspirada en la mejor ciencia». Pero sus compromisos tienen más que ver con favorecer a las empresas que se lanzan al mercado de las tecnologías verdes que con salvar el clima. Por eso, en el patio trasero, estos mismos gobiernos tiran del freno de la «transición» cada vez que es necesario para mantener el crecimiento del PIB. Así, la ley del beneficio prevalece sobre las leyes de la «mejor ciencia» de la física. Esto es lo que han puesto de manifiesto las tensiones sobre el suministro de energía en China.

Cuando el precio de la energía sube en el taller del mundo…

El contexto es bien conocido: la naciente potencia china pretende imponerse como líder geoestratégico mundial. Esta ambición se ha vuelto inseparable de una política climática «responsable», como el capitalismo verde. Por eso Xi Jiping prometió en Davos que las emisiones de su país empezarían a bajar antes de 2030; un poco más tarde, incluso añadió que China dejaría de construir centrales eléctricas de carbón en el extranjero. Hasta aquí el patio trasero. Al otro lado de la valla, apenas se había secado la tinta de los periódicos que informaban de estas declaraciones cuando Pekín aumentó la producción de carbón en Mongolia Interior en un 10%. La coincidencia de unos objetivos climáticos «más ambiciosos» y la recuperación posterior a la crisis del COVID han motivado esta decisión. Los pedidos de productos fabricados en China llegan a raudales, lo que provoca una relativa escasez de electricidad. Las exportaciones rusas de combustibles fósiles -especialmente de gas, que también es una carga para Europa- son insuficientes para tapar el agujero. Así que los precios están subiendo… lo que amenaza la recuperación mundial. La estanflación es una amenaza. Por ello, Pekín está reactivando sus minas de carbón.
El análisis que hace el Financial Times de la situación es claro: «China, al igual que otros mercados energéticos que se enfrentan a la escasez, debe realizar un acto de equilibrio: utilizar el carbón para mantener la actividad al tiempo que muestra su compromiso con los objetivos de descarbonización. En vísperas de la COP26, esto suena incómodo (¡sic!) pero la realidad a corto plazo es que China y muchos otros no tienen más remedio que aumentar el consumo de carbón para satisfacer la demanda de electricidad»[11].
Cabe señalar que los competidores de Estados Unidos y Europa se han cuidado de no criticar la decisión china. Por una razón obvia: una subida incontrolada de los precios de la energía en el taller del mundo capitalista tendría consecuencias en cascada en todo el mundo. Los dirigentes chinos también son muy pragmáticos: aunque han impuesto un embargo al carbón australiano -para castigar a Canberra por su postura respecto a Taiwán, Hong Kong y otras cuestiones-, hacen la vista gorda cuando los cargueros australianos descargan su carbón en los puertos chinos… Conclusión: no hay que fiarse de las promesas climáticas de los políticos capitalistas, aunque se cubran con la bandera del «comunismo». Al final, es el capital el que tendrá la última palabra, no el clima. En la República Popular China, como en otros lugares.

… ¡se queman más fósiles en nombre de la «transición ecológica»!

Estas tensiones en el mercado energético ponen de manifiesto las contradicciones insolubles de la «transición energética» capitalista. De hecho, China es el principal proveedor mundial de paneles fotovoltaicos (la mayoría de los cuales se fabrican en Xinjiang, con trabajo forzado). También es el principal productor de esas «tierras raras» cuya explotación y transformación requieren grandes cantidades de energía y que son indispensables para muchas tecnologías verdes… Mientras la humanidad está al borde del abismo climático, la lógica capitalista del beneficio lleva así a este absurdo evidente: hay que quemar más carbón, y por tanto emitir más CO2… para mantener los beneficios… ¡de los que depende la transición a las renovables!
Como China es el «taller del mundo», el problema es inmediatamente global. ¿Cuáles serán las repercusiones en la política climática general? Se supone que la COP 26 debe «aumentar las ambiciones». Esto puede hacerse sobre el papel, para convencer a la gente de que la situación está bajo control. Pero hay un largo camino por recorrer. Ya un reciente informe de la ONU señala que 15 países (entre ellos Estados Unidos, Noruega y Rusia) proyectan que la producción de combustibles fósiles en 2030 ¡será más del doble del límite compatible con el Acuerdo de París! En total, en 2030 se superaría el límite en un 240% en el caso del carbón, un 57% en el del petróleo y un 71% en el del gas[12].
Preguntado por el Financial Times, un experto no cree que «la escasez de carbón y el aumento del precio de la energía sean un problema coyuntural y a corto plazo en China». Más bien, dice, el episodio pone de relieve «los retos estructurales a largo plazo de la transición a sistemas energéticos más limpios». Tiene razón. El reto estructural es el siguiente: no hay más margen de maniobra, las emisiones tienen que reducirse inmediatamente, de forma radical. Por lo tanto, no basta con decir que las renovables podrían sustituir a los combustibles fósiles. Tenemos que decir cómo vamos a compensar las emisiones adicionales que se derivan del hecho de que haya que utilizar combustibles fósiles para fabricar los convertidores de energía renovable, sobre todo al principio. Técnicamente, este reto sólo puede superarse reduciendo la producción global y el transporte[13]. Socialmente, esta solución técnica sólo puede plantearse a su vez compartiendo masivamente el trabajo, el tiempo y la riqueza necesarios. Volveremos sobre ello en la conclusión, pero está claro que las dos ramas -técnica y social- de la solución son totalmente incompatibles con la lógica capitalista de la competencia de mercado. Es en este contexto donde hay que examinar las promesas de «neutralidad del carbono».

La verdadera cara de la «neutralidad del carbono» y los «acuerdos verdes”

