“Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
Último discurso de Salvador Allende
–Desde Santiago de Chile para Antikapitalistak
Marco Álvarez Vergara
Santiago, 26 de octubre de 2020.–
Este domingo 25 de octubre de 2020, antes que cayera el sol, las y los chilenos se enteraban de los resultados del plebiscito, donde la voluntad nacional con un casi 80% decidió “aprobar” un proceso constituyente y que la nueva constitución fuera redactada por miembros elegidos democráticamente. Con el triunfo en las venas, el pueblo copó las plazas y calles para el celebrar, modificando en carme viva el tiempo verbal de una de las principales consignas de la revuelta: “vencimos y es hermoso”[1].
Este triunfo histórico se debe comprender y proyectar como una fase significativa del proceso destituyente abierto por la revuelta iniciada en el 18 de octubre de 2019 ¡Chile despertó! Por consiguiente, este “momento constituyente” es consecuencia de la movilización popular que, hasta la fecha, ha dejado decenas de muertos, heridos graves y más de una millar y medio de presos políticos en el seno del pueblo chileno. Hace una semana en el primer aniversario de la revuelta, interrumpida por la crisis sanitaria aún en curso, quedó establecido con una alta concurrencia en la calles la vocación de no abandonar las banderas de lucha enarboladas desde el octubre chileno.
Chile es un paradigmático país, pues luego de recobrar su “democracia”, siguió anclada a la constitución elaborada por el dictador (1980) que, entre sus principales funciones, es encuadrar el modelo de vida bajo la carencia de derechos sociales. La constitución de Pinochet, escrita con sangre y fuego, este domingo llegó a su fin y, con ello, en algo se reivindica a los ejecutados políticos, detenidos desaparecidos, torturados y exiliados que dejó el periodo dictatorial. La fuerza de las y los vencidos del ayer, sin duda estuvo presente en la caída de esta espuria constitución, que se demoró cuatro décadas en desmontarse. La gente cantaba al unísono en las celebraciones con sabor a jolgorio popular del “apruebo” una canción del grupo Sol y lluvia que dice “no puedo creer la cosa que veo, ya cayó, ya cayó, por la calles de Santiago veo, ya cayó, ya cayó, adiós carnaval, adiós general”.
La revuelta hizo estallar el continuum de la historia, es decir, irrumpió intempestivamente décadas de “normalidad” neoliberal sostenida por los partidos políticos del orden, quienes, han gobernado desde 1990 bajo las sacrosantas leyes del libre mercado. La primera consigna del octubre chileno fue “no son 30 pesos, son 30 años”, reflejando así la impugnación a un modelo en general –el neoliberal, del cual Chile era considerado su “tipo ideal” de país– más que a una demanda en particular. Sin embargo, “En Chile nace y muere el neoliberalismo”, declaró la revuelta en una de sus paredes y, con esto, pasado y futuro se volvieron a articular en un presente cargado de lucha. La dialéctica memoria y utopía se tomó las calles del país y sus potencialidades hoy se revitaliza con el sólido respaldo popular a la demanda de una nueva constitución.
No todo es color de rozas, pues existen razones fundadas para desconfiar en el pacto político institucional que selló los procedimientos para caminar hacia una nueva constitución. Sin duda, que los impugnados partidos de los 30 años no son los idóneos política y moralmente para delinear las reglas del juego a seguir; pero, estos se vieron obligados la noche del 15 de noviembre de 2019 a trazar una hoja de ruta constituyente en contra de su propia voluntad. Por ello, como cuando a los patrones se les arrebata una mejora salarial, este logro no es una virtud del beneplácito patronal, sino uno logro de la acción sindical. Basta de decir que no hemos ganado nada. Cada victoria –por pequeña que sea y siempre manoseada por los sectores hegemónicos– es un aliciente que convoca nuevas victorias dentro de un proceso permanente de acumulación de experiencias y reivindicaciones.
Gramsci decía que “lo único que se puede predecir es la lucha” y, por ello, la apuesta de los sectores subalternos comprometidos con el derrumbe del neoliberalismo en Chile es mantener latente la movilización popular, darle continuidad a la revuelta, única garante de mantener un escenario abierto e incierto ¿Esta nueva constitución puede terminar siendo un nuevo acomodo institucional de los sectores dominantes? Sí ¿Puede configurar una nueva constitución democrática basada en la recuperación de los derechos sociales? También. La lucha abre interrogantes y no garantiza respuestas, entonces, el futuro se escribe en clave de dispuesta estratégica.
La revuelta chilena, como todo “tiempo del ahora” cercenador del “tiempo vacío y homogéneo”, ha sido un tiempo nutritivo para el retorno del pensamiento estratégico. Si bien hasta la fecha no se puede hacer una evaluación fidedigna del reimpulso de lo que podríamos denominar un campo intelectual de ruptura con el neoliberalismo, los miles de textos y debates acumulados en el último año preludian el regreso del debate político-estratégico, por lo menos, en algunos sectores de la izquierda antineoliberal chilena; aunque posiblemente, algunos grupúsculos sigan sobreviviendo en mundo “autopoiético” con la teletransportación de consignas anacrónicas. El “momento constituyente” actual, obligará al pueblo y las fuerzas de cambio a inmiscuirse en todas las temáticas que integran el proceso de construcción de una nueva constitución, dicho de otra forma, habrá que sumergirse en la profundidad deliberativa de la carta magna que abarca desde lo filosófico a lo programático. En síntesis, es una oportunidad histórica para dar un salto cualitativo montañoso en la deuda que tenemos con pensar la política desde el arte estratégico.
Como vemos, este “momento constituyente” impulsa nuevos desafíos para los sectores de ruptura con el neoliberalismo. Es fundamental la confrontación con el relato dominante, que quiere apropiarse del proceso constituyente y, a su vez, separarlo del curso de la revuelta. Defender la relación intrínseca entre nueva constitución y revuelta es apostar por la profundización democrática y popular del proceso constitucional. Asimismo, es fortalecer las posibilidades de permanencia de la revuelta en aras del instante propicio para una bifurcación anticapitalista a la crisis sistémica que vivimos.
Cualquiera que sea el resultado constitucional, este no hace caducar al neoliberalismo. Por tanto, el desafío es luchar letra por letra para que algunas de estas letras sean aliadas en el objetivo de acabar con el neoliberalismo en Chile y construir el viejo anhelo de una “sociedad mejor”. A 50 años del triunfo de Salvador Allende y la Unidad Popular, un salto histórico dialéctico nos relumbra en estos tiempos de intensa lucha, donde las fuerzas de la historia hoy más que nunca se ponen al servicio de la política transformadora. La nueva constitución, disputando su forma y fondo a través de posiciones y movimientos, abrirá nuevos caminos para el horizonte emancipador.
Marco Álvarez Vergara
Santiago, 26 de octubre de 2020.
[1] La versión original de esta consigna es “Venceremos y será hermoso”.