Parece que en   Euskal Herria, definitivamente, la sociedad se queda sin representación de una izquierda rupturista en las instituciones. Algo que no deja de ser la crónica de una muerte anunciada, ya que después de la aprobación, por parte de EH Bildu, de los paquetes de ayudas europeas de signo neoliberal, ha llegado el definitivo suicidio de la coalición, en forma de triple salto mortal. Un salto mortal que comenzará por favorecer unos presupuestos navarros, junto a fuerzas como el Partido Socialista de Navarra y Geroa Bai, organización de la que participa el PNV de Navarra, para más tarde facilitar a Pedro Sánchez y al Partido Socialista Obrero Español la posibilidad de sacar adelante las cuentas del Estado, que en el mejor de los casos podrían ser tildadas de reformistas, para terminar, en los últimos días, por secundar unos presupuestos antisociales del ejecutivo de Urkullu, en el que cohabitan PNV y PSE.
Hechos que, de alguna manera, vienen a corroborar, además de a cristalizar, sin ningún ápice de duda, el giro estratégico que en el seno de la izquierda abertzale se está produciendo desde hace ya varios años. Un viraje que, podría ser criticable, por la clara apuesta hacia la institucionalización de su práctica política que acarrea el consiguiente peligro de desconexión con el reclamo popular llegado de las calles, pero sobre todo por haber abrazado un posibilismo basado en el más rancio de los reformismos que hace perder cualquier esperanza de cambio real. Es cierto que alguno de los cambios ha sido en positivo, como el acontecido  en el campo de la reflexión que la organización ha realizado en torno a la resolución del conflicto vasco, donde la izquierda abertzale ha apostado de forma nítida y sin ambages por una salida exclusivamente en el campo del diálogo y de la acción política.
Por el contrario, en el terreno de las políticas sociales, EH Bildu parece haber renunciado a muchas de sus posiciones rupturistas y reivindicaciones históricas que, desde siempre, habían formado parte de sus señas de identidad. De todos modos, este viraje hacia el centro no deja de ser algo bastante lógico,  cuando se analiza la trayectoria de la izquierda abertzale desde una perspectiva más sociológica. Una mirada que deja entrever cómo al mantener durante tanto tiempo una apuesta de ruptura tan concentrada en el eje nacional, ha ido relegando paulatinamente a un segundo plano, quizá de manera inconsciente, o quizá no, la lucha en el terreno de lo social. Algo que ha podido materializarse cuando la organización decide abandonar la radicalidad en la confrontación con el Estado desde la esfera de lo nacional, dejando subyacer la misma carencia  de radicalidad, en este caso, en el ámbito de lo social.
Un cambio en lo estratégico por parte de EH Bildu que, sin ninguna duda, ha hecho pivotar a la formación hacia una moderación que les hace rebasar por la derecha incluso a las posiciones de su homólogo catalán, Esquerra Republicana. Una ERC que, si bien en las dos últimas décadas ha sufrido una metamorfosis muy similar a la que en este momento está produciéndose en el seno de la izquierda abertzale, de alguna manera y aunque éste sea de cara a la galería, mantiene un pulso constante con el Gobierno central, mientras EH Bildu presenta su cara más pactista y conciliadora ante  el Gobierno de Sánchez. Eso sí, es cierto que hay una diferencia sustancial con la realidad catalana, ya que no debemos obviar que en Catalunya ya existía una fuerza política articulada a la izquierda de ERC, la cual una vez que Esquerra fue tomando el camino hacia posturas más centristas buscando la gobernabilidad, quedó en la política institucional catalana un espacio que la CUP supo aprovechar.
Y por proseguir con la analogía catalana, en este caso con el tripartit, en su día liderado por Montilla, no sería difícil vaticinar que, más pronto que tarde, cabe la posibilidad de encontrarnos ante una especie de tripartito vasco, formado por EH Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos. No son pocas las señales que en los últimos tiempos invitan a pensar que algo similar pudiera acaecer en la Comunidad Autónoma Vasca, ya que iría ciertamente en consonancia con muchas de las actuaciones a las que últimamente nos tiene acostumbrados la formación abertzale, por las cuales, tanto en el Estado como en la Comunidad Foral de Navarra, son constantes los guiños hacia PSOE y PSN. Un tripartito, que sin duda significaría un segundo y, seguramente, decisivo salto mortal al vacío por parte de la coalición, que dejaría definitivamente huérfanas de proyecto político a muchas personas, además de abandonar un espacio en el plano de lo electoral con muchos mimbres a la hora de articular la construcción de nuevos sujetos políticos.
Nadie niega que la izquierda abertzale siga siendo el partido de masas hegemónico dentro de las izquierdas en Euskal Herria, ni que además de mantener un ingente tejido social en gran parte de los movimientos y de los territorios, sea muy probable que  su giro estratégico, más que menguar su potencial en lo electoral, éste se vea reforzado logrando ampliar su espectro. Pero tampoco es menos cierto que gran parte de esa masa social, sobre todo la proveniente de los sectores más politizados, históricamente encargados de sustentar y mantener vivo ese imaginario de radicalidad y ruptura con el sistema actual, empiecen a mostrar un manifiesto descontento con el nuevo rumbo y la deriva tomada por parte de la dirección que deja de lado a las bases, cuando no se trata directamente de espacios que comienzan a significarse como verdaderas organizaciones autónomas al margen de la realidad de EH Bildu.
Desde plataformas críticas que, por ahora, siguen perteneciendo a la propia izquierda abertzale, a colectivos que ya no participan de la misma, muchos son los grupos en desacuerdo con los nuevos derroteros. Las grandes centrales sindicales vascas tampoco se quedan al margen de la crítica, con ELA mostrando claramente su desavenencia ante el apoyo a unos presupuestos antisociales e incluso LAB, históricamente muy ligada al mundo de la izquierda abertzale, muestra cuando menos una gran incomodidad ante lo sucedido. El propio movimiento de pensionistas, del que forman parte muchos de sus componentes históricos, no ha dudado en salir a denunciar la noticia. Y por supuesto, y sobre todo mirando al futuro, el colectivo de jóvenes que ya hace tiempo que están en procesos de auto-organización y auto-construcción de manera autónoma, muestran de forma pública su discordancia con el proyecto actual.
Quizá ha llegado el momento de hacer un llamamiento a la sociedad de Euskal Herria a que vuelva a organizarse. Es tiempo ya de enfrentarse de forma clara y sin complejos a un Gobierno Vasco que mantiene una orientación netamente neoliberal que sitúa sistemáticamente a los proyectos megalómanos, a las grandes empresas y al gran capital por encima de los intereses generales de las personas. Euskal Herria siempre fue un pueblo que se caracterizó por confrontar sin ambages las injusticias y los yugos impuestos, tanto por la dictadura como más tarde por su heredero, régimen del 78. Por lo que empieza a ser cada vez más necesario que poco a poco y a través de la reflexión colectiva, la izquierda alternativa y rupturista vuelva a organizarse en torno a proyectos emancipadores, y que vuelva a hacerlo como siempre lo ha hecho, pueblo a pueblo, herriz herri.
Iosu del Moral, militante Antikapitalistak Euskal Herria