Desde que Trump cedió el testigo a Biden, los principales contaminadores del mundo han declarado su intención de lograr la «neutralidad del carbono» para 2050 (2060 para Rusia y China) aplicando diversas variedades de «acuerdos verdes». Pero esta neutralidad del carbono, en la práctica, es un engaño. En teoría, el concepto se basa en la idea de que es imposible eliminar por completo todas las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, por lo que habrá que compensar un residuo eliminando el carbono de la atmósfera. Pero en la práctica, los capitalistas y sus representantes políticos llegan a la conclusión de que pueden enviar al infierno las drásticas reducciones de emisiones que se necesitan con urgencia, porque un día en el futuro, un deus ex machina tecnológico eliminará de la atmósfera no un «sobrante» sino 5, 10, incluso 20Gt de CO2 cada año. Como resultado, mientras que la Unión Europea y Estados Unidos deberían reducir sus emisiones en al menos un 65% para 2030 (para mantenerse por debajo de 1,5°C y cumplir con sus responsabilidades históricas), sus compromisos de «neutralidad de carbono» sólo consisten en «reducirlas» en un 55% y un 50-52% respectivamente[14].
En esta estrategia subyace un escenario completamente descabellado: llamado «rebasamiento temporal», consiste en dejar que el mercurio suba por encima de 1,5°C mientras se apuesta a que la «Ciencia» enfriará más tarde la Tierra con «tecnologías de emisiones negativas» (TNE)[15].  Sin embargo, (1) la mayoría de estos NETs sólo están en fase de prototipo o demostración; (2) estamos muy cerca del punto de inflexión de la capa de hielo de Groenlandia, que contiene suficiente hielo para elevar el nivel del mar en siete metros[16]; y (3) por lo tanto, suponiendo que los NETs funcionen, es muy posible que se desplieguen después de que se haya iniciado un proceso masivo de ruptura del hielo. En este caso, los daños serán evidentes: el rebasamiento «temporal» habrá provocado un cataclismo final…
Supongamos, sin embargo, que el rebasamiento temporal sigue siendo muy limitado (lo que exigiría, en cualquier caso, reducciones de emisiones mucho más severas que las que se están debatiendo actualmente): en este caso, dejando de lado todo cataclismo, ¿cómo sería el mundo con la estrategia de «crecimiento» de la «neutralidad del carbono»? Podemos hacernos una idea de las propuestas de la Agencia Internacional de la Energía (AIE)[17].  Son edificantes. De hecho, para esperar conseguir «cero emisiones netas» en 2050, según la AIE, necesitaríamos duplicar el número de centrales nucleares; aceptar que una quinta parte de la energía mundial siga procediendo de la combustión de combustibles fósiles (que emiten 7,6Gt de CO2/año); capturar y almacenar esas 7,6Gt de CO2 cada año en el subsuelo en depósitos geológicos (cuya estanqueidad no puede garantizarse); dedicar 410 millones de hectáreas a monocultivos industriales de biomasa energética (¡esto representa un tercio de la superficie agrícola en cultivo permanente! ); utilizar esta biomasa en lugar de combustibles fósiles en las centrales eléctricas y otras instalaciones de combustión (de nuevo capturando el CO2 emitido y almacenándolo bajo tierra); producir hidrógeno «azul» a partir del carbón (¡de nuevo capturando el CO2!) y esperar que la electrólisis del carbón sea un éxito. ) con la esperanza de que la electrólisis industrial del agua permita producir más adelante hidrógeno «verde» a un precio competitivo; duplicar el número de grandes presas; y… seguir destruyendo todo -incluso la Luna- para monopolizar las «tierras raras» imprescindibles para las gigantescas inversiones que se harán en «tecnologías verdes». ¿Quién quiere vivir en ese mundo?

Políticas de mercado, desastre social y ecológico garantizados

La AIE tiene un plan, otros tienen planes, pero no se trata de una planificación. El neoliberalismo obliga, y se supone que el mercado debe coordinar la marcha hacia la «neutralidad del carbono», mediante impuestos, incentivos y una generalización del sistema de derechos de emisión negociables. La Unión Europea está a la vanguardia con su plan «Fit for 55». Pionera en la aplicación de los derechos de emisión en sus principales sectores industriales, la UE los extenderá a los sectores de la construcción, la agricultura y la movilidad. Cuanto más mal aislada esté la casa o más contaminante sea el vehículo, mayor será el aumento de precio para los consumidores. Las rentas bajas se verán penalizadas. Las economías del Sur también se verán penalizadas -y sus poblaciones a través de ellas- mediante la «compensación de carbono» y los impuestos fronterizos sobre el carbono. Y todo ello por un plan que (a no ser que hagamos trampas) ni siquiera alcanzará su inadecuado objetivo, inalcanzable por los mecanismos del mercado.
Se podría decir que reducir las emisiones en un 52 o 55% es mejor que nada[18]. Sin duda, pero en contra de lo que dicen incluso algunos especialistas[19]), planes como «Fit for 55» no «van en la buena dirección». Desde el punto de vista climático, no nos sitúan en la senda de mantenernos por debajo de los 1,5 grados de calentamiento: hay una brecha importante entre la senda del 55% y la del 65% de reducción para 2030, y esta brecha no puede cerrarse después, ya que el CO2 se acumula en la atmósfera. Socialmente, planes como «Fit for 55» tampoco van en la buena dirección, ya que suponen una acentuación de los mecanismos coloniales de dominación, la mercantilización de la naturaleza y las políticas neoliberales a costa de las clases trabajadoras. Pero no hay tiempo para cometer errores. Para «ir en la dirección correcta», hay que fijar el rumbo correcto desde el primer paso.

Sí, es una simple cuestión de matemáticas

Volvamos a la cita de Greta Thunberg al principio de este artículo. La joven activista sueca tiene toda la razón al decir que es «una simple cuestión de matemáticas». Las cifras de la ecuación climática son perfectamente claras: 1°) mantenerse por debajo de 1,5°C requiere una reducción del 59% de las emisiones globales netas de CO2 para 2030 y una reducción del 100% para 2050[20]; 2°) el 80,2% de estas emisiones se deben a la quema de combustibles fósiles; 3°) en 2019, los combustibles fósiles seguían cubriendo el 84,3% de las necesidades energéticas de la humanidad (se sabe desde hace años que se prevé que 9/10 partes de las reservas permanezcan bajo tierra, ¡pero la explotación y la exploración continúan como si nada! ); 4°) las infraestructuras fósiles (minas, oleoductos, refinerías, terminales de gas, centrales eléctricas, etc.), cuya construcción no se ralentiza, ¡o apenas! 5°) el valor del sistema energético de los combustibles fósiles se estima en 1/5 del PIB mundial, pero, amortizado o no, este sistema debe ser desechado, ya que las renovables requieren uno nuevo.
Así pues, con tres mil millones de personas que carecen de lo básico y el 10% más rico de la población que emite más del 50% del CO2 mundial, la «simple cuestión matemática» conduce a una serie de implicaciones políticas sucesivas:
– Dejar los fósiles en el suelo y cambiar el sistema energético manteniéndose por debajo de 1,5°C y dedicando más energía a satisfacer los derechos legítimos de los pobres es estrictamente incompatible con la continuación de la acumulación capitalista;
– la catástrofe sólo puede ser detenida por un movimiento doblemente planificado, que reduzca la producción global reorientándola para servir a las necesidades humanas reales, democráticamente determinadas, respetando los límites naturales;
– Este doble movimiento pasa necesariamente por la supresión de la producción inútil o nociva y de los transportes superfluos, y por la expropiación de los monopolios de la energía, de las finanzas y de la agroindustria;
– los capitalistas obviamente no quieren esta conclusión: según ellos, es criminal destruir el capital, incluso para evitar un monstruoso cataclismo humano y ecológico;
– La alternativa es, por tanto, dramáticamente sencilla: o bien una revolución permite a la humanidad liquidar el capitalismo para reapropiarse de las condiciones de producción de su existencia, o bien el capitalismo liquidará a millones de inocentes para continuar su curso bárbaro en un planeta mutilado, y quizás invivible.
Estas implicaciones estratégicas no significan que podamos repetir simplemente «una solución, la revolución». Quieren decir que no hay nada que esperar de los gobiernos neoliberales, de sus COP, de su sistema y de sus «leyes». Durante más de treinta años, los responsables han afirmado haber comprendido la amenaza ecológica, pero no han hecho casi nada. O, mejor dicho, han hecho mucho: sus políticas de austeridad, privatización, desregulación, ayudas para maximizar los beneficios de las multinacionales y apoyo al agronegocio han fragmentado las conciencias, erosionado la solidaridad, arruinado la biodiversidad y desfigurado los ecosistemas, al tiempo que nos han empujado al borde del abismo climático. Estos políticos no son más que gestores al servicio de la lógica de la muerte del capital. Es inútil esperar convencerlos de otra política: en el mejor de los casos, sólo pueden retroceder ante determinadas correlaciones de fuerza.

