Pandemia de Covid-19: ¡Protegamos nuestras vidas, no sus beneficios!
(Declaración del Buró de la Cuarta Internacional)
La pandemia de coronavirus es un serio problema de salud pública y el sufrimiento humano que va a causar será enorme. Ya en Europa Occidental, los sistemas de salud están sobrepasados. Si se propaga masivamente en los países del Sur Global cuyos ya débiles o muy frágiles sistemas de salud pública han sido terriblemente socavados por 40 años de políticas neoliberales, los fallecimientos pueden ser muy elevados.
Ya es la pandemia más grave en un siglo. El número de muertes debidas a la llamada gripe española de 1918-1919, aunque difícil de estimar, fue considerable, afectando sobre todo a los adultos jóvenes. Su impacto fue particularmente severo tras de la Primera Guerra Mundial. La rápida expansión de la pandemia de Covid-19 puede explicarse en parte por el debilitamiento de la capacidad de resistencia popular causado por el neoliberalismo y el aumento de la precariedad, en un contexto de auge del comercio internacional provocado por la globalización capitalista, la mercantilización generalizada y la primacía de la ley del beneficio.
Este nuevo coronavirus fue detectado ya en noviembre de 2019 en China. Los médicos y científicos que trataron de dar la alarma fueron inicialmente reprimidos y silenciados. Si el PCCh hubiera reaccionado inmediatamente, el peligro de una epidemia podría haberse cortado de raíz.
La política de negación del peligro no es exclusiva del régimen chino. Donald Trump se burló de este “virus extranjero”. Jair Bolsonaro, con Brasil ya inmerso en la pandemia, declaró que “prohibir los partidos de fútbol es una histeria” y desafió las leyes y directrices de las autoridades sanitarias participando en una manifestación contra la Justicia y el Parlamento. Boris Johnson, del Reino Unido, abogó inicialmente por la “inmunización del rebaño” (permitir que el virus se propague para que la epidemia alcance rápidamente sus límites, cuando alrededor del 70% de la población esté infectada). Ha tenido que cambiar este enfoque cruel y peligroso. Sophie Wilmès, Primera Ministra de Bélgica, durante mucho tiempo hizo oídos sordos a cualquier advertencia. La Presidencia francesa no se ocupó de reabastecer las reservas estratégicas (ropa y productos de protección…) tan pronto como aparecieron los primeros casos en enero de 2020. Los gobiernos de los países todavía poco afectados de Europa del Este no están aprendiendo las lecciones de la crisis sanitaria del oeste del continente. La Unión Europea no ha sido capaz de organizar la más elemental solidaridad con la duramente afectada Italia, a pesar de que ni siquiera se producen máscaras en el país… La razón principal de este retraso es que los gobiernos no quieren poner en peligro la actividad económica y la circulación de mercancías, y dedican sólo los recursos mínimos a la protección de las poblaciones. El deseo de continuar con las políticas de austeridad en la ofensiva del capital contra el trabajo, el espectro de la recesión, han sido más importantes que la preservación de la salud de las personas.
A pesar de los rapidísimos progresos de la investigación médica y científica, es demasiado pronto para predecir la evolución del virus del SARS-CoV-2: ¿será sensible a la llegada del buen tiempo en el hemisferio norte y retrocederá entonces? ¿Mutará y si es así, ganará o perderá en virulencia? La propagación de la enfermedad desde China se ha dado en el eje este-oeste (incluyendo Europa, Irán y los Estados Unidos), donde las condiciones han sido favorables. Sin embargo, el virus está ahora presente también en el Sur, donde podría multiplicarse, por ejemplo en el próximo cambio de estación, antes de volver con fuerza al Norte. El desarrollo de una vacuna llevará tiempo. Sería irresponsable esperar que la enfermedad de Covid-19 se extinguiera de forma natural a corto plazo.
El virus se está propagando muy rápidamente. Se desconoce la relación entre los casos de infección comprobados y el número real de personas afectadas en ausencia de pruebas de detección generalizada, pero su peligrosidad está bien establecida. La mortalidad de la enfermedad puede variar de un país a otro. Se dice que es benigna en el 80% de los casos, grave en el 20%, incluyendo muy grave en el 5% y mortal en aproximadamente el 2% de los casos. Los ancianos o los más enfermos no son los únicos que están en grave peligro. Cada vez más jóvenes se encuentran en cuidados intensivos allá donde se extiende la epidemia.
Los medios de comunicación y los gobiernos se centran en las diferencias en las tasas de mortalidad por edad, pero tienen cuidado de no llamar la atención sobre las diferencias de clase y sobre cómo la mortalidad debida a la pandemia de coronavirus afectará también a las personas en función de sus ingresos y su riqueza. La cuarentena o el acceso a los cuidados intensivos cuando se tiene 70 años y se es pobre no es para nada lo mismo que cuando se es rico.
