Daniel Tanuro
(ingeniero agrónomo y militante ecosocialista)
Me pronuncio aquí, a título estrictamente personal, sobre la situación política francesa, que está a la vez plagada de peligros, de esperanzas y es extremadamente compleja.
Si observamos la situación como si mirásemos por el extremo pequeño de unos prismáticos, ya que así es como se nos presenta la cosa en las redes sociales, ¿No debiera el NPA retirar a su candidato? ¿No debiera hacer un llamamiento al voto para Jean-Luc Mélenchon? ¿No tendría éste así más oportunidades de pasar la primera vuelta, de batir a Le Pen en la segunda y de poder entonces anular la ley del trabajo, aumentar el SMIC [salario mínimo interprofesional] y abrir una brecha en las políticas de austeridad de la Unión Europea?
Para mucha gente de izquierda que observa la situación a distancia, a través de los medios de comunicación y los sondeos, la respuesta parece evidente: dado que la distancia que separa a los 4 favoritos parece ser mínima, el porcentaje del 2 al 2,5% de votos que podría recibir Poutou podría inclinar la balanza. Poutou ha hecho una buena campaña, “pateó” en el debate principal a Fillon y Le Pen y ha conseguido que el NPA tuviera el ansiado impacto mediático. Pero ya es suficiente: Que retire ahora a su candidato y llame a votar a Mélenchon, aun manteniendo una postura crítica. Se trata ahora, diríamos, de no sucumbir al sectarismo.
Este razonamiento no se mantiene
En realidad este razonamiento sencillamente no se mantiene. Ni desde el punto de vista humano, ni desde el punto de vista práctico, ni desde la perspectiva de la aritmética electoral. Además obvia la cuestión política principal: el proyecto populista tricolor del Líder Jean-Luc Mélenchon es un obstáculo para una posible unión de la izquierda frente a la derecha y la extrema derecha, tanto en el plano social como en el político. Pero no nos anticipemos, comencemos por algo más concreto.
Desde el punto de vista humano, a una semana del escrutinio (tres días en este momento) resulta imposible pensar, sin afrontar serias consecuencias, en acabar con un simple chasquido de dedos con la ilusión de miles de militantes que se están empleando a fondo en una campaña porque creen en unas ideas y un proyecto de sociedad, que han consentido grandes sacrificios (principalmente para obtener los patrocinios necesarios) y que han visto como el esfuerzo ha dado frutos en términos de relevancia mediática, de simpatías despertadas, de asistencia a los mítines y de adhesiones.
Desde el punto de vista práctico resulta que las papeletas de voto ya están impresas, y nada puede impedir ya que el electorado que lo desee vote a favor de Phlippe Poutou. Por otra parte, si el NPA declara públicamente que retira a su candidato para favorecer a Jean-Luc Mélenchon, pudiera ser que no recibiera el reembolso de los gastos de campaña (cada candidatura tiene derecho a gastar un máximo de 800.000 euros que son cubiertos por el presupuesto del Estado tras la presentación de las correspondientes facturas). ¿Quién estaría dispuesto a asumir este riesgo? Porque los que están a favor de inclinarse por esta decisión, todo hay que decirlo, no serían los que pagarían los gastos.
El cálculo es erróneo
Finalmente, desde el punto de vista de la aritmética electoral, hay que decir que el cálculo es erróneo. Hay que tener en cuenta la masa de voto indeciso. Además, las simpatías de las que se beneficia Philippe Poutou (y, en menor medida, Nathalie Arthaud) corresponden a una radicalidad bien asentada en la sociedad francesa. Una radicalidad que, sencillamente, no se identifica con la bandera tricolor, la Marsellesa, el desfile militar del 14 de julio y las ambiguas declaraciones de Mélenchon sobre múltiples cuestiones como los trabajadores autónomos, el empleo de bombas atómicas, el apoyo a los bombardeos rusos en Siria, la “dignidad del uniforme” de los policías de la República, etc, etc…
Es probable que los simpatizantes de Poutou y de Arthaud sean más numerosos que lo que se indica en los sondeos. Hay en efecto una buena cantidad de gente que ha decidido apoyar a Mélenchon como voto “útil” a pesar de sus reticencias, que siguen siendo grandes. Pero, si Poutou se retira, ¿Qué harían sus votantes? La mayor parte votaría LO, o se irían de pesca. No votarían a Mélenchon. Porque no les gusta ni su programa, ni su estilo, por no hablar del de “los Insumisos”. Para ellos y ellas el candidato útil es Philippe Poutou. Es útil porque les permite votar por sus ideas. Y tienen razón: ¿Por qué habrían de tirar la toalla en el primer asalto? Y más que eso, ¿por qué darle el tratamiento de “inútil” a un candidato obrero que ha enviado a la lona a Le Pen y Fillon delante de seis millones de espectadores?