La esperanza está en las luchas

Es necesaria una alternativa y, por tanto, un programa de reivindicaciones. No existe una solución acabada, sino que hay que elaborarla paso a paso, partiendo del movimiento real. Para ello, no debemos preocuparnos principalmente por el nivel de conciencia de las clases trabajadoras, sino por proponer (el inicio de) una respuesta global coherente a la situación objetiva diagnosticada por la física del clima. En resumen: necesitamos un plan para mantenernos por debajo de 1,5°C de calentamiento dejando los fósiles en el suelo, sin rebasamiento temporal, sin compensación de carbono y salvando la biodiversidad; un plan que excluya las tecnologías peligrosas como la BECCS y la nuclear; un plan que desarrolle la democracia, difunda la paz, respete la justicia social y climática (principio de responsabilidades y capacidades diferenciadas); un plan que fortalezca el sector público; un plan que haga que el 1% pague por producir menos, transportar menos y compartir más: trabajo, riqueza y recursos. Este plan debe eliminar la producción innecesaria y perjudicial, garantizando al mismo tiempo la reconversión colectiva de los trabajadores en actividades útiles, sin pérdida de salario; debe, en particular, sacarnos de la agroindustria y de la industria cárnica y llevarnos a la agroecología. Es evidente que se trata de un plan anticapitalista. Pero su fuerza es que es vital, en el sentido literal de la palabra: es indispensable para salvar la vida.
No tiene sentido negarlo: hoy estamos lejos de ese plan. Se necesitará mucha determinación y firmeza para convencer a la gente, superando las derrotas sufridas por nuestro campo social. Los obstáculos a superar son terriblemente numerosos. En una situación así, no se puede descartar el peligro de la desesperación masiva. Pero la estupefacción melancólica no resuelve nada. Como decía Gramsci, sólo se puede predecir la lucha, no su resultado. No olvidemos las terribles lecciones del siglo XX: bajo el capitalismo, lo peor siempre es posible. Así que debemos seguir repitiendo: sólo la lucha colectiva puede invertir la tendencia y nunca es demasiado tarde para luchar. Por supuesto, lo que se pierde se pierde, y las especies extinguidas no volverán. Pero por mucho que nos adentremos en la catástrofe, la lucha siempre puede reabrir el camino de la esperanza.
Para luchar debemos ser conscientes, no sólo de los terribles peligros, sino también de lo que puede reforzar la alternativa. La propia magnitud del peligro puede fortalecernos, siempre que veamos en él la posibilidad de un cambio revolucionario necesario. La asombrosa crisis de legitimidad del sistema y de sus representantes nos refuerza: han dejado crecer la catástrofe ecológica sin hacer nada, aunque estaban informados. Los diagnósticos de la ciencia del cambio climático nos refuerzan: argumentan objetivamente a favor de un plan como el expuesto. La creciente movilización de la juventud internacional nos fortalece: se levantan contra la destrucción del mundo en el que tendrán que vivir mañana. La nueva ola feminista nos fortalece: su lucha contra la violencia difunde una cultura del cuidado, lo contrario de la mercantilización de los seres. La admirable resistencia de los pueblos indígenas nos fortalece: su visión del mundo puede ayudarnos a establecer otras relaciones con la naturaleza. Las luchas de los campesinos nos fortalecen: al decir no al agronegocio, ponen en práctica cada día modos de producción alternativos. Podemos ganar la batalla ética y mover montañas.
Se trata de articular y hacer converger las luchas contra todas las formas de explotación y opresión y de hacer circular los conocimientos que las acompañan. Esta confluencia es decisiva. Es la única manera de poner en marcha un movimiento tan masivo que permita vislumbrar de nuevo la posibilidad concreta de un cambio profundo de la sociedad, a la vez ecológico, social, feminista y ético. En el contexto actual, una poderosa corriente social será sin duda indispensable para que el mundo del trabajo y sus organizaciones rompan el compromiso productivista con el crecimiento capitalista, que los está mutilando. En cualquier caso, esta ruptura es un reto importante: no ganaremos la batalla por la Tierra si los productores no se levantan contra el productivismo. Tenemos que prepararnos para este levantamiento. A través de discursos y reivindicaciones que combinan lo rojo y lo verde (en particular la reducción masiva de la jornada laboral sin pérdida de salario), pero esto no es suficiente: hay que multiplicar las iniciativas concretas para reunir y poner en red a las izquierdas sindicales, ecologistas, feministas, campesinas e indígenas.
En este contexto, hay que prestar especial atención a las luchas territoriales contra los megaproyectos productivistas que destruyen la naturaleza y las personas. Es aquí donde lo social y lo medioambiental se enfrentan al reto de superar las barreras que el capital levanta entre ellos. Naomi Klein, en su libro sobre la crisis climática, ha propuesto llamar a estas luchas con el término general de Blockadia[21]. Es en el crisol de esta «Blockadia ecológica», y en su convergencia con una «Blockadia social» del tipo de los «Chalecos Amarillos», donde surgirá una alternativa a la apisonadora del Capital: un proyecto ecosocialista para vivir bien en esta Tierra, para limpiarla de las manchas del capital, y nosotros con ella.

Desastre en Grecia… Los Incendios

Grecia Incendios: “El desastre en Grecia fue comparativamente mayor que en cualquier otro país de la región”
 
(Antonis Ntavanellos)

Una mirada retrospectiva a los dramáticos incendios que asolaron Grecia este verano.

El saldo de este desastroso mes de agosto, en el que las temperaturas y la sequía han alcanzado niveles récord, incluso para un país caliente y seco como Grecia, es literalmente trágico: enormes incendios incontrolables en la isla de Eubea, Ática, el Peloponeso y otras regiones han reducido unas 600.000 hectáreas de tierra boscosa a cenizas. Esta pérdida masiva es aún mayor para un país como Grecia, en el que la proximidad entre los espacios verdes libres y la población es la más baja de todos los países europeos.

Consecuencias dramáticas

Las consecuencias visibles son ya graves: miles de personas han perdido sus hogares, mientras que aún más han perdido sus empleos (gente trabajadora en la ganadería, la agricultura, la apicultura, pequeñas empresas de turismo familiar, etc.). Pero las consecuencias invisibles son aún más amenazantes: sabemos que las olas de calor del verano son seguidas de lluvias en otoño, y cuando esto sucede, las montañas, despojadas de sus bosques, amenazan a pueblos y pequeños pueblos con inundaciones y deslizamientos de tierra.

En el paisaje mediterráneo, la desaparición de los bosques generalmente va acompañada de la pérdida de tierras fértiles, porque la corrosión relacionada con los vientos y la lluvia las transforma en roca. Las grandes ciudades, y en particular Atenas, también se enfrentarán a graves problemas. Durante los incendios de este año, se quemaron los últimos “pulmones verdes” de Ática y las difíciles condiciones de vida en esta capital anárquica de 5 millones de habitantes se volverán aún más difíciles, especialmente para las y los pobres que se acumulan en los densos barrios del centro de la ciudad y los suburbios occidentales. No es casualidad que, desde hace algún tiempo, la gente rica haya abandonado sus residencias tradicionales del centro para establecerse en las barriadass de nueva construcción de la costa norte y sur.

