¿Es invencible la resignación y la pasividad social? Un llamamiento a la actividad política.

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discurso-300x254Creíamos que nuestra tarea era abrir surcos en la historia y nos encontramos con que era necesario abonar la tierra. Gramsci

En el manifiesto comunista Marx escribió la famosa frase: “la historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora es la historia de la lucha de clases”. El significado más inmediato de esta afirmación es que la resistencia a la injusticia, la explotación organizada y la opresión es constante a lo largo de la historia y que esta resistencia en muchas ocasiones ha tomado formas solidarias y colectivas. Esta rebeldía esta al menos tan ligada a la naturaleza humana como la avaricia o la competitividad.

Abundan los ejemplos que personas y grupos que se rebelan para defender sus derechos y su dignidad, a pesar de que las estructuras sociales y políticas han funcionado y funcionan para desalentar estas revueltas y para constreñir las conciencias individuales. Nunca sin embargo esas estructuras han podido aniquilar los deseos y aspiraciones de las personas al bienestar y al respeto de sus derechos.  Pero las acciones colectivas directas y amplias no son frecuentes. Hay periodos siempre demasiado largos en los que se observa una aparente pasividad e incluso aquiescencia con el estado de la sociedad.

Nos tenemos que preguntar porque las personas no defienden sus intereses más a menudo y porque no lo hacen conjuntamente con aquellos que comparten esos intereses. El obstáculo no es principalmente que no perciban sus intereses, quien son sus adversarios y quien se beneficia de su sufrimiento y explotación, aunque también esto suceda. La pasividad y la aceptación tienen más que ver con la sensación de impotencia para lograr cambios y la conciencia de los riesgos que implica la rebeldía, unos riegos que puede ser vividos como abrumadores. Los trabajadores pueden ver que su protesta tiene pocas posibilidades de éxito y que se van a ver confrontados a represalias incluyendo el despido. También se puede ver la necesidad de actuar conjuntamente pero conseguir esa acción común también supone un reto no siempre fácil porque la división y la fragmentación por intereses concretos e inmediatos y por otras cuestiones dimensiones (religiosas, político-ideológica, nacionales, etc.) es también un dato habitual con el que nos encontramos.

Todo ello hace que habitualmente las protestas colectivas sean “esporádicas” y breves. Pero no debemos tomar la ausencia de movilizaciones sociales como un signo de que no existe descontento, ni deseo de cambiar la sociedad y la vida o como el resultado de que las clases trabajadoras no reconozcan cuales son sus intereses. La ausencia de protestas esta determinada sobre todo por la conciencia de esos riesgos de los que hemos hablado así como esperanzas de que las transformaciones sociales y económicas vendrán de la mano de partidos y organizaciones capaces de promover cambios desde las instituciones. Las esperanzas electorales son muchas veces la salida al descontento cuando este se suma a la sensación de impotencia y al miedo a las consecuencias de posibles derrotas. Aunque también a veces las esperanzas disuasorias de la movilización son todavía mas ilusorias, como la expectativa de que la situación mejorará por su propia evolución o incluso otras más irracionales como la posibilidad de tener un golpe de suerte que mejore nuestra vida y solucione nuestros problemas.

Sin embargo, contemplamos muchas veces movilizaciones parciales de sectores concretos por sus reivindicaciones particulares. En otras ocasiones sin que podamos predecir exactamente cuando, se producen estallidos u oleadas de movilizaciones por demandas más generales que involucran a sectores amplios como ocurrió en el 15M, la primavera árabe o ahora en Francia el movimiento contra la reforma laboral y la “nuit debout”. La gente decide que ya es “suficiente”  y se activa y afronta los riesgos, se organizan y construyen respuestas desde abajo. Los ejemplos de esa reacción son incontables en la historia.

Además, junto con las movilizaciones concretas de colectivos limitados y de esa entrada esporádica y muchas veces transitoria de grandes sectores de la población en la movilización política y social, vemos la existencia de personas habitualmente organizadas que mantienen una actividad reivindicativa continuada y que dedican esfuerzos a convencer y animar a grupos más amplios para que actúen. Cuando la movilización prende y se extiende, su tarea consiste en colaborar en esa extensión y en la articulación del movimiento, en contribuir a que se adopten democráticamente  objetivos pertinentes y acciones eficaces.

Pero su cometido no es esperar el estallido espontáneo, ni sustituir a la ciudadanía desde la acción institucional o con otra estrategia. Aunque sea fatigoso y lento deben preparar el terreno tratar de construir conciencia y organización social desde la propia experiencia de la gente día a día, de forma que cada vez más personas consideren que la acción colectiva es una opción posible, justa y necesaria.

Joserra

(inspirado en un texto de Jacobin)

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