¡La unidad es la cuestión clave!
Pero miremos ahora agarrando los prismáticos del revés: ¿Qué observamos? Que tras las elecciones la unidad popular de la izquierda, que pueda hacer frente a la derecha y a la extrema derecha, será la cuestión clave. Evidentemente será la cuestión clave en el caso de que Macron o Fillon pasen a segunda vuelta contra Le Pen porque, en ambos casos, asistiremos a una nueva ofensiva brutal de las políticas austericidas contra el mundo del trabajo, la juventud, las mujeres y las personas de origen extranjero. Pero también será la cuestión clave si, oh milagro, Jean-Luc Mélenchon se convierte en presidente de la República. Porque en ese caso, para que se puedan aplicar medidas sustanciales de izquierda, sería necesario: 1) Conseguir una mayoría de izquierdas en las elecciones legislativas que se celebran un mes después de las presidenciales; 2) Construir una base de resistencia social lo más amplia y unitaria posible, para oponerse a la contra ofensiva interna e internacional. Esto último no se puede improvisar.
Y no se puede improvisar más aun teniendo en cuenta que la izquierda francesa está profundamente dividida, incluso podríamos decir descompuesta. El Frente de Izquierdas, que aunaba al PCF, al PG y “Ensemble”, ha explosionado. Por una parte el PCF quería, a toda costa, mantener su vieja estrategia reformista de alianzas con el PS, porque su posibilidad de mantener cargos electos dependía de esta posibilidad. Por otra parte Jean-Luc Mélenchon se ha inspirado en Podemos para promover un movimiento de apoyo a su candidatura a la presidencia, al que solamente es posible adherirse individualmente y aceptando las reglas del juego fijadas por Mélenchon y sus partidarios, y que se presenta como la superación populista de los partidos de izquierda construida en torno a la figura de un líder carismático de la Nación. Entre ambas fuerzas, “Ensemble”, la tercera componente del Frente, se vio acorralada, sin otra posibilidad que apoyar a Mélenchon. El PCF finalmente terminó por hacer lo mismo… aunque Pierre Laurent tuvo que emplearse a fondo en dos ocasiones para lograrlo.
Es indiscutible que el proyecto de Jean-Luc Mélenchon ha conseguido un éxito remarcable. Su campaña ha despertado grandes esperanzas. Los mítines masivos de la Francia Insumisa lo testimonian. Y tampoco es cuestión de rebajar los méritos del candidato: es un excelente orador. Ni los de su equipo, cargado de sentido común. Sin embargo, el éxito es, en parte, el resultado de una coyuntura muy particular: Entre los escándalos que salpican a Le Pen y Fillon, por una parte, y las “turbulencias” que afectan al aparato socialdemócrata, por otra, Mélenchon ha subido en los sondeos como un globo aupado por una corriente de aire caliente. ¡Tanto mejor! Pero es una ilusión deducir que la dinámica ascendente de la Francia Insumisa puede mantenerse de forma lineal hasta el punto de convertir en superflua cualquier reflexión estratégica sobre la política de alianzas como la palanca que podría conseguir unificar al “pueblo de izquierdas” y sobre la plataforma que sería necesaria para conseguir dicha unidad.
Ilusión social, ilusión política
Se trata de una ilusión en primer lugar debido a una razón social: la confrontación venidera con la derecha y la extrema derecha se va a dilucidar, en última instancia, en las calles. Y la victoria no será posible sin que haya unidad de todos los explotados y los oprimidos. Con y sin papeles. No solamente “las Francesas y los Franceses”. Su discurso laicista tópico y chauvinista sobre la Nación “una e indivisible” (“¡Quiero poner Francia al servicio de las Francesas y los Franceses!”…) puede permitir a Mélenchon arrastrar a muchos votantes a las urnas. Pero constituye un verdadero problema para impulsar una estrategia de unidad en las luchas sociales. El internacionalismo no es un suplemento ideológico opcional: es una condición sine qua non para una verdadera política de izquierdas.