No hay anticuerpos contra el nuevo coronavirus en la población. El tratamiento de los enfermos graves es complicado, requiere equipos sofisticados y personal médico capacitado y competente. Si esto no funciona (o si el sistema hospitalario está sobrepasado), muchos pacientes curables están muriendo y morirán. Si no se toman medidas drásticas, y se llegan a infectar 4.000 millones de personas, 80 millones de personas morirán.
Por lo tanto, la pandemia del Covid-19 debe ser tomada muy en serio por todas las redes militantes progresistas, incluidas nuestras organizaciones. Dondequiera que se desarrolle la epidemia, deben tomarse medidas firmes para contenerla y proteger a las poblaciones, haciendo de ello una prioridad por encima del funcionamiento de la economía capitalista. En todos los países se debe aprender la lección de los primeros afectados para preparar su posible desarrollo e imponer a los gobiernos medidas preventivas fuertes.
Planes preventivos sólidos
En la mayoría de los países afectados, debido a la falta de preparación, los gobiernos están gestionando la escasez, a veces haciendo de la necesidad virtud. Cuando existen, los planes preventivos deben reforzarse, y crearse donde no existen.
Estos planes deben preparar la reorganización del sistema sanitario en su conjunto y la movilización de todos los recursos necesarios en caso de epidemia, y en particular un aumento inmediato del personal de los servicios de salud que ya están muy faltos de personal.
Los hospitales han sido objeto de sucesivos recortes presupuestarios, debilitados o incluso privatizados, a pesar de que son uno de los pilares de la lucha contra una epidemia. Los servicios de atención privados, la producción de medicamentos y los equipamientos médicos deben ser requisados, bajo control público y social. El gobierno del Estado español ha dado el paso de requisar camas de hospital privadas.
Se deben establecer con carácter prioritario reservas estratégicas de ropa de protección, geles hidroalcohólicos y equipos de detección para los trabajadores de la salud y otros trabajadores esenciales y para los sectores de mayor riesgo de la población.
Los planes preventivos también incluyen la investigación médica y científica. Sin embargo, también en este caso, debido a las políticas de austeridad, se han reducido o recortado los fondos para la investigación, en particular sobre los coronavirus. Todas las empresas privadas que trabajan en este campo deben ser nacionalizadas bajo control público y social.
Corea del Sur ha demostrado la utilidad de las pruebas de detección masiva para entender la dinámica de la epidemia e intervenir lo antes posible. Sin embargo, las limitaciones presupuestarias han hecho que las existencias de estas pruebas no se hayan mantenido al día incluso cuando existían, lo que ha creado situaciones dramáticas. En una situación de escasez, los medios de protección deben reservarse prioritariamente al personal de atención de la salud, que sin embargo puede encontrarse insuficientemente equipado, y a sus hogares.
Las condiciones de vida deben garantizarse mediante la suspensión de los pagos de alquiler, hipoteca y servicios públicos. Debe cesar inmediatamente todo desalojo, establecer refugios con todas las facilidades necesarias para las personas sin hogar, requisar viviendas vacías para no dejar a las personas en edificios insalubres. Los que viven en la calle no pueden aislarse o estar confinados.
Por último, habida cuenta del aumento de la epidemia, se han tenido que adoptar medidas muy estrictas para limitar el contacto social y los viajes, y reducir así drásticamente la actividad económica. Por consiguiente, los planes deben incluir una ayuda masiva a la población a fin de evitar el aumento del empobrecimiento y garantizar que nadie quede en la indigencia en tiempos de crisis sanitaria. Esto debe aplicarse tanto a los trabajadores asalariados como a los independientes. El coste de estas restricciones debe ser soportado por el aumento de los impuestos sobre los beneficios y los ingresos de las empresas, y sobre las grandes fortunas.
La crisis económica y social venidera, desencadenada por la pandemia pero preparada por la acumulación de problemas en la economía capitalista, no debería ser la ocasión para una mayor concentración de la riqueza y la destrucción de los derechos sociales. Más bien, las fuerzas progresistas tienen que impulsar soluciones basadas en la redistribución de los recursos y en el bien común.
La importancia vital de la auto-organización social
Debemos exigir a las autoridades que tomen todas las medidas necesarias para proteger la salud y el bienestar social de la población, pero nada sería más peligroso que confiar sólo en ellas. La movilización independiente de los actores sociales es indispensable.
El movimiento obrero debe luchar por el cese de toda producción y transporte innecesarios, para que se respeten las máximas condiciones de seguridad sanitaria en los lugares de trabajo esenciales, y que se mantengan plenamente los ingresos y los contratos de los trabajadores en caso de desempleo total o parcial. Ya se han producido huelgas exigiendo que se cierren los lugares de trabajo dedicados a la producción no esencial, como los automóviles, por ejemplo en Mercedes Benz, Vitoria en el País Vasco. En otros lugares, los trabajadores esenciales, en los hospitales de Francia o en la recogida de basuras en Escocia, han tomado medidas para exigir mejores condiciones de seguridad.