Pánico del gobierno

Ante esta catástrofe, el gobierno de Kyriakos Mitsotakis reaccionó con pánico. Abandonó todos los esfuerzos para contener los incendios (en la isla de Eubea no se detuvieron hasta que llegaron al mar) y envió sucesivas directivas a la población de las aldeas, e incluso a las pequeñas ciudades amenazadas, para que evacuaran de inmediato. Esta “bandera blanca” de rendición de la máquina estatal se hizo tan obvia que una gran parte de la población no cumplió con las órdenes de evacuación, a pesar de la amenaza.

Las y los pobres, y especialmente la juventud, sin la formación ni los medios adecuados, se quedaron y lucharon para salvar sus aldeas, a sus semejantes, animales y campos. Todo lo que se salvó, incluyendo grandes partes de los bosques, se salvó gracias a su sacrificio, el arduo trabajo de los pocos bomberos y grupos de voluntarios que se apresuraron a ayudar.

Al día siguiente, Kyriakos Mitsotakis intentó blanquear a su gobierno centrándose en la amenaza de la crisis climática. Este reconocimiento público de la amenaza, aunque muy tardío, es correcto: la prolongada ola de calor y la sequía de este año fueron una experiencia sin precedentes, incluso en comparación con el caluroso y seco verano griego. Pero cuando Kyriakos Mitsotakis junto a las y los representantes del gobierno lo afirman, es pura hipocresía. La crisis climática no es un fenómeno nuevo. Numerosos informes del Servicio Forestal y del Departamento de Bomberos advirtieron al gobierno que las condiciones climáticas previstas transformarían los bosques de pinos del centro y sur de Grecia en materiales inflamables. En realidad, cuando los políticos de derecha comienzan a referirse a la crisis climática, no es solo la hipocresía tradicional (y esperada) del gobierno. Están preparando el terreno ideológico para que los proyectos de “reconstrucción” después del desastre estén en línea con la orientación neoliberal de Nueva Democracia.

Buitres del mercado

La “política verde” de Mitsotakis equivale a ceder la gestión forestal, la gestión del espacio público e incluso la gestión de desastres naturales al sector privado y a los sectores empresariales.

Hace veinte o treinta años, dijeron que la única respuesta viable a la austeridad y el desempleo era “liberar el mercado”. En la misma línea, ahora afirman que la única respuesta viable a la crisis climática es “liberar” los esfuerzos del capital para actividades comerciales en bosques, montañas, aguas y aire. En la isla de Eubea, el gobierno pide ahora a los buitres del mercado que desempeñen un papel de liderazgo en la reconstrucción de la región destruida. Entre estos buitres hay grandes empresas de construcción que, antes de los incendios forestales, habían declarado su interés por la construcción de enormes “granjas eólicas” en los densos bosques del norte de la isla. El rechazo de sus ofertas anteriores por parte del servicio forestal y los municipios locales (incluso los controlados por el partido gobernante) ahora alimenta las sospechas de los habitantes del norte de Eubea sobre la posibilidad de que todo haya sido un incendio criminal organizado.

No hay necesidad de teorías de conspiración para entender que las políticas establecidas han jugado un papel de pirómano. Los desastrosos incendios de este verano adquirieron grandes proporciones porque la crisis climática fue acompañada de años de severa austeridad y recortes presupuestarios en el sector público, especialmente en la parte del sector público que se refiere a las condiciones de vida de los pobres.

El departamento de bomberos terminó con 250 (!) bomberos en sus unidades motorizadas y 1.200 bomberos en sus unidades de “infantería”, ¡para cubrir las necesidades de todo el país! Hasta el año pasado, estos cuerpos se complementaban con bomberos “de temporada” que no estaban realmente entrenados. Fueron contratados para el verano y luego despedidos. Este año, el gobierno se negó a renovar la contratación de 5.000 bomberos “de temporada”, a pesar de las advertencias sobre los peligros extremos esperados.

Incendios cada vez más desastrosos

En cuanto a los aviones de extinción de incendios, absolutamente necesarios dado el relieve geográfico particular de Grecia, solo hay 15 aviones Canadair obsoletos (de los cuales solo se ha demostrado que vuelan 8), y solo hay 250 bomberos para atender a todas las necesidades, tanto en tierra como en el aire.

La reducción del personal y de los equipos de extinción de incendios ha llevado a un aumento considerable de los efectos de combustión anual de cada “megaincendio” en los años posteriores a la gran crisis económica: de 2.430 hectáreas de tierra consumidas por “megaincendios” en 2008, se alcanzaron 8.100 hectáreas para cada uno de ellos en 2020. Los incendios forestales se han vuelto más desastrosos debido a la reducción de los recursos y del personal disponibles para que la sociedad los haga frente.

Esta escandalosa verdad es aún peor si tenemos en cuenta los peligros que representan los recortes de gasto en otros sectores relevantes: por ejemplo, en el campo de la limpieza de bosques y áreas periféricas, o en el campo del mantenimiento de la red eléctrica, que en muchos casos es responsable de desencadenar incendios.

El resultado final es que, en  el “test extremo” de este año, el desastre en Grecia fue comparativamente mayor que en cualquier otro país de la región. La tierra consumida por el fuego solo se puede comparar con la de la vecina Turquía (600.000), un país cuyo tamaño es seis veces mayor que el de Grecia.

10/09/2021

 

Al borde del precipicio: el escenario que no modela el IPCC

(Daniel Tanuro)

El Grupo de Trabajo 1 del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio climático en inglés) ha presentado su informe sobre la base física, una contribución al Sexto Informe de Evaluación del Clima, previsto para principios de 2022. El informe y su resumen están redactados con el estilo y el vocabulario precisos de las publicaciones científicas que realizan afirmaciones objetivas. Sin embargo, nunca antes un informe de expertos en calentamiento global había provocado semejante angustia a partir del análisis de los hechos a la luz de las ineludibles leyes de la física.

Terribles perspectivas…

La angustia proviene, en primer lugar, del contexto: las terribles inundaciones e incendios que están sembrando la desolación, la muerte y el miedo en los cuatro rincones del planeta son precisamente lo que el IPCC lleva advirtiendo desde hace más de treinta años, y ante lo que los gobiernos han hecho poco o nada. También se debe al hecho enorme de que, incluso si la COP26 (que se celebrará en Glasgow en noviembre) decidiera poner en práctica el más radical de los escenarios de estabilización estudiados por los científicos del clima, es decir, el que garantiza la reducción más rápida de las emisiones de CO2 y anula las emisiones globales netas a más tardar en 2060, reduciendo también las emisiones de otros gases de efecto invernadero), la humanidad seguiría enfrentándose a unas perspectivas terribles. En resumen:

  • Se superaría el tope de París. La temperatura media global de la superficie aumentaría probablemente 1,6°C (+/-0,4) entre 2041 y 2060 (en comparación con la era preindustrial) y luego disminuiría entre 2081 y 2100 a 1,4°C (+/-0,4).
  • Obsérvese que sólo se trata de promedios: es casi seguro que la temperatura en la tierra aumentará más rápido que en la superficie del océano (probablemente entre 1,4 y 1,7 veces más rápido). También es casi seguro que el Ártico seguirá calentándose más rápido que la media mundial (muy probablemente más del doble).
  • Algunas regiones de latitudes medias y semiáridas, y la región de los monzones en Sudamérica, tendrán los mayores aumentos de temperatura en los días más calurosos (de 1,5 a 2 veces la media mundial), mientras que el Ártico tendrá los mayores aumentos de temperatura en los días más fríos (3 veces la media mundial).
  • En tierra, las olas de calor que solían producirse una vez cada diez años se producirán cuatro veces cada diez años, y las que solían producirse sólo una vez cada cincuenta años se producirán casi nueve veces en el mismo periodo.
  • Es muy probable que el calentamiento adicional (en comparación con los 1,1 °C actuales) intensifique los fenómenos de precipitación extrema y aumente su frecuencia (globalmente, un 7% más de precipitaciones por 1 °C de calentamiento). También aumentarán la frecuencia y la fuerza de los ciclones tropicales intensos (categorías 4-5). Se espera que las precipitaciones intensas y las inundaciones asociadas se intensifiquen y sean más frecuentes en la mayor parte de África y Asia, América del Norte y Europa. Las sequías agrícolas y ecológicas también serán más graves y frecuentes en algunas zonas (en todos los continentes excepto en Asia), en comparación con 1850-1900.
  • Ni que decir tiene que este calentamiento adicional (de 0,5 °C+/-0,4 respecto a la actualidad) seguirá amplificando el deshielo del permafrost y, por tanto, la liberación de metano. Esta retroalimentación positiva del calentamiento no está totalmente incorporada en los modelos (que, a pesar de su creciente sofisticación, siguen subestimando la realidad).
  • Es probable que el calentamiento del océano durante el resto del siglo XXI sea de 2 a 4 veces mayor que entre 1971 y 2018. La estratificación, la acidificación y la desoxigenación del océano seguirán aumentando. Los tres fenómenos tienen consecuencias negativas para la vida marina. Tardarán milenios en revertirse.
  • Es casi seguro que los glaciares de las montañas y de Groenlandia seguirán derritiéndose durante décadas, y es probable que el deshielo también continúe en la Antártida;
  • También es casi seguro que el nivel del mar subirá entre 0,28 y 0,55 m en el siglo XXI, en comparación con el período 1995-2014. En los próximos 2.000 años, es probable que siga subiendo, entre 2 y 3 metros, y luego el movimiento continuará. Como resultado, en la mitad de los lugares con mareógrafos, los eventos de marea excepcionales que se observaban una vez por siglo en el pasado reciente se observarán al menos una vez al año, aumentando la frecuencia de las inundaciones en las zonas bajas.
  • Podrían producirse eventos poco probables pero de muy alto impacto a nivel global y local, incluso si el calentamiento se mantiene dentro del rango probable en el escenario radical (+1,6 ° +/-0,4 °C). Incluso con este escenario de 1,5 °C, no se pueden descartar respuestas abruptas y puntos de inflexión, como el aumento del deshielo en la Antártida y la muerte de los bosques.
  • Uno de esos acontecimientos, improbable pero posible, es el colapso de la Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC). Su debilitamiento es muy probable en el siglo XXI, pero la magnitud del fenómeno es una incógnita. Lo más probable es que un colapso provoque cambios bruscos en los climas regionales y en el ciclo del agua, como un desplazamiento hacia el sur del cinturón de lluvias tropicales, el debilitamiento de los monzones en África y Asia, el fortalecimiento de los monzones en el hemisferio sur y la desecación de Europa.

… en el mejor de los casos?

Este informe nos obliga a enfrentarnos a la realidad: estamos literalmente al borde. Más aún debido a que, repitámoslo e insistamos en ello: 1) las proyecciones de subida de los océanos no incluyen los fenómenos de ruptura de los casquetes polares, que no son lineales y, por tanto, no pueden modelizarse, y que tienen el potencial de convertir la catástrofe en cataclismo de forma rápida; 2°) todo lo anterior es lo que el GIEC cree que ocurrirá si los gobiernos del mundo deciden poner en práctica el más radical de los escenarios de reducción de emisiones estudiados por los científicos, el destinado a no superar los 1,5 °C (demasiado).

Detallar los impactos de los otros escenarios haría este texto innecesariamente pesado. Contentémonos con una indicación, relativa al nivel del mar: en la hipótesis de mantenimiento del statu quo, “no se excluye” una subida de 2 metros en 2100 y de 5 metros en 2150. Y a largo plazo, a lo largo de dos mil años, para un calentamiento de 5 °C, los mares subirían inevitable e irreversiblemente (en la escala de tiempo humana) de… ¡19 a 22 metros!)

Empecemos de nuevo. Los gobiernos no aplican el más radical de los escenarios que se les propone. Sus planes climáticos (las “contribuciones determinadas a nivel nacional”) nos llevan actualmente a un calentamiento de 3,5 °C. A cien días de la COP26, sólo unos pocos socios han “aumentado sus ambiciones”… pero ni mucho menos hasta los niveles necesarios de reducción de emisiones. La UE, campeona del clima, ha fijado un objetivo de reducción del 55% para 2030, cuando se necesita un 65%.

Una simple cuestión matemática, y su conclusión política

Greta Thunberg dijo en una ocasión que “la crisis climática y ecológica simplemente no puede resolverse dentro de los sistemas políticos y económicos actuales. Esto no es una opinión, es simplemente una cuestión de matemáticas”. Tenía toda la razón. Basta con mirar las cifras para darse cuenta de ello:

1°) el mundo emite unas 40GT de CO2 al año;

2°) el presupuesto de carbono (la cantidad de CO2 que aún puede emitirse a nivel mundial para no superar los 1,5 °C) es sólo de 500Gt (para una probabilidad de éxito del 50%; para el 83%, es de 300Gt);

3°) según el informe especial del IPCC sobre 1,5 °C, para lograr cero emisiones netas de CO2 en 2050 es necesario reducir las emisiones mundiales en un 59% antes de 2030 (65 % en los países capitalistas desarrollados, dada su responsabilidad histórica)

4°) El 80 % de estas emisiones se deben a la combustión de combustibles fósiles que, a pesar del bombo político y mediático sobre la irrupción de las renovables, todavía cubrían en 2019… el 84 % (!) de las necesidades energéticas de la humanidad;

5°) las infraestructuras fósiles (minas, oleoductos, refinerías, terminales de gas, centrales eléctricas, fábricas de automóviles, etc.) -cuya construcción no se ralentiza, o apenas se ralentiza- son equipos pesados, en los que se invierte capital durante unos cuarenta años. Su red ultracentralizada no puede adaptarse a las renovables (necesitan otro sistema energético descentralizado): debe ser destruida antes de que los capitalistas la amorticen, y las reservas de carbón, petróleo y gas natural deben permanecer bajo tierra.

Por tanto, sabiendo que 3.000 millones de seres humanos carecen de lo esencial y que el 10 % más rico de la población emite más del 50 % del CO2 mundial, la conclusión es inevitable: cambiar el sistema energético para mantenerse por debajo de 1,5 °C, dedicando al mismo tiempo más energía a la satisfacción de los derechos legítimos de los pobres, es estrictamente incompatible con la continuación de la acumulación capitalista que genera destrucción ecológica y crecientes desigualdades sociales.

