Enfrentarse a los fascistas, sin tregua ni amnistía. Además de la respuesta inmediata, es necesario ir más allá y tomar medidas para desbaratar a los agentes del golpe, ponerlos entre rejas y empezar a cortarlo de raíz
ISRAEL DUTRA Y ROBERTO ROBAINA
Las acciones del 8 de enero de 2023 imitan las de la horda de neofascistas estadounidenses de dos años después, casi como el mismo guión. La invasión de miles de bolsonaristas a los locales del Congreso Nacional, del Supremo Tribunal Federal (STF) y del Palacio del Planalto, transmitida en directo por la red nacional de televisión, es de la mayor gravedad. Coronan un itinerario golpista que, bajo la acusación de fraude en las urnas, promueve el desorden, la violencia y el vandalismo.
Tuvimos episodios de violencia en Brasilia, incluso en diciembre, cuando la graduación de Lula, seguido de la detención de Bolsonaristas con explosivos, frustrando un plan de supuesto atentado; siguieron los campamentos frente a los cuarteles – en el DF, no fue reprimido; y como se anunció, el acto culminante fue el “asalto” a los Tres Poderes, que después de tres horas, fue revertido, resultando en cerca de 300 detenidos in fraganti. La turba dejó un rastro de destrucción, dañando obras de arte, destrozando habitaciones y recintos, una acción típica de los lumpen, como los definió Marx, sectores marginados, descalificados que pueden servir de “carne de cañón” para las élites reaccionarias.
La indulgencia por parte del gobierno del Distrito Federal quedó clara, no sólo por el nombramiento del golpista Anderson Torres como Jefe de seguridad, sino por el trabajo en conjunto. El gobierno de Ibaneis Rocha (MDB) jugó un papel de omisión en la represión de la “alucinada” marcha der los bolsonaristas, anunciada a los cuatro vientos, con un centenar de autobuses llegando a Brasilia.
Correctamente, al tomar el control de la situación, Lula tomó medidas como la intervención federal en el Distrito Federal, habló en cadena nacional denunciando a los golpistas, calificándolos de “fascistas fanáticos”, y culpó de los incidentes a Bolsonaro, a quien se refirió como un “genocida”. La posición de Lula llegó en el momento oportuno, ya que Flávio Dino, Ministro de Justicia, tardó en tomar medidas, aun sabiendo que las acciones de los golpistas se estaban anunciando “a cara descubierta”. Además, quedó clara la inercia de José Múcio al frente del Ministerio de Defensa, que durante la semana calificó de “legítimas” las concentraciones frente a los cuarteles generales, afirmando que tenía familiares y amigos dentro de los campamentos, algo inadmisible para combatir a la extrema derecha.
La necesidad de un discurso más duro, como el de Lula, expresa que no hay forma de equiparar la lucha contra los golpistas con ceder terreno a ellos y a sus partidarios, dentro y fuera de las Fuerzas Armadas. Mucio adoptó una línea de conciliación con los radicales bolsonaristas. Esa línea ha fracasado por completo. Y en la medida en que el ministro de la Secretaría de Comunicación, Paulo Pimenta, dice que es probable que hubiera cooperación entre los responsables de la seguridad del Planalto y del Congreso, la permanencia de Múcio en el cargo se vuelve insostenible.
Además, las Fuerzas Armadas también se han debilitado a los ojos de la población, mostrándose incapaces de defender los intereses del país. Esto sólo nos pone aún más en la necesidad de hacer política sobre los rangos bajos y medios de las diferentes fuerzas de seguridad del país. Moraes tuvo más valor y acertó al destituir al gobernador Ibaneis Rocha durante 90 días.
La comunidad internacional condenó unánimemente al bolsonarismo y a los golpistas. Los principales países del mundo, incluidos los gobernantes de derechas, comunicaron públicamente su repudio a los golpistas. Las diferentes entidades y asociaciones de la sociedad civil salieron rápidamente a expresar su condena por lo ocurrido.
A la necesidad de salir a la calle se respondió con una convocatoria en todas las capitales del país el lunes 9 de enero. Necesitamos engrosar las filas de estos actos, ampliando y convenciendo a la gente para que salga a las calles, en una declaración popular de rechazo a las actitudes golpistas, de defensa del resultado de las urnas y de la legitimidad del gobierno de Lula.
Para ello se cuenta con la fuerza de las calles, con la organización popular, con la necesidad de masificar los actos y preparar su organización, con sus métodos, autodefensas y espacios democráticos para movilizar y convocar un calendario de luchas y acciones. Las acciones de calle deben tener un carácter democrático y amplio, con unidad de acción con todos los sectores democráticos.
Y esto abre un nuevo capítulo en la lucha contra el bolsonarismo, en el ámbito del movimiento de masas, en el que necesitamos disputar a los que votaron por Bolsonaro.
Además de la respuesta inmediata, es necesario ir más allá y actuar para desenmarañar a los agentes golpistas, ponerlos tras las rejas y comenzar a cortar el mal de raíz, aprovechando el enorme repudio en todas las capas de la sociedad brasileña e incluso en la comunidad internacional. Esto significa profundizar en la ruptura del sigilo de los implicados, la detención de los financiadores y otros implicados.
Deben tomarse medidas de inmediato. Detener a los dirigentes bolsonaristas, revocar a los parlamentarios que colaboraron, así como avanzar en las investigaciones sobre figuras como Carla Zambelli y Allan dos Santos, además de los responsables locales de las caravanas, que ya han comenzado a ser identificados.
Nos sumamos a la petición de la diputada Alejandra Ocasio-Cortez de extraditar a Bolsonaro. Este sería el primer paso hacia su detención, una tarea fundamental que el PSOL ya solicitó la semana pasada. Detener a Bolsonaro es un paso necesario, como eje de agitación. También hemos defendido una CPI, en el DF y en la Cámara Federal, para ampliar las investigaciones, combinada con la destitución definitiva de Ibaneis, gobernador del Distrito Federal.
Seguimos llamando a la solidaridad internacional y organizando disputas en las calles, con nuestros parlamentarios, evocando la lucha antifascista. Hoy saldremos a la calle con la bandera de que no habrá indulto para genocidas y golpistas. Sin amnistía y con la máxima movilización democrática.
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Israel Dutra Secretario General del PSOL, es sociólogo, miembro de la Dirección Nacional del partido y del Movimento Ezquerda Socialista (MES).
Roberto Robaina es dirigente del PSOL y del Movimento Esquerda Socialista (MES), director de la Revista Movimento y concejal de Porto Alegre.