(Traducción de Correspondencia de Prensa)
Los militantes se movilizan en todo el país en apoyo del llamado de los comités de resistencia (organismos locales de barrio que coordinan y movilizan las protestas y construyen el movimiento popular revolucionario) a una huelga general el 24 de agosto. La huelga tiene como objetivo derribar el régimen militar en el poder, dirigido por los generales que desalojaron a los políticos civiles en octubre de 2021, poniendo fin de esta manera a un periodo de cooperación entre el ejército sudanés y los representantes de los partidos de la oposición que entraron en el gobierno tras el levantamiento popular contra el dictador Omar Al Bashir en 2019.
Los golpistas tuvieron que hacer frente a meses de protestas masivas, desobediencia civil y huelgas en algunos sectores. No lograron aplastar el movimiento popular y los comités de resistencia siguieron organizando manifestaciones periódicas, lo que impidió que los generales establecieran un gobierno estable. Su negativa a negociar con los generales, a concederles legitimidad o a participar en el gobierno cuenta con el apoyo de millones de personas. También han desarrollado iniciativas que proponen una reforma de las instituciones estatales existentes, como la Carta para el Establecimiento de la Autoridad Popular y la Carta Revolucionaria del Poder Popular, a través de un proceso de debate democrático en los barrios y con las organizaciones de base.
Mientras tanto, la situación económica se ha deteriorado masivamente para la población, con un aumento vertiginoso de los precios que deja a millones de personas con dificultades para pagar los productos básicos, las facturas de electricidad y gas y el transporte.
De forma paralela a las movilizaciones revolucionarias en las calles contra los generales, ha habido importantes huelgas en algunos sectores por los salarios y las condiciones de trabajo. Los docentes de todo Sudán se declararon en huelga y boicotearon los exámenes en la primavera de este año, logrando algunas concesiones en materia de salarios y condiciones de trabajo. También se han producido huelgas entre los funcionarios públicos y los empleados de banca. Después de años en los que los sindicatos eran simplemente brazos del partido en el poder, se están construyendo nuevos sindicatos desde la base.
Tras sus éxitos en la huelga, los miembros del Comité Sudanés de Profesores (STC) organizan reuniones masivas en todo Sudán para crear una dirección elegida democráticamente para un nuevo sindicato de profesores, con una base masiva entre los profesores de primaria y secundaria.
El reto para los activistas de los comités de resistencia y los organizadores en los lugares de trabajo es vincular la indignación por el costo de la vida y las condiciones de trabajo con las cuestiones sobre la naturaleza del Estado y el papel de los generales en él, con el objetivo de unir las alas económica y política de la movilización revolucionaria. En el sector de la educación, los vínculos son claros: tras verse obligado a hacer concesiones por la huelga masiva de profesores, el régimen militar tomó represalias atacando a los activistas del CTS y ahora intenta reactivar el antiguo sindicato de profesores, que apoyaba al régimen, con el apoyo de Hemedti, el actual vicepresidente y líder de la brutal milicia de las Fuerzas de Apoyo Rápido. El plan del régimen es recuperar el control administrativo total de la educación e impedir que los profesores se organicen independientemente del Estado.
En respuesta, los activistas del STC hicieron un llamado a los docentes y a los militantes del movimiento revolucionario para trabajar juntos, contrarrestar el plan de Hemedti y tomar el control del sector educativo. En el estado de Jartum, los comités del STC están contactándose con los comités de resistencia para coordinar una campaña de defensa de la educación y del derecho a organizarse.
El sector de la salud también cuenta con una fuerte organización sindical independiente a través de los sindicatos de médicos y farmacéuticos, que desempeñaron un papel clave en la revolución. Sin embargo, desde el golpe de octubre de 2021, el régimen ha conseguido despedir a muchos activistas revolucionarios en otros sectores clave como la aviación civil, el sector eléctrico y la banca. La mayoría de los dirigentes de los comités de resistencia son jóvenes, estudiantes y jóvenes diplomados que no están integrados en los lugares de trabajo.
Los militantes sudaneses mantienen su llamado a la solidaridad del movimiento sindical internacional. También se movilizan en solidaridad con los trabajadores en lucha de otros países. Los organizadores de una sentada contra las empresas mineras de oro en el Estado del Nilo enviaron el 17 de agosto el siguiente mensaje a los sindicalistas británicos. La Alliance of Demand-based Bodies (TAM), una coalición de más de 70 campañas de base por la justicia medioambiental, los derechos de los trabajadores y los refugiados, dijo:
“Saludamos las luchas de los sindicatos británicos y apoyamos sus reivindicaciones. Queremos construir un movimiento sin fronteras para presionar por las demandas de la gente común.
El empobrecimiento de la mayoría en beneficio de una minoría rica es claramente injusto. Las grandes empresas son la fuente de una gran miseria. Las huelgas y las protestas son un derecho humano. El acceso a los medicamentos que salvan vidas forma parte del derecho a la vida. Las vidas antes que los beneficios. El despido de trabajadores es un crimen contra la sociedad. Nos solidarizamos con los que se solidarizan con nosotros. Los derechos no se detienen en ninguna frontera. Juntos hacia la erradicación del colonialismo y la explotación.”
La sentada de Al-Obeidiya movilizó a cientos de mineros y habitantes de la zona para exigir servicios básicos y el fin de la contaminación causada por las empresas mineras de oro que saquean los recursos naturales de la región en estrecha colaboración con jefes de milicia corruptos y brutales como Hemedti (Mohamed Dagalo), que comanda la milicia de las Fuerzas de Apoyo Rápido.
Esta milicia es responsable de numerosas masacres. Sin embargo, los gobiernos occidentales presionan constantemente a las fuerzas revolucionarias para que cedan en sus demandas de un gobierno civil plenamente democrático e incluyan a los milicianos y militares en el gobierno. Siguen trabajando con Hemedti, que actualmente es vicepresidente de Sudán, así como con el general Abdelfattah al-Burhan, que dirige la junta. Los golpistas también están respaldados por potencias regionales como Egipto, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos e Israel, todos ellos armados y apoyados por los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa.
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