La catástrofe sólo puede detenerse de forma digna para la humanidad mediante un doble movimiento consistente en reducir la producción mundial y reorientarlo radicalmente para que sirva a las verdaderas necesidades humanas, las de la mayoría, determinadas democráticamente. Este doble movimiento pasa necesariamente por la supresión de la producción inútil o nociva y por la expropiación de los monopolios capitalistas, en primer lugar de la energía, las finanzas y la agroindustria. También requiere una reducción drástica de las extravagancias de consumo de los ricos. En otras palabras, la alternativa es dramáticamente simple: o la humanidad liquida el capitalismo, o el capitalismo liquida a millones de personas inocentes para continuar su curso bárbaro en un planeta mutilado y tal vez invivible.

Bandidos unidos a favor de las tecnologías de emisiones negativas

Ni que decir tiene que los amos del mundo no quieren liquidar el capitalismo… Entonces, ¿Qué harán? Dejemos de lado a los negacionistas del clima como Trump, esos seguidores de Malthus que apuestan por un neofascismo de los combustibles fósiles, una inmersión en la barbarie planetaria a costa de los pobres. Dejemos también de lado a los Musk y a los Bezos, esos obscenos multimillonarios que sueñan con abandonar la nave Tierra convertida en invivible por sus codiciosos roedores capitalistas. Centrémonos en los otros, más astutos, aquellos -los Macron, Biden, Von der Leyen, Johnson, Xi Jiping…- que lucharán como bandidos por un acuerdo en Glasgow que les de ventaja sobre los competidores, pero se pegarán ante los medios de comunicación para intentar persuadirnos de que todo está bajo control.

Para escapar de esa alternativa que hemos citado más arriba ¿qué proponen estos señores? En primer lugar, por supuesto, hacen que los consumidores se sientan culpables y pidiéndoles que cambien su comportamiento, so pena de sanciones. A continuación, un conjunto de trucos: algunos, francamente burdos (el hecho de no tener en cuenta las emisiones del transporte aéreo y marítimo internacional, por ejemplo) y otros, más sutiles, pero no más eficaces (por ejemplo, la afirmación de que la plantación de árboles -en el Sur global- permitiría absorber suficiente carbono para compensar de forma sostenible las emisiones fósiles de CO2 del Norte). Pero más allá de estos trucos, todos estos gestores políticos del capital creen ahora (o fingen creer) en una solución milagrosa: aumentar la cuota de las tecnologías de baja emisión de carbono (nombre en clave de la energía nuclear, sobre todo de las microcentrales) y, sobre todo, desplegar las llamadas tecnologías de emisiones negativas (RTE o CDR, por sus siglas en inglés), que supuestamente enfriarán el clima eliminando enormes cantidades de CO2 de la atmósfera para almacenarlo bajo tierra. Esta es la hipótesis de la superación temporal del umbral de peligro de 1,5 °C.

No es necesario insistir en la energía nuclear después de Fukushima. En cuanto a las tecnologías de emisiones negativas, la mayoría de ellas sólo están en fase de prototipo o demostración, y sus efectos sociales y ecológicos prometen ser formidables (más adelante hablaré de ello). Sin embargo, se nos hace creer que salvarán el sistema productivista/consumista y que el libre mercado se encargará de desplegarlos. En realidad, este escenario de ciencia ficción no tiene como objetivo principal salvar el planeta: tiene como objetivo principal salvar la vaca sagrada del crecimiento capitalista y proteger los beneficios de los principales responsables del desorden: las multinacionales del petróleo, el carbón, el gas y la agroindustria.

El IPCC: entre la ciencia y la ideología

¿Y qué piensa el GIEC de esta locura? Las estrategias de adaptación y mitigación no forman parte de las competencias del Grupo de Trabajo 1 [GT1, que ha emitido el informe hecho público]. Sin embargo, hace consideraciones científicas que deberían ser tenidas en cuenta por los demás Grupos de Trabajo del GIEC. En cuanto a las RTE, el IPCC tiene cuidado de no precipitarse. El resumen para los responsables políticos afirma:

“La eliminación del CO2 antropogénico de la atmósfera (eliminación del dióxido de carbono, CDR) tiene el potencial de eliminar el CO2 de la atmósfera y almacenarlo de forma sostenible (sic) en depósitos (alta confianza)”. El texto continúa diciendo que “el CDR tiene como objetivo compensar las emisiones residuales para lograr cero emisiones netas de CO2 o, si se aplica a una escala en la que las eliminaciones antropogénicas superen las emisiones antropogénicas, para reducir la temperatura de la superficie”.

Evidentemente, el resumen del GT1 respalda la idea de que las tecnologías de emisiones negativas no sólo podrían desplegarse para capturar las “emisiones residuales” de los sectores en los que la descarbonización es técnicamente difícil (por ejemplo, la aviación): también podrían aplicarse a gran escala, para compensar el hecho de que el capitalismo mundial, por razones que no son técnicas sino de beneficio, se niega a abandonar los combustibles fósiles. El texto continúa exaltando los beneficios de este despliegue masivo como medio para lograr emisiones netas negativas en la segunda mitad del siglo:

“La CDR que conduce a emisiones globales netas negativas reduciría la concentración atmosférica de CO2 y revertiría la acidificación de la superficie del océano (confianza alta)”.

El resumen hace una advertencia, pero es críptica: “Las tecnologías CDR pueden tener efectos potencialmente generalizados sobre los ciclos biogeoquímicos y el clima, que pueden debilitar o aumentar el potencial de estos métodos para eliminar el CO2 y reducir el calentamiento, y también pueden influir en la disponibilidad y calidad del agua, la producción de alimentos y la biodiversidad (confianza alta).”

Evidentemente, no está claro que las RTE sean tan eficaces, ya que algunos “efectos” podrían “debilitar (su) potencial para eliminar el CO2”. La última parte de esta frase se refiere a los impactos sociales y ecológicos: la bioenergía con captura y secuestro de carbono (la RTE más madura en la actualidad) sólo podría reducir significativamente la concentración de CO2 en la atmósfera si se utilizara una superficie equivalente a más de una cuarta parte de las tierras cultivadas permanentemente en la actualidad para producir energía a partir de biomasa, a costa de los suministros de agua, la biodiversidad y/o la alimentación de la población mundial1.

Así, por un lado, el GT1 del IPCC se basa en las leyes físicas del sistema climático para decirnos que estamos al borde del abismo, a punto de volcar irreversiblemente en un cataclismo inimaginable; por otro lado, objetiviza y banaliza la carrera político-tecnológica por la que el capitalismo intenta, una vez más, posponer ante sí el antagonismo irreconciliable entre su lógica de acumulación ilimitada de beneficios y la finitud del planeta. “Nunca antes un informe de expertos en calentamiento global había provocado semejante angustia a partir del análisis de los hechos a la luz de las ineludibles leyes de la física”, hemos escrito al principio de este artículo. Nunca antes un informe de este tipo había ilustrado tan claramente que un análisis científico que considera la naturaleza como un mecanismo y las leyes del beneficio como leyes de la física no es realmente científico sino cientifista, es decir, al menos parcialmente ideológico.

Por tanto, el informe del GT1 del IPCC debe leerse teniendo en cuenta que es tanto lo mejor como lo peor. Lo mejor, porque proporciona un diagnóstico riguroso del que extraer excelentes argumentos para acusar a los gobernantes y a sus representantes políticos. Lo peor, porque siembra tanto el miedo como la impotencia… ¡de la que se benefician los pudientes, los ricos, aunque el diagnóstico les acuse! Su ideología cientificista ahoga el espíritu crítico en la avalancha de datos. Así, desvía la atención de las causas sistémicas, con dos consecuencias: 1°) la atención se centra en el “cambio de comportamiento” y en otras acciones individuales, llenas de buena voluntad pero patéticamente insuficientes; 2°) en lugar de ayudar a salvar la brecha entre la conciencia ecológica y la social, el cientificismo la mantiene.