Las organizaciones locales tienen un papel fundamental que desempeñar en muchos niveles. Ayudan a romper el aislamiento en que se encuentran las personas, en particular las mujeres, que probablemente se vean obligadas a asumir una carga aún más pesada de tareas domésticas y de cuidado de los niños durante los períodos de reclusión. Al combatir el racismo, la xenofobia y la fobia a las personas LGBT, pueden contribuir a que las minorías precarias, migrantes, indocumentadas y discriminadas no queden excluidas de las protecciones a las que tienen derecho. Pueden ayudar a las mujeres para las que el confinamiento significa un encierro mortal con un cónyuge violento. Pueden asegurar que se respeten los gestos cotidianos de “distanciamiento social”.
Existen numerosos ejemplos de organización de base a nivel de un barrio, de un bloque de pisos, en los que los que proponen ayuda y los que la necesitan (ancianos, minusválidos, en cuarentena) toman contacto, a menudo por primera vez, en diferentes países, en Gran Bretaña, en los Países Bajos, en Francia. En Italia, junto al apoyo muto cotidiano, las comunidades se han unido para romper el aislamiento social y mostrar la solidaridad a través de cantos masivos desde sus balcones.
Los movimientos sociales deben poder contar con la ayuda de expertos médicos y científicos independientes para saber qué medidas son eficaces e indispensables y fomentar el intercambio internacional. Los médicos e investigadores deben comprometerse con ellos
Por último, la autoactividad del movimiento social es una garantía democrática insustituible. El autoritarismo de los poderes puede reforzarse en tiempos de emergencia sanitaria, en nombre de la eficacia. El frente de movilización unitaria más amplio posible debe oponerse a esta tendencia dominante.
Una crisis global de la sociedad capitalista
Una pandemia representa una prueba importante para una sociedad. La situación en Lombardía, en el norte de Italia, es una dramática ilustración de lo que le sucede al orden dominante. Lombardía es una de las regiones más ricas de Europa con uno de los mejores sistemas hospitalarios. Sin embargo, este se ha visto debilitado por las políticas neoliberales. Ahora está superada por la avalancha de pacientes gravemente enfermos, hasta el punto de que la Asociación de Anestesiólogos en Reanimación ha dado la orden de clasificar a los pacientes y tratar sólo a los de mayor esperanza de vida, dejando que los demás mueran.
No se trata de una situación puntual, como cuando los socorristas tienen que decidir después de un accidente con múltiples víctimas a quién tratar primero, sino de un fallo sistémico que podría haberse evitado si la política sanitaria hubiera sido diferente. En tiempos de paz, la escasez está haciendo necesario el uso de la medicina de guerra en la que se renuncia a tratar de salvar a todos. Se trata de una terrible ruptura de la solidaridad que se está produciendo en una de las regiones más desarrolladas del mundo desde el punto de vista económico y sanitario, y que puede producirse mañana en cualquier otro lugar de Europa.
Una clara condena del orden capitalista dominante
La cuestión no es si la pandemia del Covid-19 se “normalizará” mañana, sino a costa de cuántas muertes, cuánta agitación social. Esta es una pregunta recurrente, porque estamos viviendo en una época de retorno de grandes epidemias (SARS, SIDA, H1N1, Zika, Ébola…). La crisis crónica del estado de salud se combina hoy en día con la crisis ecológica mundial (el calentamiento global es una de sus facetas), el estado de guerra permanente, la inestabilidad de la globalización neoliberal y la financiarización del capital, la crisis de la deuda, el aumento de la precariedad y la desintegración del tejido social, el surgimiento de regímenes cada vez más autoritarios, la discriminación, el racismo y la xenofobia…
La lucha contra la crisis sanitaria exige combatir concretamente la dictadura de las transnacionales y de los grupos de presión farmacéuticos y de la agroindustria oponiéndosles la agroecología campesina y a la agroforestería que permite la reconstitución de ecosistemas equilibrados. Requiere imponer una reforma urbana para poner fin a las megalópolis insalubres. En general, contraponiendo a la lógica del beneficio la de la gratuidad de la asistencia: todo enfermo debe ser tratado gratuitamente, cualquiera sea su estatuto social… Nuestras vidas valen más que sus beneficios.
El ecosocialismo representa la alternativa a esta crisis global de la sociedad capitalista. En respuesta a la crisis sanitaria, necesitamos una convergencia de las luchas ecosocialistas, feministas y obreras, con el objetivo de deshacernos del sistema capitalista que nos está matando a nosotras y al planeta y construir una nueva sociedad.
17 de marzo 2020