Es una ilusión, en segundo lugar, en el plano político. Mélenchon ha fagocitado el Frente de Izquierdas. ¡Para crear la “Francia Insumisa” incluso ha desmembrado el Partido de la Izquierda, que había fundado él mismo! Esta forma de actuar ha sembrado y continúa sembrando una terrible división y mucho resentimiento. El problema es muy concreto: para las legislativas la Francia Insumisa ha anunciado que presentará candidatos y candidatas que optarán a los puestos de los cargos electos que hoy ocupan comunistas…¡al mismo tiempo que el PCF apoya la campaña de Mélenchon para las presidenciales! El objetivo de los Insumisos es claro: Al igual que Mitterrand, y bajo el pretexto de la “superación de los partidos”, quieren romper el PCF. No es ningún secreto: un buen número de comunistas no pueden ver a Mélenchon ni en pintura. ¿Alguien ha hablado de unidad?
Pero la cuestión política clave es la de la actitud respecto a las bases del PS. Un millón doscientos mil votantes han elegido a Benoît Hamon en primarias. ¡Un giro a la izquierda, una bofetada al social-liberalismo autoritario de Valls y Hollande! El aparato socialdemócrata ha reaccionado saboteando al candidato, apoyando abiertamente a Macron. Hamon ha tenido que componérselas con los caciques, lo que le ha hecho caer un 8% en los sondeos. Y, ¿qué dice Mélenchon? En definitiva, que su competidor ha hecho bien, y que eso prueba que él debía, Mélenchon, continuar en solitario…lo que es un poco corto de miras. Porque si es posible, llevando al límite sus posibilidades, que Jean-Luc Mélenchon pase a segunda vuelta sin apoyo del electorado socialista que busca una alternativa, es completamente imposible que, sin ellos, gane contra Macron. Y muy probablemente tampoco contra Fillon.
Es Mélenchon quien tiene la llave
Si Mélenchon quiere ganar debe cambiar de estrategia. Tomar la iniciativa para unificar al “pueblo de izquierdas”. Proponer a sus socios potenciales un programa común de gobierno basado en algunas medidas clave que respondan a las urgencias sociales y ecológicas, un acuerdo sobre las legislativas que seguirán a las presidenciales y una estrategia de movilización para la post-victoria. No hay ningún obstáculo insuperable que impida seguir esta vía. En principio parece que la Francia Insumisa, Hamon y el PCF tienen en común la pretensión de ofrecer una alternativa al social-liberalismo sin unirse a la extrema izquierda en un marco anticapitalista. Además parece que Mélenchon es el más fuerte, de forma que podría dictar las líneas rojas de un acuerdo en el que él llevaría la iniciativa.
Esta iniciativa daría al candidato de la Francia Insumisa mayores oportunidades de pasar a segunda vuelta. Sería la única forma que podría permitirle, llegado el caso, ganarse el estar en segunda vuelta frente a Macron o Fillon (hay que huir de la idea estereotipada que defiende que Le Pen estará sin lugar a dudas en segunda vuelta: ¡Aun no se ha recuperado del golpe que le propinó Poutou acerca de la “inmunidad obrera”!). Es Mélenchon quien tiene la llave de la victoria.
Tiene la llave, pero se niega a usarla. Y cada día que pasa hace más improbable que lo haga. En el momento en que se escriben estas líneas, nos tememos que las oportunidades de evitar una victoria de la derecha en segunda vuelta de las elecciones para elegir Presidente de la República francesa se están fundiendo como nieve al sol ¿Y es debido a que Philippe Poutou mantiene su candidatura? No, es debido a que Mélenchon mantiene su estrategia que le llevará a convertirse en caudillo de una izquierda populista tricolor [azul-blanca-roja] en el seno de la cual las voces divergentes serán atomizadas.
He aquí el verdadero debate, el debate estratégico crucial para la izquierda. Aquellos que se indignan por el mantenimiento de la candidatura de Poutou contribuyen a escamotearlo, lo quieran o no.