Ecologizar lo social y socializar la ecología es la única estrategia que puede detener la catástrofe y reavivar la esperanza de una vida mejor. Una vida de cuidado de las personas y los ecosistemas, ahora y a largo plazo. Una vida sobria, alegre y con sentido. Una vida que los escenarios del GIEC nunca modelan, en la que la producción de valores de uso para la satisfacción de necesidades reales, determinadas democráticamente en el respeto a la naturaleza, sustituye a la producción de bienes para el beneficio de una minoría.

10 de agosto 2021

Empleo y transición ecosocialista

Erakunde ekologista eta sindikalek Gobernuaren ereduaren aurrean trantsizio ekologikorako proposamen zehatzak aurkeztu dituzte

  • Zazpi eragile politiko, sozial eta sindikalek txosten bat egin dute, behar den trantsizio ekologiko erreala gauzatuz sor litezkeen enpleguen kopurua eta neurri espezifikoak zehaztuz.
  • Argindarraren tarifa berriari dagokionez, txostenak dio ez dela aurreztea sustatzen ari, ezta gizarteko sektore ahulenak babesten ere, eta Gobernuari energia berriztagarriaren aldeko apustua egiteko eskatu dio.

Antikapitalistas alderdiak, estatuko Ecologistas en Acción elkarteak eta ELA, ESK, IAC, LAB eta MATS sindikatuek txosten bateratu bat aurkeztu dute gaur goizean. Txosten horretan, egungo krisi ekosozialaren esparruan enpleguak bizi duen egoera aztertzen dute, egindako ikerketa guztia oinarri hartuta. Eta Espainiako Gobernuak egin zuen trantsizio ekologikoaz bestelako trantsizio baterako proposamen zehatzak egiten dituzte, iragan maiatzean Klima Aldaketari buruzko Espainiako lehen Legea onartu baitzuen. Dokumentuaren arabera, enplegua mantentzea ez da erronka ekologikoaren aurka jarri behar, eta enplegu batzuk desagertu arren, beharrezkoak diren beste batzuekin ordezkatu beharko direla azpimarratzen du. Halaber, baliabide gutxiago dituzten herritarrak diskriminatzen dituzten alternatiba ekofaxisten aurrean irtenbide ekosozialista eta demokratikoak gauzatzeko beharra azaltzen du azterlanak.

Horren harira, erakunde ezberdinetako bozeramaileek tarifazo elektrikoa kritikatu dute, eta gogorarazi dute oso garrantzitsua dela herritar guztiek energia eskuratzea bermatzea eta pobrezia energetikoari aurre egitea. “Tarifa, diseinatuta dagoen bezala, ez da aurreztea sustatzen ari, ezta gizarte-sektore ahulenak babesten ere”, adierazi dute. Hala, energiaren arloan, hain zuzen ere, txostenak dio Ministerioaren 2030erako trantsizio ekologikorako Energia eta Klimaren Plan Nazional Integratua ez dela nahikoa zero isurketako ekonomia lortzeko. Plan horren aurrean, alderdi ekologistek nuklearrak eta termikoak ixtea proposatzen dute eta ez instalatutako potentzia elektrikoa handitzea. Berriztagarriekin ordezkatuz joatea, hala nola, eguzki energia termikoa edo biomasa, biltegiratze sistemak eraikitzea eta kontsumoa nabarmen murriztea sektore guztietan eta, bereziki, erregai fosilen mendekotasun handiena dutenetan, potentzia berriztagarri berri bat instalatzeaz gain. Enpleguei dagokienez, 500.000 eta 750.000 arteko enplegu zuzena sortuko lirateke, nuklearren desegitean sortutako 100.000 lanpostuak barne.

Txostenaren bigarren ardatz nagusia automobilgintza da, bereziki garrantzitsua Covidaren krisiaren eta sektorerako ibilgailuen salmentan izan dituen ondorioen ondoren, eta 2020an Bartzelonan Nissan bezalako lantegiak ixteko saiakeren ondoren. Eragileek beren txostenean proposatzen dute ibilgailu pribatuaren ekoizpenetik ibilgailu kolektiboen ekoizpenera pasatzea eta lan ordutegia murriztea, lana modu bidezkoagoan banatzeko. “Ibilgailuaren jabetzaren kultura batetik zerbitzu batera igarotzea da helburua, Gobernuak partekatutako ibilgailuen parke publiko baten alde egin dezan, lanpostu bakar bat ere ez galtzeko”, azaldu dute. Azkenik, sektorearen eredu energetikoa, energia nuklearrean oinarritua, beste berriztagarri batean birmoldatzeak 110.800 lanpostu sortzea ekarriko luke.

Txostenaren beste ardatz batzuk basoen kudeaketan oinarritzen dira; izan ere, baso masa da lurrean karbonoa atxikitzeko modurik eraginkorrenetako bat, eta hari eusteak ia 70.000 lan eskaintza sor ditzake. Edo hiri hondakinen kudeaketa, non sortutako enplegu bolumena 41.895 lanpostukoa izango litzatekeen. Turismoari dagokionez, iraunkortasunerako tasa turistikoak ezartzea proposatzen du lanak. Tasa horiek finalistak izan behar dute, baina luxuzko gehiegizko kontsumoak  eta apalenak bereizi behar dituzte. Horrez gain, turismo jasangarria, hurbilekoa eta egonaldi luzekoa sustatzearen aldeko apustua egin behar da. “Apustu honek eredu jasangaitzak baino lanpostu gehiago sortuko ditu, garraio publikoak, birziklapenak eta energia berriztagarriek  pertsonen lan gehiago eskatzen dutelako, kontrako alde zikinek baino”, azaldu dute prentsaurrekoan.

Aurkeztutako neurri guztiek inbertsioak behar dituzte, eta horiek orain turismo azpiegituretara, garraioetara edo finantza pribatuetara bideratzen diren aurrekontu publikoen ehuneko handietatik atera behar dira. Era berean, txostenaren amaieran aipatzen da inbertsio horrekin batera zerga erreforma bat egin beharko dela, gizarteko sektore pribilegiatuei eragiten diena, bai justizia ekonomikoagatik, bai ingurumenagatik, eta baita sektore estrategikoak nazionalizatzeko plan bat ere. Hori guztia lan eremuak demokratizatzeko prozesuekin batera, langileei erabakitzeko ahalmen handiagoa emateko. “Horrek ez du esan nahi jarduera guztia Estatuaren esku utzi behar denik: sektore batzuek jabetza komuna izan behar dute, gizarte osoak baitu zilegitasuna eremu estrategikoei buruz erabakitzeko, hala nola energia hornidurari edo etxebizitza eskubideari buruz. Baina beste batzuk kooperatiba gisa eta eskala txikiko beste antolaketa mekanismo batzuen bidez antola daitezke”.

