(CARLOS LASARTE, economista- Antikapitalistak)
El neoliberalismo siempre ha sido fiel defensor de la política de bajar impuestos para reactivar la actividad económica. Ayuso en Madrid y el gobierno andaluz también lo defienden. Es un argumento desmentido tanto por la teoría económica como por los hechos empíricos, pero lo siguen defendiendo.
Una precisión semántica: cuando hablo de inversión me refiero a la inversión productiva, a la inversión que se realiza en medios productivos y que conduce al aumento de la riqueza material de la sociedad. No considero inversión a la simple adquisición de productos financieros y especular con ellos. Con la inversión aumenta la producción y la riqueza de la sociedad. Con los productos financieros si alguien gana es porque otro ha perdido, no incrementando la producción global. Por ello se denomina a este tipo de capital “capital ficticio”.
El neoliberalismo da por supuesto que el factor necesario para que se produzca la inversión es el ahorro. Ello no es cierto. El capital funciona en base a la ganancia y por ello la inversión es función del beneficio que se obtiene o se prevé obtener. Esta inversión se puede financiar con el ahorro existente y si éste es inexistente se recurrirá al endeudamiento, pidiendo préstamos. Por grande que sea el ahorro no se produce la inversión si no se obtiene un beneficio. Prueba de ello es la financiarización creciente de la economía. Desde la aplicación de políticas neoliberales desde los años 1980 y la creciente ausencia de mecanismos reguladores de la actividad económica la actividad financiera no ha dejado de crecer. No sólo ha crecido sino que ha incrementado su volumen de forma exponencial respecto al nivel de producción material. Nos encontramos con un estancamiento general secular, sin que la actividad económica crezca de forma significativa. Hay ahorro pero ante la falta de ganancia en la actividad productiva el ahorro se dirige hacia el capital ficticio, hacia las inversiones financieras especulativas. Este capital ficticio no solo ha crecido por el ahorro, sino que también ha crecido por el recurso cada vez mayor a los créditos, al endeudamiento.
Lo que incrementa la actividad económica es el aumento de la demanda, de los bienes de consumo y/o de los bienes de inversión productiva. Ya hemos visto que la inversión es función del beneficio. Debemos de tener en cuenta que el comportamiento en la demanda de consumo de los diversos consumidores es función de su nivel social. Los sectores sociales más bajos apenas ahorran, gastando toda su renta disponible. Los sectores sociales más altos gastan un porcentaje muy bajo de su renta disponible en productos de consumo. Debemos de tener en cuenta este factor a la hora de examinar la influencia de una bajada de impuestos. La prometida bajada de impuestos de Ayuso del 0,5% supone para unos ingresos de 12.000 € 60 € anuales, para unos ingresos de 40.000 € 200€ anuales y para unos ingresos de 500.000 € 2.500 €. Para los sectores sociales más bajos apenas supone un aumento de los ingresos, por lo que estos difícilmente incrementarán su consumo. Supone diferencia para los ricos, pero como estos ya tienen cubiertas sus necesidades solo una pequeña parte irá a un mayor consumo, destinándose la mayor parte al incremento del ahorro. Con ello el incremento de la demanda será mínimo y lo único que se consigue es favorecer a los ricos, sin que ello produzca una mayor actividad económica.
También debemos de tener en cuenta la otra cara de la moneda de la recaudación tributaria: el gasto, fundamentalmente el gasto social. Con la recaudación fiscal se atienden las necesidades generales y básicas de la sociedad: sanidad, educación, vivienda, pensiones, desempleo, etc. Así una menor recaudación significa una reducción de los servicios sociales. Siendo los principales beneficiarios de estos servicios sociales los sectores más bajos de la sociedad. Esto se agrava si tenemos en cuenta que la recaudación fiscal del Estado Español es, en porcentaje sobre el PIB (Producto Interior Bruto) unos 6 puntos inferior al de los países de nuestro entorno y en concreto, Madrid, es la comunidad con tipos de tributación más bajos (tipos de tributación más bajos en el Impuesto de Renta y eliminando en la práctica el Impuesto de Patrimonio y el Impuesto de Sucesiones). Por ello Madrid es la comunidad que menos gasta por habitante en sanidad y educación, a pesar de ser según Ayuso la “más rica”. De esta forma los servicios sociales en general del Estado Español, y en particular, de Madrid están lejos de los que ofrecen los países de nuestro entorno.
Por todo ello la reforma fiscal que se debe realizar es la contrario: incrementar la recaudación. Este aumento debería recaer sobre el sector social más alto, sobre los ricos. Esto incrementa el aumento de la demanda. Por la relación que hemos visto antes entre ingresos y consumo si incrementamos la recaudación en 100 transfiriendo ese importe al sector social más bajo, los ricos quizás dejen de consumir 10, y al mismo tiempo, quienes reciben ese ingreso gastarán los 100. Este incremento es posible porque en Renta la tributación del ahorro tiene unos tipos superiores muy inferiores a la tributación del trabajo y en Sociedades las Pymes pagan un porcentaje a las grandes empresas, aunque los tipos iniciales son superiores para las grandes empresas.
Por todo esto la política de bajar impuestos solo conduce a que los ricos incremente sus ingresos, sin que ello suponga un aumento de la actividad económica. La reforma fiscal necesaria pasa por aumentar la recaudación fiscal y un aumento de los efectos redistributivos de la política fiscal, incrementando el gasto social. Esto sí favorece el desarrollo de la actividad económica. Dicho en pocas palabras: QUE PAGUEN LOS RICOS.