Luego de las elecciones: es hora de comenzar a construir la resistencia

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(Artículo de Kjell Östberg publicado en Internationalen)

¿Podrán los políticos suecos mirarse al espejo después del año electoral de 2022? La cuestión más importante para los votantes era la salud, pero una derecha agresiva y una socialdemocracia pasiva consiguieron que la campaña electoral hiciera hincapié en los crímenes y el castigo, que la conexión entre inmigración y crimen apareciera como una cuestión obvia y lograron reducir la cuestión climática a una cuestión de construcción de energía nuclear. El resultado ha sido un brusco giro a la derecha.

Según la encuesta electoral VALU de la televisión el 43 por ciento de los votantes se ubican a la derecha en contra de un 37 por ciento a la izquierda. Esto se confirma con la caída del gobierno socialdemócrata que será reemplazado por un gobierno burgués. Pero también ha habido un fuerte giro hacia la derecha dentro del bloque de derecha. El éxito electoral se puede atribuir completamente a los Demócratas de Suecia (SD), los otros partidos del equipo de Kristersson retrocedieron con un total de 10 escaños.

Por otro lado, los Demócratas de Suecia aumentaron en más del tres por ciento y son, con mucho, el partido más grande de la derecha, y un futuro gobierno burgués dependerá completamente de su apoyo. Esto es, ni más ni menos, un terremoto político. Durante mucho tiempo, sobre todo en la izquierda, ha existido la opinión de que el éxito de los Demócratas de Suecia se debió fundamentalmente a los trabajadores descontentos, que en realidad todavía son socialdemócratas, que votaron por SD para protestar y que podrían ser ganados rápidamente con una política socialdemócrata un poco más radical. Esto es subestimar enormemente al partido político más exitoso de Suecia.

Los Demócratas de Suecia tienen un liderazgo excepcionalmente cohesionado y decidido. Han construido sistemáticamente el partido desde abajo. Desde el principio han utilizado a los movimientos racistas y fascistas de los que provienen y han usado los recursos económicos proporcionados por el apoyo del partido a nivel municipal para darle fuerza organizativa al partido. Los Demócratas de Suecia también se convirtieron rápidamente en los que más impulsaron la utilización de las redes sociales con la xenofobia como principal mensaje unificador. También han sabido combinar hábilmente el apoyo de entornos racistas y de extrema derecha al deshacerse de racistas locos y demasiado hocicones.

Los éxitos electorales han sido únicos. En su debut parlamentario en 2010 el partido recibió el 5,7 por ciento de los votos. Desde entonces el apoyo ha aumentado en forma consecutiva al 12,9 por ciento, 17,5 por ciento y este año al 20,6 por ciento. Ningún otro partido se mantiene tan fuerte y tan unido. Todos los intentos de ganar a los votantes de SD han fracasado. El 86 por ciento de los votantes del partido en 2018 también votaron por el partido este año. Hay una lealtad al partido excepcionalmente alta. Los conservadores lograron que votaran por ellos solo el 61 por ciento de sus votantes de 2018, los socialdemócratas el 74 por ciento.

Los Demócratas de Suecia han ganado ininterrumpidamente a nuevos grupos de votantes, sobre todo de conservadores y socialdemócratas. El partido también es políticamente homogéneo. El 70 por ciento de los votantes del partido se describen a sí mismos como de derecha, solo el 6 por ciento como de izquierda. Quien piense que es fácil ganar a los votantes de los SD manteniendo un bajo perfil en temas controvertidos y apuntando a las raíces racistas del partido está profundamente equivocado. Los votantes del partido se identifican con el credo nacional conservador y xenófobo de los SD. Hasta las elecciones de 2018 había una línea de demarcación sanitaria también dentro de la burguesía sueca contra la colaboración con un partido extremista xenófobo. Hace tiempo que se cruzó ese cordón sanitario.

Primero fue el mundo de la patronal que invitó con éxito a cenas de soborno para ganar a los SD para impedir la prohibición de ganancias en el sector público. Luego no pasó mucho tiempo hasta que Ebba Busch (la lider de los democratacristianos) ofreció albóndigas y abrió el campo de la derecha para la cooperación parlamentaria organizada. Rápidamente desaparecieron todas las líneas rojas. Pero no se trataba de una presa fácil de atrapar, todo lo contrario. En cambio el programa de los Demócratas de Suecia se convirtió en gran parte en el de la burguesía. “Ningún otro partido ha resistido contra viento y marea como el SD para que no aumentemos la inmigración si queremos tener la oportunidad de hacer frente a la integración”, declaró Kristersson. Los SD han sido un ejemplo en la lucha contra el crimen, dijo Johan Persson (lider de los liberales). Ahora vemos el resultado. Los Demócratas de Suecia son hoy el partido dominante de la derecha. Fuera de las grandes ciudades, en el “corazón del país” de Ebba Busch, son los SD los más grandes en todos los condados, a menudo con el 25-30 por ciento de los votos, a menudo pisándoles los talones a los socialdemócratas. Sí, en Skåne (sur de Suecia) ya los han sobrepasado. Los conservadores a menudo están a una distancia de un 10 por ciento, los democratacristianos en un 20 por ciento. Adivinen cómo se desarrollará este equilibrio de poder en las próximas negociaciones gubernamentales.

 

 

 

 

El giro a la derecha también es claro en la izquierda. A los socialdemócratas les ha ido mejor. Una socialdemocracia que se rindió frente a la ofensiva burguesa, rompió con 200 años de neutralidad para evitar una batalla desgastante por lo de la OTAN, aceptó un rearme único, se abrió a lo de una nueva energía nuclear, impulsó con orgullo más de 70 medidas de castigo y pescaron en  turbias aguas xenófobas a través de discursos excluyentes como los de “Somalitowns”. O para citar a Malin Ullgren de Dagens Nyheter: “enganchó su vagón a un tren que se adentra más en una oscuridad postdemocrática”. El resultado: la perdida del gobierno y el segundo peor resultado electoral en 111 años. Y una izquierda que decidió convertirse en los nuevos socialdemócratas, que bajó el tono de las cosas que pensaba podían inquietar a los “trabajadores de las zonas fuera de las ciudades” y que dedicó un esfuerzo interminable en exigir ingresar a un gobierno junto con el partido más neoliberal de Suecia. El resultado: Nada bueno. En el lugar modelo, Sandviken, el partido perdió la mitad del promedio nacional, mientras que SD aumentó en un 50 por ciento.

 

Pero es también en la izquierda donde se encuentran los destellos de luz. En donde la izquierda ha colaborado con activistas ecologistas, luchadores contra el aumento en las rentas de viviendas, partidarios del bienestar sindical y antirracistas, sobre todo en las grandes ciudades, la derecha ha retrocedido y se ha mantenido a raya a SD. Allí la resistencia ya ha comenzado.

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