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Organizaciones ecologistas y sindicales presentan propuestas concretas para la transición ecológica frente al modelo del Gobierno

  • Las siete formaciones políticas, sociales y sindicales han elaborado un informe con medidas específicas y estimaciones del número de empleos que se podrían generar llevando a cabo la transición ecológica real que se necesita.
  • Respecto a la nueva tarifa de la luz, el informe señala que no está fomentando el ahorro ni protegiendo a los sectores sociales más vulnerables e instan al Gobierno a que apueste por energía renovable.

El partido político Anticapitalistas, la asociación estatal Ecologistas en Acción y los sindicatos ELA, ESK, IAC, LAB y MATS han presentado esta mañana un informe conjunto en el que analizan la situación del empleo dentro del marco de la crisis ecosocial actual a partir de toda la investigación ya elaborada y plantean propuestas concretas para una transición ecológica distinta a la elaborada por el Gobierno central, que el pasado mayo aprobaba la primera Ley de Cambio Climático del Estado español. El documento señala que no hay que oponer la cuestión del mantenimiento del empleo al reto ecológico e insiste en que algunos empleos tendrán no tanto que eliminarse sino ser sustituidos por otros necesarios. Asimismo, el estudio explica la necesidad de llevar a cabo soluciones ecosocialistas y democráticas frente a alternativas ecofascistas que discriminen a la población con menos recursos.

En este sentido, los portavoces de las distintas organizaciones han criticado el tarifazo eléctrico y han recordado la importancia de asegurar el acceso a la energía de toda la población y enfrentar la pobreza energética. “La tarifa, tal y como está diseñada, no está fomentando el ahorro ni protegiendo a los sectores sociales más vulnerables” señala Juanjo Álvarez, coordinador del informe y militante de Anticapitalistas. Así, en materia de energía, precisamente, el informe indica que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima del Ministerio para la transición ecológica para 2030 es insuficiente para lograr una economía de cero emisiones. Frente a este plan, las formaciones ecologistas proponen cerrar las nucleares y térmicas, no aumentar la potencia eléctrica instalada, sino ir sustituyéndola por renovables como la solar térmica o la biomasa, construir sistemas de almacenamiento y reducir de manera drástica el consumo en todos los sectores, y en especial, en los más dependientes de combustibles fósiles, además de instalar una nueva potencia renovable. En términos de empleos, esto significaría la creación de entre 500.000 y 750.000 empleos directos, incluyendo los 100.000 generados en el desmantelamiento de las nucleares.

Un segundo eje central en el informe es el de automoción, especialmente relevante tras la crisis del Covid y sus consecuencias en la venta de vehículos para el sector y el intento de cierre de fábricas como la de Nissan en Barcelona en 2020. Las organizaciones proponen en su informe pasar de la producción de vehículo privado a la producción de vehículos colectivos y reducir el horario laboral con objeto de distribuir el trabajo de forma más equitativa. “Se trata de transitar desde una cultura de la propiedad del vehículo a una del servicio donde el Gobierno apueste por un parque público de vehículos compartidos que permita no perder ni un solo puesto de trabajo” asegura Álvarez. Finalmente, la necesaria reconversión del modelo energético del sector, basado en energía nuclear, en otro renovable daría lugar a hasta 110.800 empleos.

Otros ejes del informe se centran en la gestión de los bosques, ya que la masa forestal es una de las maneras más eficaces de retener carbono en la tierra y su mantenimiento podría generar casi 70.000 ofertas de trabajo, o la gestión de residuos urbanos, donde el volumen de empleo generado se situaría en 41.895 puestos. En cuanto al turismo, el trabajo propone introducir tasas turísticas para la sostenibilidad que tengan carácter finalista pero que discriminen entre los consumos de lujo y más impactantes y los más modestos, además de apostar por el fomento del turismo sostenible, de cercanía y de larga estancia. “Esta apuesta generará más empleos que la insostenible, pues el transporte público, el reciclaje o las energías renovables requieren más trabajo humano que sus contrapartes sucias” ha explicado el portavoz en rueda de prensa.

Todas las medidas presentadas requieren inversiones que se deben extraer de los enormes porcentajes de los presupuestos públicos que ahora se dedican a infraestructuras turísticas, transporte o finanzas privadas. Asimismo, el informe termina aludiendo a que dicha inversión tendrá que acompañarse de una reforma fiscal que grave a los sectores sociales privilegiados, tanto por justicia económica como ambiental, y de un plan de nacionalización de sectores estratégicos. Todo ello junto a procesos de democratización de los entornos laborales que otorguen mayor capacidad de decisión a los propios trabajadores y trabajadoras. “Esto no quiere decir que toda la actividad deba pasar a manos del estado: algunos sectores deben ser propiedad común porque sólo el conjunto de la sociedad está legitimado para decidir sobre ámbitos estratégicos como el abastecimiento de energía o la garantía de vivienda, pero otros pueden ser articulados en forma de cooperativa y de otros mecanismos de organización colectiva a

EMPLEO Y TRANSICION ECOSOCIAL

 

Los países ricos polucionan, los países ricos matan.

Semanario L’Anticapitaliste – 573 (17/06/2021)

“¡Nuestros derechos están ardiendo! “: este es el título del informe publicado por Amnistía Internacional con motivo de la reunión del G7 celebrada en Cornwall. ¿Qué está en cuestión? La ausencia total de una política concreta contra el calentamiento global por parte de los países más ricos del mundo. Una sola cifra resume todo el problema: los países del G20 son responsables del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Amnistía Internacional lo ha explicado: “Los planes climáticos poco ambiciosos presentados por estos países representan una violación de los derechos humanos de miles de millones de personas. No se trata de fracasos administrativos, sino un ataque catastrófico y masivo a los derechos humanos. ”

Las bellas palabras de los miembros del G7 no despiertan casi ninguna ilusión ya que no se traducen en ningún acto concreto para revertir realmente la tendencia: “No se ha puesto en marcha ningún plan creíble para eliminar significativamente la producción y el uso de todos los combustibles fósiles para 2030. Todos los miembros del G7 se han comprometido a lograr la neutralidad de carbono para 2050, pero ninguno de ellos ha propuesto una estrategia adecuada de reducción de emisiones para 2030, el año en el que las emisiones globales tendrán que reducirse a la mitad para escapar a lo peor en lo que concierne a la crisis climática. ”

Peor aún, no solo no se toman medidas serias, sino que los países ricos también continúan subvencionando masivamente el sector de los combustibles fósiles, incluida una importante ayuda económica para hacer frente a las consecuencias de la pandemia, pero sin ninguna compensación ecológica.

Por último, pero no menos importante, los países ricos no solo ponen en peligro la vida de los miles de millones más pobres de los seres humanos, sino que tienen la desfachatez de negarse a acudir en ayuda de los países más pobres: “Hasta ahora, al menos tres cuartas partes del financiamiento internacional para cuestiones climáticas no se ha concedido en forma de subsidios, sino de préstamos. Esto significa que los países de bajos ingresos deben utilizar sus propios recursos para cubrir los costos relacionados con el clima que les imponen otros, lo que supone un desprecio de las obligaciones en materia de asistencia internacional. ”

El capitalismo contamina, el capitalismo mata y las desigualdades frente a las consecuencias del calentamiento global no son más “naturales” que el calentamiento mismo. Son el resultado de opciones políticas, y es urgente imponer, a través de nuestras movilizaciones, medidas que vayan radicalmente en sentido contrario a la tendencia actual, antes de que sea demasiado tarde.