Paul Martial//
Como consecuencia de un modelo económico consumista, los países ricos se enfrentan a una masa cada vez mayor de residuos. Para tratarlos a un costo menor, es muy tentador enviarlos a África con graves consecuencias ambientales y sanitarias para las poblaciones.
Hace unas semanas, las aduanas españolas pusieron fin a un comercio ilegal de desechos informáticos hacia África. Este desmantelamiento pone de relieve la forma en que los países ricos se deshacen de sus residuos a menor coste.
Eludir la normativa internacional
Los contenedores llenos de RAEE (residuos de aparatos eléctricos y electrónicos) fueron enviados a África desde las Islas Canarias. Un tráfico que duró dos años. Recaudó 1,5 millones de euros por casi 5000 toneladas esparcidas por el continente.
Los RAEE se consideran peligrosos debido a la presencia de mercurio, cadmio, plomo, fósforo o arsénico. El Convenio de Basilea, que data de 1992, prohíbe la exportación de estos RAEE a países pobres.
Para eludir esta convención, basta con notificar que se trata de aparatos de segunda mano. Así es como se envían miles de toneladas de hardware informático a Ghana. El sistema está bien probado. Los compradores al por mayor suministran a las tiendas del país, se vende el equipo informático que funciona o es reparable, y el resto, generalmente el 70%, se encuentra en el vertedero de d’Agbogbloshie cerca de la capital Accra.
Contaminación de la tierra y los mares
Los residuos son tratados por miles de personas que, para recuperar los metales preciosos, quemarán los componentes que emiten humos espesos tan peligrosos para las y los trabajadores como para el medio ambiente. Los análisis del suelo revelan una contaminación por metales pesados cien veces superior al límite permitido.
Otro factor de contaminación son los textiles. Provienen de las recogidas de ropa usada en los países ricos o son enviadas directamente por las empresas. De hecho, el 40% de la producción es tirada. Estas prendas, a menudo de mala calidad, responden sobre todo al modelo económico de la moda rápida. Independientemente de la calidad, la idea es producir novedades lo antes posible para impulsar las compras. Al igual que con los productos informáticos, los lotes se ceden a los minoristas, pero sólo se puede vender una pequeña cantidad. Las demás prendas, desgastadas, dañadas o sucias, se envían a los vertederos. Con el tiempo, se encuentran en los océanos formando como orugas que pueden alcanzar los diez kilómetros y que impiden las actividades de pesca artesanal. Otros tejidos acaban en las alcantarillas y provocan inundaciones que favorecen la propagación de los mosquitos que causan la fiebre amarilla.
Una política irresponsable
Hace unos veinte años, algunos periodistas revelaron que la mafia calabresa descargaba contenedores llenos de productos tóxicos y radiactivos en las costas somalíes. Producto de ello se da una contaminación masiva con consecuencias dramáticas para las poblaciones, en particular el aumento de las malformaciones en los nacimientos. Una práctica que continúa. Así, Trafigura, una de las primeras empresas de corretaje de petróleo, no dudó en verter productos tóxicos en la laguna de Abiyán, la capital de Costa de Marfil.
Desde que países asiáticos como China, Malasia o Filipinas se negaron a aceptar los residuos de las empresas occidentales, las empresas han recurrido a África. Así, el American Chemistry Council, que reúne a las grandes compañías petroleras de Estados Unidos, hace un trabajo de lobby en la Casa Blanca para exportar los millones de toneladas de residuos plásticos a Kenia, un país que ya no tiene la capacidad de tratar adecuadamente sus propios residuos. Tanto para los traficantes y la mafia como para los “ honorables” líderes empresariales, la exportación de residuos a África es una forma de ganar o ahorrar dinero. Pero también y sobre todo es una forma de mantener un sistema de consumo excesivo que genera ganancias, independientemente de sus consecuencias para el medio ambiente.
20/01/2023