¿Que hay tras el debate entre Pablo Iglesias y Iñigo Errejon? 

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No creo que el debate que está teniendo lugar entre el secretario político de Podemos  Iñigo Errejón y Pablo Iglesias sea reducible a un conflicto de personalidades o a una lucha de poder. Tampoco que sus diferencias se limiten a cuestiones relacionadas con el “estilo comunicativo”, a pesar de los argumentos parezcan centrarse sobre el tono del lenguaje o incluso el carácter tibio o menos tibio de ambos dirigentes.

Muchas veces detrás de esas “discusiones comunicativas” en realidad se encuentra la vieja polémica entre moderación y radicalismo, entre amoldarse a la realidad  tratando de conseguir modificaciones parciales y de alcance limitado o buscar transformarla globalmente y a fondo. Estas perspectivas se asocian muchas veces a dos estrategias de elaboración de los programas políticos. La primera la de aquellos que comienzan por un análisis de la realidad, de los problemas existentes y sus causas y, en función de todo ello, de cuales son las medidas necesarias a adoptar. En segundo lugar nos encontramos con las estrategias de los que consideran que son la conciencia social existente y el sentido común mayoritario los condicionantes fundamentales de que propuestas se defienden. Por lo tanto, unos ponen en el unas propuestas de transformación que contemplan un análisis de la realidad material, aunque sin negar la necesidad de “convencer” (no solamente ni principalmente con la persuasión) a la mayoría social de su justeza.  Otros piensan que las medidas a proponer están condicionadas principalmente por la necesidad de conseguir el apoyo, generalmente electoral, al partido u organización que las defiende, todo ello se supone que con un limite no excesivamente preciso de antemano (las líneas rojas a menudo se desplazan una y otra vez) de los “principios políticos”, es decir que no defienden aceptar directamente medidas exclusivamente por su popularidad .

Así en Podemos hemos visto que en relación con que el análisis de la realidad socioeconómica, la naturaleza y profundidad de la crisis económica desencadenada en el 2008 no se ha debatido directamente. De hecho, este análisis solo puede deducirse de forma implícita si se consideran las propuestas incluidas en sus programas electorales. Esto creo que es el resultado de que  muchos de los dirigentes de esta organización consideran que ese análisis no es útil ni necesario, ya que lo importante son los “discursos sociales” y no la realidad material.

Por lo tanto, como lograr el objetivo de ganar apoyo político entre la población parece el centro de las diferencias. Un objetivo que no es fácil, entre otras razones por el poder y la influencia social y cultural que los sectores sociales privilegiados poseen, una influencia que le permiten, en condiciones normales, mantener el espejismo de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Este predominio “ideológico” supone una tremenda presión para las fuerzas que buscan la transformación más justa e igualitaria de la sociedad. Una presión que en muchas ocasiones se traduce en la tentación de “moderar” el discurso como forma segura de atraer a una población muy influida por los mecanismos de creación de consenso de la sociedad existente.

Esta búsqueda de ganar audiencia y apoyo sobre la base de evitar “asustar a la gente “ puede ser la razón que ha llevado a Podemos a eliminar propuestas como el impago de la deuda ilegítima, reducción de la edad de jubilación, o el proceso constituyente, y su sustitución por formulas ambiguas como reestructuración de la deuda, reforma constitucional, etc. El hecho de que esa estrategia NO haya traído consigo una victoria electoral rotunda ha desencadenado la aparición de diferencias entre sectores de Podemos que hasta ahora estaban latentes o eran secundarias.

Mientras Errejón cree que el camino era correcto pero insuficiente, Pablo iglesias parece que se reclama de otra “practica comunicativa”. Cree que hay que volver a un mayor radicalismo e incluso al maximalismo de los primeros discursos (asaltar los cielos, romper el tablero, etc.) Estas diferencias creo que no tienen que ver, por lo tanto, con un cambio en el marco político de elaboración y acción, sino en su traducción práctica en un momento dado. No debemos olvidar que entre la mayoría de los dirigentes de Podemos se prioriza la concepción de la política como un “acto performativo” con lo que una guía fundamental para la acción son los propios resultados de esa “performance”, se trata de una suerte de ensayo-error de “sentir” en cada momento de estado de animo colectivo, más que en análisis concienzudos de una realidad económica, social y cultural.

Dudo que ninguna de las posturas de los dos dirigentes de Podemos responda a las necesidades que el próximo futuro tras la previsible toma de posesión de Rajoy va a plantear.  Si la transformación “moderada” del último periodo ha supuesto desdibujar la identidad de Podemos como fuerza alternativa e impugnadora, la vuelta sin más a un radicalismo que recuerde los primeros tiempos va a sufrir problemas de credibilidad y de factibilidad, ya que la organización también ha sufrido una profunda modificación interna e organizativa.

Volver sin más a un tono desenfadado y rupturista, solo será creíble si se pone en cuestión los fundamentos político-estratégicos que llevaron a Podemos a coquetear con su integración en el sistema político, por la vía de un pacto con el PSOE de Sánchez. Asimismo hay que poner en el centro del debate el propio proceso de elaboración de la política (las bases estratégicas) y la necesidad de retomar un análisis mas complejo y menos unilateral de la sociedad, un análisis en el que las contradicciones a nivel económico y social tengan un lugar preferente en la formulación de políticas. No podremos mantener el mismo discurso si hay un periodo de crecimiento económico, si vamos hacia un estancamiento secular o incluso hacia una nueva recesión.

Si esto no es así y en Vistalegre II Podemos se queda a un nivel de discusión “superficial” de estilos comunicativos, el tono del discurso, e incluso de propuestas coyunturales, la crisis seguirá latente.

Koldo Smith

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